EL primer día que Jaylon Brown puso sus pies en Bilbao, se encontró una ciudad en plena ebullición. Era Aste Nagusia algo que él, evidentemente, ignoraba. “Recuerdo que me dije a mí mismo: ¿Pero qué está pasando aquí? ¡Aquello era una locura! Todo el mundo en la calle, de fiesta... Parecía carnaval”, rememora el escolta de Indiana tras completar el primer entrenamiento de una semana que desembocará en la gran cita del año para el Bilbao Basket: la Final Four de ascenso a la Liga Endesa. “Me gustan este tipo de citas. Como decimos en Estados Unidos, win or go home. Es como en los torneos de conferencia de la NCAA: juegas varios días seguidos con la tensión de saber que, si pierdes, caes eliminado. Vamos a prepararnos durante toda la semana y llegaremos muy bien a la cita. Además, será divertido poder disputarla delante de nuestra gente”, asegura un jugador que está disfrutando “muchísimo” su experiencia bilbaina tanto dentro como fuera de las canchas.

Mejor anotador de los hombres de negro tanto en temporada regular (11,6 puntos por cita) como en play-off (13,6), Brown (11-IX-1994, Fishers) se encuentra en su segundo curso como profesional tras un accidentado estreno que arrancó en Macedonia para concluir en Finlandia. Enamorado de este deporte desde que se iniciará en él a los cuatro años -jugó efímeramente a fútbol de niño y destacó también en fútbol americano-, tuvo el privilegio de crecer y desarrollarse como jugador en un Estado que siente verdadera devoción por el baloncesto: Indiana. “Es una locura. De allí han salido auténticos mitos como Larry Bird u Oscar Robertson, muchos jugadores actuales de la NBA y otros que están en Europa. Hay institutos con pabellones igual de grandes que Miribilla, o incluso más, y se llenan. Hay mucha calidad porque casi todos los chavales juegan. De todos los pabellones de instituto de Estados Unidos, los cuatro más grandes están en Indiana. En alguno entran más de 11.000 personas”, asegura orgulloso mientras se recuerda a sí mismo como aquel chaval que creció idolatrando a Allen Iverson -“era impresionante lo que podía hacer en una cancha de baloncesto siendo tan pequeño”- y que a los 13 años hizo su primer mate en un partido: “Lo recuerdo como si fuese ayer. Fue en un partido del circuito AAU. Nunca había intentado hacer uno durante los partidos, pero un día probé y todo el mundo en el pabellón se volvió loco. ¡Me salió a la primera!”.

Tras descartar propuestas de Wichita State u Ohio, Brown se decantó por Evansville como destino universitario. “No estaba acostumbrado a alejarme demasiado de mi entorno, por lo que quise quedarme en Indiana”, reconoce. Califica aquellos cuatro años como “fantásticos”, ya que tanto el nivel colectivo como el suyo particular fueron mejorando curso tras curso. Su explosión llegó como senior. Hasta entonces había jugado de base, pero la graduación de varios de los puntales anotadores del equipo le reconvirtió en escolta, pasando de los 10,6 a los 20,8 puntos de media. En 2017 no entró en el draft de la NBA. Su agente habló con varias franquicias para tratar de incluirle en las plantillas de las Ligas de Verano, pero nada se concretó. “Ojalá pueda darse esa posibilidad en el futuro, pero en aquel momento tenía bastante claro que mis primeros años como profesional iba a jugarlos en el extranjero, por lo que me concentré en trabajar con un preparador físico y varios entrenadores”, apunta.

Su primer destino fue Skopje, la capital de Macedonia del Norte. Le fichó el Karpos Sokoli, un club que llegaba del mejor curso de su historia (finalista de liga y campeón de Copa), pero que en la campaña 2017/18 sufrió problemas financieros desde los primeros meses. “Teníamos muy buen equipo. Estaba Thaddeus McFadden (Joventut), también Stojan Gjuroski, que está ahora en el Melilla, nuestro rival en la Final Four, y es uno de los mejores compañeros que he tenido? Jugamos la fase previa de la Champions y acabamos en la Eurocup de la FIBA, pero el club estaba en mala situación y no nos pagaba. Me dieron la oportunidad de jugar contra buenos equipos de varios países, pero ya sabes: cuando no te pagan?”, apunta. De Macedonia pasó a Finlandia, al Vilpas Vikings: “¿Un recuerdo? El frío. ¡Hacía muchísimo frío! Pero la gente en Finlandia es fantástica, me quedé enamorado del país. Además, el equipo era muy bueno y fuimos finalistas de Liga. Te reconozco que flipaba cuando en invierno era de noche durante casi 24 horas y luego en verano el sol estaba ahí arriba todo el día. Fue una experiencia impresionante. Mi ciudad (Salo) era pequeña y no había mucho que hacer, pero pude visitar Helsinki y me gustó mucho”. Pese a las vicisitudes de su bautismo como profesional, para Brown lo más duro de la singladura fue el primer día. “Cuando embarqué en aquel enorme avión y crucé el océano estaba nerviosísimo, no sabía lo que me iba a encontrar, pero una vez llegué a Macedonia todo quedó atrás. Es como en la universidad, haces mucha vida con tus compañeros y solo tienes que preocuparte de jugar a baloncesto. Lo más duro es dejar atrás a tu familia, saber que no les vas a ver a diario, ser consciente de que no puedes coger el coche y volver a casa si sientes la necesidad. Cuando estás ya envuelto en la vorágine de partidos y entrenamientos llega la parte más fácil porque es lo que te gusta hacer, pero cuando llegas a casa y no estás con tu familia o amigos a veces se hace duro. Pero te acostumbras. En ese sentido, tener un buen ambiente en el vestuario es fundamental. Durante un año será lo más parecido que tengas a una familia. El de aquí es excelente”.

Llegada a Bilbao Cuando el pasado julio le llegó la oferta de los hombres de negro, Brown no sabía nada de la ciudad que se iba a convertir en su hogar durante esta campaña -“la realidad ha superado las expectativas que me hice cuando busqué información en Internet”- pero sí conocía el equipo, que había descendido tras haber estado muchos años en la ACB. Consideró que era una buena oportunidad para seguir avanzando en su carrera. “Estoy bastante satisfecho con mi rendimiento, pero no del todo porque creo que puedo hacerlo mejor. En la segunda parte de la temporada estoy jugando a mejor nivel, también en el play-off, pero de lo que más satisfecho estoy es de que estamos ganando, esa es la parte más importante de esto”, asegura, al tiempo que reconoce estar contento con su rol en el equipo ya que es una función que conoce muy bien: “Siempre me ha gustado anotar, ser capaz de encontrar la canasta, es algo que he hecho desde que era pequeño. Mi padre siempre me decía que no importaba a quién tuviera delante, incluso si era mucho más grande que yo, siempre hay una forma de llegar el aro. Me gusta esa responsabilidad y jugar duro, creo que aporto mucha energía al grupo, sobre todo en los momentos difíciles”. En su debe, no esconde que a su juego le quedan cosas por mejorar. “Tengo que ganar consistencia. A veces soy irregular y tengo que tomar mejores decisiones sobre la cancha. Debo corregir esos errores. En la universidad destacaba por eso, pero el baloncesto aquí tiene sus peculiaridades y he tenido que adaptarme”.

La experiencia también está siendo enriquecedora fuera de las canchas. “Me encanta la comida de aquí, la gente es muy agradable y hay muchas cosas que puedes hacer. Me gustan las playas de las localidades cercanas y estuve en ese sitio donde filmaron Juego de Tronos. ¿San Juan de Gaztelugatxe? Eso. ¡Un lugar increíble! También me he acercado a San Sebastián? Aquí no te aburres”, aplaude. Tampoco lo hace en un vestuario que califica como “muy divertido”. “Estamos todo el día gastándonos bromas los unos a los otros, tocándonos las narices. Kevin (Larsen) es el tío más gracioso. Siempre está hablando y haciéndonos reír. Da igual en qué momento entres a nuestro vestuario, Kevin siempre estará hablando”, afirma entre carcajadas.

Disfrutando de su presente, Brown no se pone límites. “Mi meta es llegar lo más alto posible, no sé donde será. Todo el mundo tenemos un viaje. Yo empecé en Macedonia, ahora estoy aquí y no sé dónde estará mi futuro. No sé si con 28 años jugaré en Estados Unidos o si podré hacerlo a nivel Euroliga? Nadie lo sabe. Solo queda trabajar duro, no pensar tanto en el mañana y centrarme en el hoy”.