JUSTO el día en el que mostraba con orgullo a la afición merengue el trofeo que le ha otorgado la UEFA al mejor portero del año va Julen Lopetegui y manda al costarricense Keylor Navas al banquillo. Ocurrió en la pasada jornada, la tercera, frente al Leganés (4-1). En cambio, los medios de comunicación madrileños daban por sentado que en la anterior jornada, frente al Girona (1-4), sería el belga Thibaut Courtois el inquilino de la portería blanca, sobre todo por su condición de fichaje estrella del verano y el aval del guante de oro, que la FIFA le ha concedido para acreditar al mejor guardameta del Mundial de Rusia 2018.

¿Y quien jugará en San Mamés? Courtois, pocos lo dudan, aunque en recientes entrevistas Lopetegui aseguraba que “tiene un plan” para sus reputados porteros, aunque no desveló en qué consiste. Si reserva al cancerbero belga para la Liga y apuesta por Keylor Navas para la Copa y para la Champions, tal y como hizo Carlo Ancelotti en la campaña 2013-14 con Diego López e Iker Casillas, o normaliza la situación apostando por uno de ellos, en detrimento del otro.

¿Y qué hacer con el descartado?, en el caso de Navas después de haber contribuido decisivamente en la consecución de las tres últimas Ligas de Campeones, entre otros títulos, y su indiscutible línea de regularidad.

Si el Athletic tiene un lío en su portería, con la defenestración de Alex Remiro porque no acepta, al parecer, la oferta de renovación del club, con la apuesta, de momento, por Unai Simón, y lo que pueda pasar cuando Iago Herrerín esté en condiciones plenas para jugar, el Real Madrid no le va a la zaga.

En realidad, el problema viene de lejos. Justo desde aquel 31 de agosto de 2015, cuando la directiva del Manchester United envió el contrato de David de Gea por fax a la sede de la Liga de Fútbol Profesional a las 00:32 horas del 1 de septiembre. Es decir, 32 minutos fuera de plazo. En consecuencia, la LFP no autorizó el fichaje del portero madrileño y Keylor Navas, que estaba con las maletas cerradas y presto para viajar a Manchester como parte del acuerdo, se tuvo que quedar en tierra para disgusto de Florentino Pérez, quien además había pactado con el United una cifra de 30 millones de euros, y del propio De Gea, que ya tenía piso en Madrid para iniciar una nueva vida junto a su novia, la cantante Edurne.

De Gea, en realidad, tenía que cubrir en el Real Madrid la ausencia de un histórico, Iker Casillas, que optó por cambiar de aires a causa de sus problemas con José Mourinho y después con Carlo Ancelotti. Keylor Navas, su relevo circunstancial, no dejaba de ser un apaño, un parche en la portería blanca. Llegó en julio de 2014 del Levante, donde se había labrado una excelente reputación con extraordinarias paradas, a cambio de su cláusula de rescisión, 10 millones de euros.

Kepa y la obstinación Pese a su probada fiabilidad, Florentino Pérez nunca confió lo suficiente en el portero costarricense, y esa impresión se pudo constatar en el rocambolesco episodio que se vivió en el pasado invierno, cuando el Real Madrid negoció con los representantes de Kepa Arrizabalaga, un guardameta joven, de temple y a quien todo el mundo auguraba un gran porvenir. Además, la operación tenía una pinta magnífica: por solo 20 millones de euros, lo que fijaba la cláusula de rescisión, se zanjaba la cuestión. Además, el entonces entrenador del Real Madrid, Zinedine Zidane, se podía permitir el lujo de elegir su mejor opción, garantizada una competencia feroz por la titularidad bajo los palos de la portería blanca.

Lo que no esperaba Florentino Pérez era hasta qué punto podía llegar la obstinación del técnico francés y hasta qué punto, también, alcanzaba la fidelidad a sus principios. Zidane se cerró en banda y se negó pública y reiteradamente a aceptar cualquier tipo de refuerzo, sobre todo en la portería, lanzando un claro mensaje de confianza hacia sus jugadores, y en especial al meta costarricense. Entonces el Real Madrid estaba a la deriva en la competición liguera, pero acabó ganando en la final frente al Liverpool la tercera Liga de Campeones consecutiva. Y Keylor fue clave.

Y en plena felicidad surgió la gran sorpresa: Zidane anunciaba que dejaba el club merengue, y en tan inesperada decisión nadie duda que el pulso entablado con el presidente madridista a cuenta del fichaje de Arrizabalaga tuvo mucho que ver.

Florentino buscó en Julen Lopetegui el recambio a tan insigne entrenador, dinamitando de paso a la selección española, que se quedaba sin el técnico guipuzcoano en vísperas de afrontar el Mundial de Rusia.

Y sobre todo perseveró en la búsqueda del portero fetén para un equipo de campanillas como es el Real Madrid. Se volvió a hablar de David de Gea, aunque el Manchester United se descolgó pidiendo la friolera de 100 millones que hicieron inviable cualquier negociación.

La segunda opción encajó como anillo al dedo: Thibaut Courtois. El cancerbero belga estaba loco por volver a Madrid, donde hizo carrera en el Atlético antes de regresar al Chelsea, y sobre todo porque allí viven sus dos hijos, Adriana y Nicolás, fruto de su relación con una joven canaria, de la que se separó hace un año. El club londinense conocía sus intenciones de no renovar el contrato, que terminaba en junio de 2019, y finalmente pactó con el Real Madrid un traspaso por 40 millones. Y así se cerró el círculo: el Chelsea, con 40 millones más, se llevó a Kepa; el Athletic se quedó con un dineral sabiendo que tiene buenos recambios en la casa; Florentino ya tiene un guardameta de alcurnia, el Mejor del Mundial de Rusia, y Keylor Navas un motivo más de superación personal, al amparo de su honda convicción religiosa.