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Rehenes de Singapur

El cese de Marcelino puso a la afición valencianista ante la cruda verdad: el club es de Lim, que vive a 11.116 kms y no lo compró por amor a los colores

Rehenes de Singapur

bilbao - Peter Lim, un magnate de Singapur a quien la revista Forbes le atribuye una fortuna de 2.400 millones de dólares, en realidad quería comprar el Liverpool. Entre sus múltiples negocios tiene una red de bares temáticos repartidos por Asia sobre el Manchester United, el primer club en elevar a negocio el marketing futbolístico, sobre todo en Oriente. Hizo amistad con Cristiano Ronaldo a través de su representante, el influyente Jorge Mendes, el hombre que le puso sobre la pista: el Valencia, un equipo con pedigrí, pero destrozado por la mala gestión, podía ser una buena alternativa. Lim le hizo caso y pudo culminar un doble objetivo. Por un lado se daba un capricho, pero a medio plazo la inversión tenía que ser rentable.

Porque Lim, sobre todo, es un hombre de negocios, y desde luego para nada le quita el sueño si el Valencia gana, pierde o empata.

El pasado miércoles, antes y durante el partido frente al Getafe (3-3), pero sobre todo tres días antes, contra el Leganés (1-1), se organizaron manifestaciones de protesta y en Mestalla arreciaron los gritos contra Lim y su vicario, el exdiplomático Anil Murthy que ejerce de presidente del Valencia. Hubo, también, pitos de cierto sector de la afición disconforme con esta oleada de protestas hacia el hombre que, no hay que olvidarlo, salvó el club de la bancarrota a la que había sido llevada por valencianos y valencianistas de pro y de corazón.

Por culpa de ellos, pero también de la hinchada que tampoco supo reaccionar cuando se intuía la ruina, este club de rancia solera se ha convertido en rehén de un hombre de 66 años que vive a 11.116 kilómetros de la ciudad del Turia y que apenas ha pisado el Levante desde que hace cinco años compró la entidad. Quienes entonces le vitorearon como un salvador ahora le acusan de llevar al Valencia al caos, al menos deportivo, después de cesar de súbito a Marcelino García Toral, el técnico que dos meses antes había clasificado al Valencia para la Liga de Campeones y ganado la final de Copa al mismísimo Barça como grandioso colofón del Centenario. También quedaba muy tocado, y prácticamente desautorizado, Mateu Alemany, el director técnico que trajo al asturiano y confeccionó una plantilla equilibrada y competitiva.

El argumentario Marcelino, en una rueda de prensa posterior, justificó su despido con un argumento asombroso: le echan por haber ganado la Copa. “No recibí ninguna felicitación”, destacó. Era un torneo menor para Lim, según dijo el técnico, que “desgastó” al equipo en la consecución de otro objetivo, que finalmente se alcanzó, como la clasificación para la Liga de Campeones, el torneo donde fluye el dinero.

Y dinero, al menos para abordar una gestión eficiente, es lo que pretende el magnate asiático para recuperar su inversión y hasta lograr dividendos.

Pero Marcelino tenía otras prioridades. También pensaba en lo suyo: el éxito deportivo. Exigió fichajes, como Rafinha, que no vinieron y no le faltaron puyazos hacia la propiedad por la decisión de vender a Rodrigo al Atlético de Madrid, pacto alcanzado entre Lim, Jorge Mendes y Miguel Gil Marín que finalmente no se pudo llevar a cabo porque el club colchonero no cerró la venta de Correa al Milan.

Lim, en cambio, sugirió que las jóvenes promesas del Valencia, como Soler, Gayá Ferran y sobre todo el coreano Jang In debían jugar con más asiduidad para revalorizar el producto con vistas a futuros y sustanciosos traspasos. Demasiado para un entrenador tan orgulloso como Marcelino.

Echado el pulso, ganó quien más músculo tiene, Peter Lim. Entre las pocas justificaciones dadas, Murthy alegó que el entrenador “no fomentaba la cantera”. Albert Celades, el sorprendente sucesor, sí les pone. Tampoco está en situación de objetar ante la oportunidad de su vida. Mientras, a la afición ché solo le queda el recurso al pataleo.

Y Lim, a 11.116 kms, ni se inmuta.