Dentro de cinco meses, en las fechas tradicionales de abril y si la pandemia no lo impide, habrá una nueva oportunidad para Jon Rahm en el Masters. Toda la ilusión generada antes de poner los pies en el Augusta National en este año atípico, en las vueltas de prácticas por las virguerías del de Barrika que dieron la vuelta al mundo y después del liderato compartido al acabar la segunda ronda, se transformó en decepción a partir del hoyo 8 de la tercera jornada. Ese doble bogey enterró todas las aspiraciones de alcanzar la chaqueta verde y, probablemente, toda la motivación de un golfista que siempre juega a ganador y al que este Masters que coronó a Dustin Johnson se le acabó haciendo largo.

Las manifestaciones de Rahm al acabar su recorrido del sábado ya dejaban clara su frustración y su escasa fe en que la jornada final provocara un vuelco a su favor. El desarrollo de su vuelta del domingo lo confirmó desde el bogey inicial, apenas compensado por el birdie en el par 5 del hoyo 2. El vizcaino nunca logró engarzar su mejor juego y en varios tramos de su vuelta se le notó con gestos de desesperación porque la bola no respondía a sus deseos. Cuando no eran los golpes con los hierros los que no acompañan eran los putts bien tirados que pasaban muy cerca del hoyo y se negaban a entrar.

Así no era posible recortar golpes en busca de un objetivo ya utópico. De todas formas, en el cuarto día del Masters nadie sume riesgos y el Top 10 parecía no peligrar, incluso con el bogey del 10, hasta que llegó para Rahm un doble bogey en el 12, un hoyo de par 3 que suele provocar escabechinas en Augusta por la amenazante presencia del agua que obliga a ser extremadamente preciso. Que se lo digan a Tiger Woods, que pocos minutos antes había firmado diez golpes tras remojar su bola dos veces. Aún así, tuvo arrestos para firmar cinco birdies en sus últimos seis hoyos antes de prepararse para la imposición de la chaqueta verde a su sucesor.

Nunca le había ocurrido al astro californiano algo similar en su lrga y exitosa carrera, por lo que los dos golpes de más que se anotó Rahm tras visitar el agua casi parecieron un accidente menor. El caso es que el barrikoztarra cayó a -6 y al puesto 18, muy lejos de lo esperado, sobre todo apenas día y medio antes.

Con un buen birdie en el 13, tras escaparse el eagle por unos centímetros, recuperó algo el tono dentro de un día anodino. Para entonces, Dustin Johnson avanzaba con el pulso firme en el liderato. Sungjae Im llegó a colocarse a un golpe al inicio de la jornada y Cameron Smith, a dos mediado el recorrido. Pero el número 1 del mundo no cometió más errores que los asumibles en la cuarta jornada del Masters y cerró todas las puertas con autoridad y total seguridad en todos sus golpes. El australiano Cameron Smith hizo historia también al ser el primer jugador en firmar cuatro rondas por debajo de 70 golpes en Augusta, pero tampoco le alcanzó para inquietar al campeón, que hizo once bajo par el fin de semana.

Reacción al final

Ajeno a esa pelea y ya despojado de toda presión, Jon Rahm no quiso marcharse de Augusta sin dejar su sello y firmó un brillante eagle en el 15, último par 5 del recorrido, que estuvo cerca de ser un albatros (tres golpes menos), y luego un birdie en el 16 que le puso por primera vez bajo par en el día y de nuevo en el diez bajo par que había lucido al inicio de la tercera vuelta y dentro del Top 10. Un bogey y un birdie completaron su cuarta presencia en el Masters con el séptimo puesto compartido, el tercero entre los diez primeros de forma consecutiva, incluso después de un fin de semana en el que el de Barrika estuvo bastante alejado de la excelencia.

La chaqueta verde está cerca, seguramente más de lo que ha parecido estos años, pero para atraparla todo tiene que encajar durante cuatro días en los que los errores se pagan caros. En abril del año que viene, el calendario volverá a la normalidad y Augusta abrirá la lista de majors, quizás ya con público. Jon Rahm lo volverá a intentar de nuevo porque, probablemente, no hay más secreto que insistir porque en los últimos veinte años ha habido quince ganadores distintos. Dustin Johnson es un ejemplo. Ha tenido que jugar diez Masters para llevarse el primero.