Bilbao - En un encuentro ambientado en dos ecosistemas diametralmente distintos -de alfombra roja y fluido hasta el descanso, de trincheras y árido los dos últimos cuartos-, el Bilbao Basket hizo valer su fondo de armario y su calidad para poner el sello a su quinto triunfo del curso ante un Valladolid serio y físico que solo dio su brazo a torcer de manera definitiva en los cinco minutos finales, en los que careció de fortaleza para hacer frente a la mayor potencia de fuego de los anfitriones, que siguen enganchados al coliderato de la LEB Oro. Al conjunto que dirige Álex Mumbrú le sigue costando romper los partidos. Carece todavía de colmillo afilado a la hora de lanzarse a la yugular del rival de turno cuando este se tambalea sobre la cancha, lo que hace que no acabe de perder contacto y pueda sobrevivir haciendo la goma. Así ocurrió, una y otra vez, en la matinal de ayer durante los primeros 35 minutos. Demarraje bilbaino, ventaja de seis o siete puntos, posibilidad de poner pies en polvorosa en el luminoso... y puerta abierta para que los de Paco García recuperaran el terreno perdido. Pero si una virtud tiene el conjunto vizcaino en este amanecer de curso es su solvencia para cerrar los partidos, su pulso de cirujano para desenvolverse en los finales de partido, cuando los errores se pagan carísimos. Ayer volvió a sacar a la palestra esta virtud. Del inquietante 74-71 a cinco minutos del final al 81-71 a falta de tres minutos. A partir de ahí, gestión intachable de una ventaja contra la que nada pudieron hacer los visitantes.

Aunque no es la principal virtud de su plantilla, el Bilbao Basket supo actuar sin miramientos cuando la exigencia física de la contienda subió tras el descanso y solo titubeó en los momentos en los que la extraña actuación arbitral -permitieron trompazos en ambos aros pero castigaron contactos mucho más suaves- amagó con sacarle de quicio. Cuando el choque se embarró, supo estar a la altura de las circunstancias e incluso llevar la voz cantante en las trincheras y si a esta virtud se le suman la calidad individual de sus piezas y su impecable fondo de armario -ninguno de los diez jugadores que saltaron a cancha actuó más de 25 minutos ni menos de doce- no es que el éxito esté asegurado, pero sí que se convierte en más factible. Los bases repartieron 17 asistencias y solo perdieron cuatro balones -Thomas Schreiner acabó con 28 de valoración-, Jaylon Brown ofreció muchas soluciones ofensivas sin tener que forzar situaciones, y los pívots... Lo de los pívots es un lujo. Las estadísticas no hacen justicia a la influencia en el juego de un Ben Lammers que desequilibra por sus magníficos fundamentos defensivos cada vez que salta a cancha, mientras que Kevin Larsen, recuperado de sus molestias en el tobillo, volvió a ofrecer su mejor versión en ataque siendo además vital en las dos acciones que rompieron el duelo. Metió la canasta del 78-71 con un tiro lateral sobre la bocina tras un ataque absolutamente embarullado y en la siguiente acción capturó el rebote ofensivo que cristalizó en el triple de Brown para el 81-71.

Atendiendo a su amanecer, era difícil prever que la contienda fuera a decidirse con un patrón de elevada intensidad. En los primeros compases del duelo, el rigor defensivo brilló por su ausencia. Ambos conjuntos pudieron correr a placer, fabricar buenas situaciones de tiro no costó demasiado esfuerzo y el marcador se movió con brío, como demuestra el 26-22 al término de los diez primeros minutos. Fue el Bilbao Basket el que llevó en todo momento la voz cantante, pero De la Fuente primero y Hayes después mantuvieron en partido a los pucelanos. Y el decorado no cambió demasiado en el segundo acto. Los anfitriones mandaban, amagaban con amasar rentas tranquilizadoras, pero su juego carecía de la sostenibilidad necesaria, ya fuera por pérdidas de balón, lanzamientos cómodos errados o excesiva relajación en la retaguardia. Con parciales favorables a ambos conjuntos, el Valladolid llegó incluso a ponerse fugazmente por delante en el luminoso (33-34), respondieron con prontitud los de Mumbrú (42-36) y el duelo llegó nivelado a su ecuador.

Al regreso de vestuarios, más de lo mismo. Los anfitriones comparecieron entonados con un triple de Brown y un dos más uno de Salgado, pero no hubo fuga. Los de Mumbrú entraron en bonus demasiado rápido y los visitantes sumaron muchos puntos desde la línea de tiros libres mientras el partido perdía velocidad y se iba atrancando cada vez más. Un triple de Schreiner colocó un esperanzador 65-57 a 2:50 de la conclusión del tercer cuarto, pero no hubo manera. Reyes, notable partido el suyo, agarró con fuerza el timón de los suyos para mantenerlos a flote (67-61 a diez minutos del final). Entre Edu Martínez y Javi Salgado colocaron la que hasta ese momento era la mayor ventaja bilbaina (72-63), pero por momentos parecía que las constantes vitales del duelo podían decantarse del lado de los de Paco García con un tres más uno de Reyes y un mate fallado de Lammers. El 72-69 a 6:43 del último bocinazo parecía presagiar otro final de infarto, pero este Bilbao Basket se mueve como pez en el agua en los momentos de mayor exigencia. Elevó su intensidad atrás, puso a sus bases a controlar las operaciones y entre Larsen y Brown hicieron el resto. 81-71 con menos de tres minutos en el reloj y nueva prueba superada ante otro rival bien armado, trabajado y serio en su propuesta.