He tenido la fortuna de coincidir con expertos en formación, responsables de recursos humanos y gestores del servicio público Lanbide. El marco fue un encuentro sobre jóvenes y empleo que me abrió los ojos a algunas realidades y a encarar otras que ya conocía. Lo diré rápido: se hace uno mayor.
El diagnóstico dice que nuestra juventud tiene ante sí la oportunidad de sustituirnos a los boomers y hacer de ello una ventaja. Son menos que nosotros, así que sobrarán sillas; tienen mejores mecanismos de formación y herramientas que harán más eficiente su desempeño; su conocimiento técnico es superior al nuestro porque el avance tecnológico ha sido exponencial y ha traído sistemas más eficaces de transmisión de ese conocimiento. Esto nos habría bastado para proyectar nuestra vida profesional. Si se añadía un carácter firme, el éxito estaba asegurado. Pero en el futuro que ya es hoy hará falta que a ese carácter y conocimiento actualizado, se añadan habilidades blandas. ‘Soft skills’ las llaman, porque si un concepto no está bautizado en inglés, no te lo toman en serio.
Resumo algunas de estas cualidades: capacidad de respuesta a los retos –es decir, no te rajes ante la dificultad–; trabajo en equipo preservando el buen ambiente y el respeto –no seas un cardo y comparte–; ambición bien entendida –no pises a nadie, el éxito es de todos, gañán–; buena comunicación –aprende a hablar y hazte entender: no todo es “la cosa esta” ni “el rollo ese”–; capacidad para resolver conflictos –no los provoques–; sé creativo –se acabó que inventen otros– e innovador –el pensamiento crítico no es sacar faltas a otros, es analizar soluciones originales–. Y siempre, siempre, actualiza lo que sabes al menos tan rápido como tu versión de móvil.