bilbao - En Galdakao, la cita con Antón conduce siempre al On Kafe. Allí espera junto a su hija Udane, que juguetea con la silla de la bicicleta de su aita. Una bici casi de juguete, portátil, con la que el ya excorredor recorre las calles de su localidad natal. Nada que ver con la que guarda con mimo en casa, la Cervelo del Dimension Data que elevó al cielo en pleno paseo de La Castellana. Con ella dio sus últimas pedaladas y forma ya parte de su museo particular. El mismo que a lo largo de una intensa semana ha ido recomponiendo en decenas de entrevistas.
¿Retirarse le supone una liberación?
-Sí. Me va a dar pena porque es toda una vida haciéndolo, tantos como 25 años, 14 de los cuales como profesional, pero sin duda también hay un punto bastante grande de liberación porque te debes a unas marcas, a un equipo, a la gente que te rodea y a ti mismo para hacerlo bien. Sabes lo que eso implica, el esfuerzo, el sacrificio, estar fuera de casa 200 días, mucho estrés...
¿Por qué ahora?
-He valorado no solamente el momento, sino el dónde y el cómo estoy. ¿Que podía haber seguido? Seguro. ¿Compensa seguir a toda costa? Para mí no. Es importante saber elegir el momento de dejarlo y saber vivir otras circunstancias. Después de una carrera muy bonita, tenía que cerrarla bien. Quedarme con un buen recuerdo del final y así va a ser.
La Vuelta siempre ha sido una carrera muy especial para usted. ¿Es su carrera fetiche?
-Sin duda. He corrido muchas carreras importantes, pero la Vuelta es la que más me ha dado y la que más me ha hecho crecer como ciclista en todos los aspectos. Deportivamente y también a nivel humano, porque al final en las grandes vueltas por etapas estás más de 21 días con el mismo grupo de gente.
Dice que es la que más le ha dado. ¿Pero también la que más le ha quitado?
-Digamos que es la que más me ha dado y más que quitar, la que más me ha dejado de dar en algunos momentos. Pero me ha dado mucho. No sé qué porcentaje pondría en la balanza. No lo ha sido todo, ha habido más cosas, pero es la carrera que en algunos momentos me podría haber hecho explotar definitivamente.
¿Cuando empezó a darle vueltas a su posible retirada?
-Ya incluso el año pasado. La Vuelta a España fue muy dura y, aunque conseguí terminarla, no fue un año como yo me hubiera imaginado. Por ese lado, quise seguir. Pero ya me rondaba la idea. Este año, en el Giro viví un momento jodido. No me estaba encontrando bien del todo, incluso me tuve que retirar por un problema intestinal y me di cuenta que tenía que acabar este año bien. Tenía que verlo durante la Vuelta y después del Oiz me di cuenta. Es un deporte muy exigente. Empiezas a ver las cosas de otra manera, las caídas, el riesgo que corres; que también dejas a la familia mucho tiempo en casa...
¿Qué parte de culpa ha tenido el nacimiento de su hija?
-Una parte importante. Pero también por mi mujer y por el hecho de estar con ellos más tiempo y hacer una vida de aita, ama y alaba. Del Giro aquí he estado solo 20 días en casa. Aunque he de reconocer que voy a echarlo de menos porque es una forma de vida, que es la que he conocido.
Los responsables del Euskadi-Murias hablaron con usted para que se uniera al proyecto...
-Sí, tengo buena relación con Odriozola, con Rubén... Es bonito que se interesaran por mí. Y hasta cierto punto estuve valorando la idea, dándole vueltas. Una opción podía haber sido seguir con el Murias para enseñar, pero el hueco que ellos me podían haber dado a mí les tocaba a otros. A ciclistas jóvenes.
¿Qué recuerda de su llegada al pelotón?
-Fue todo muy rápido. En septiembre de 2004 corrí el Tour del Porvenir. Aprobé, aunque no fue como para tirar cohetes, pero ya veía la posibilidad de dar el salto a profesional, aunque hasta que no te lo confirman lo ves un poco lejos. El primer año, 2005, fue muy duro y que me incluyeran en el Giro a las primeras de cambio fue un reto muy exigente. Pero precisamente por eso al año siguiente di el salto de calidad que di para conseguir la victoria de Calar Alto. Sobre todo teniendo 23 años. Cuando eres joven y rompes ese hielo cambias tu mentalidad, aunque hay que tener cuidado. Te hace ver que si ya lo has hecho una vez, lo puedes repetir. Eso lo hablé con Óscar Rodríguez después de que ganara en La Camperona. ¿Que tiene de malo? Que adquieres mucha presión siendo muy joven y llegas a los 30 y puedes llegar a pagarlo.
Desde un primer momento hubo muchas expectativas depositadas en usted. ¿Cree que las ha cumplido a lo largo de su carrera?
-Yo con las mías sí. Por supuesto que en algunos momentos me habría gustado lograr mejores resultados, pero el problema es que en la sociedad siempre se exige más. No a mí, a cualquiera. Cuando se ha hecho tercero, la gente quiere que sea segundo y cuando es segundo, la cosa es por qué no ha ganado. Y es así de injusto, pero hay que aceptarlo. Si a mí me llegan a decir cuando yo empezaba en esto que iba a tener esta entrevista, diría que ese no soy yo, que no he podido hacer todo eso. Me sentiría muy orgulloso. Con la perspectiva de los años lo ves de otra forma. Pude tocar el cielo en muchos momentos pero no fue así por las dichosas caídas. Pero no cambiaría nada de mi carrera.
¿Cuál es su mejor victoria?
-Hay dos que me han marcado. La del Zoncolan, por dónde fue, en una montaña durísima, y por delante de quién gané, un Alberto Contador que estaba en uno de sus tres mejores años, que ganó el Giro con una enorme diferencia y además yo sabía que él quería ganar esa etapa. Por eso me sentí más orgulloso. Pero me tengo que quedar con Bilbao. Es la carrera de mi vida por todo lo que englobaba y por estar con el maillot naranja por la Gran Vía.
¿Y su peor momento?
-La gente pensará en la caída de 2010 camino de Peña Cabarga, pero para nada. Con lo que siempre he sufrido mucho es cuando estás haciendo una preparación física y por una enfermedad o por algo, no puedes estar como quieres y tienes que seguir corriendo o entrenando en esas circunstancias. Tienes compromisos que cumplir y en esas condiciones es muy duro física y psicológicamente.
¿Por qué dice que aquella caída no fue su peor momento?
-No quiere decir que no esté rabioso por aquello, pero te juro que lo he pasado mucho peor que entonces. Hasta cierto punto, en aquella Vuelta cumplí con algunos sueños. Gané un par de etapas, perdí el maillot de líder y lo recuperé otra vez... Fui yo el culpable, no me lo quitaron a mí. Los días que peor lo he pasado es, como este año mismo, cuando tuve que retirarme enfermo del Giro.
¿Habría ganado la Vuelta de 2010 de no ser por aquella caída?
-Nunca lo sabremos. Tampoco me gusta decir con la boca abierta que la hubiera ganado, porque encima había una contrarreloj antes del final y con Nibali nunca se sabe. Tenía que haberle sacado algo más de tiempo para poder decir que habría ganado. El podio sí lo tenía.
¿Qué es lo primero que se le viene a la mente de su triunfo en Bilbao en 2011?
-Guardo tres fotos en la cabeza. Cómo estaban mis aitas y mi hermana animándome en la subida a El Vivero. Sabía que estaban allí. Luego, la de mis amigos. Estaban un poco más abajo esperándome y uno subió descalzo corriendo a mi lado un rato. La otra foto es de la llegada a Bilbao.
El contrapunto a aquel triunfo fue lo vivido en septiembre de 2013 en la Vuelta a España, con ese paseo de honor por las calles de Madrid, que fue la antesala del adiós de Euskaltel.
-Fue duro. Es más, una pequeña parte de que haya tomado la decisión de dejarlo en el lugar en el que lo dejé fue porque también allí di mis últimas peladas vestido de naranja. Aquella fue una despedida triste.
En su momento se habló de la posible entrada de Fernando Alonso como patrón del equipo. ¿Cómo recuerda aquello?
-Nos afectó a todos. Había preocupación por lo que iba a pasar, saber si iban a contar con todos en ese nuevo proyecto... Luego cuando se confirmó que no salía, nos quedamos en bragas.
¿Se vendió demasiado humo?
-Claro. Viendo de dónde venía, te hacías a la idea de que iba a salir. Eso pensaba yo y luego, mira? Salió en la prensa, incluso su representante Luis García Abad hablaba de aquello. Fue un año convulso, hasta que no salió la posibilidad de Alonso, estábamos a la espera. En el Tour, con presión de tener que hacer algo, y eso no ayudó. Luego, en la Vuelta, de nuevo con la incertidumbre. Eso hace que se enrarezca el ambiente. Aunque no nos salió mala Vuelta, ganamos por equipos.
Usted llegó en un momento muy convulso al ciclismo profesional, con el dopaje muy extendido. ¿Ha cambiado mucho este deporte desde entonces?
-Ya venía de atrás, con cómo estaba cocido todo. Luego vino la factura de todo lo que se hizo mal esos años y tiempo atrás. Se fue alargando y eso enterró muchos proyectos. El interés bajó, se nos empezó a mirar con lupa e incluso hasta mal. Era un poco frustrante. Ahora, viéndolo con cierta perspectiva, bienvenido todo lo que pasamos. Se vive más relajado ese tema. Ya sabemos que vivimos súper controlados. Al final, el que quiere rendir tiene que hacerlo todo al milímetro. Si andas bien es porque te cuidas y haces una vida de monje de privarte de muchas cosas. No es lo que cierta gente piensa de que tomas algo y ya andas. Hay que estar desde los 10 años como empecé yo. Llegamos gente que nos lo hemos currado. No hay milagros. Y el que quiere tomar un atajo sabe que va a tener problemas tarde o temprano. Seguirá habiendo problemas, pero por suerte, ha cambiado.
¿Qué sensación le dejaba que un compañero diera positivo?
-Era una sensación fría, de sentirte huérfano.
¿Engañado?
-No lo sé. El que se ha engañado es él. La ha cagado. A mí me da igual que me engañe. Es un tema complicado de explicar. Que haya tenido un problema alguien cercano, yo lo he tenido, no por ello voy a dejar de hablarle. Está claro que te cambia la vida. El ciclismo además sale muy dañado. Me gustaría también que en todos los deportes se midiera con la misma escala. Hemos pagado el pato por posiblemente culpables que pudimos llegar a ser en un pasado, pero creo que también hay que relativizar. Ahora estamos en 2018 y a ver si todo esto queda en el pasado.
¿Cómo ve la salud del ciclismo vasco?
-Me acuerdo de un símil que decía (Miguel) Madariaga, que es que en este momento hay un tren que está pasando y hay que cogerlo. Se han hecho las cosas bien, desde años atrás con la Fundación Euskadi y ahora con Jon Odriozola. Aunque les falta el empujón definitivo para que se consolide y asiente sus cimientos. Que puedan fichar un corredor como Pello, Omar. Hace falta dinero, pero si hay interés se puede hacer un equipo en torno a él. Un Landa no sé qué contrato puede tener, quizá demasiado, pero algo que pueda ilusionar. Ahora, los corredores de Murias y la Fundación están creciendo y van a poder darnos alegrías.
¿Ve viable que haya dos proyectos?
-Que haya dos proyectos puede ser viable porque de hecho ahí están los dos. Pero lo interesante es que haya calidad de proyectos. A mí me haría ilusión que fuera como con Orbea y Euskaltel, una escalera. Que sea con el nombre que sea, pero que vayan de la mano. Son dos escalones necesarios. Un Continental es también una pequeña escuela de aprendizaje en la que corredores muy jóvenes se pueden dejar ver. Hay que ir a cualquier carrera y ganarla. Está todo muy caro.