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Txapelas de revolución

Olatz Arrizabalaga, campeona de San Fermín, desbroza el despegue de la pelota femenina hacia cotas históricas

Txapelas de revolución

EL Labrit de Iruñea es un frontón muy especial. Cuando dan partidos en la tele, siempre hay un ambiente espectacular que no hay en casi ninguna otra cancha”, destaca Olatz Arrizabalaga (Gautegiz-Arteaga, 1997). Después de haber conquistado el sábado el cetro de la primera feria de San Fermín de pelota a mano femenina de la historia junto a la veterana Maite Ruiz de Larramendi, la vizcaina volverá a quedar registrada en las enciclopedias pelotazales. Cumplió otro hito en un emplazamiento que rozó el lleno por muy poco y en el que se vivió una jornada espectacular. Ganaron frente a Iturain-Larrarte (22-12). No era lo que más importaba. “Daba igual la final. En esos momentos solo piensas en jugar bien en una cita tan importante y disfrutar”, determina Arrizabalaga. La toma de La Bombonera es otro punto histórico en el discurso de la pelota femenina, vibrante, revolucionario y actual. “No me lo creía”, pensó en las entrañas del templo iruindarra. Meses antes, las finales del Emakume Master Cup de parejas, que ganó con Leire Etxaniz, llenaron el Astelena de Eibar. Aunque era complicado, las pelotaris convirtieron en carne lo imposible. “Esos dos frontones son dos de los escenarios más importantes del panorama. El ambiente es distinto al que se puede encontrar en otros lugares que también poseen mucho aforo”, remacha Olatz.

La de Gautegiz-Arteaga se encontró con una cómplice de excepción en Iruñea: Ruiz de Larramendi. “El curso pasado fuimos a jugar a México juntas y tenemos muy buena relación. Maite me da mucha tranquilidad porque es una pelotari muy segura”, desvela la vizcaina. De ahí que surgiera su vena más artística sobre el tapete iruindarra. “Con el Labrit lleno no podíamos hacer un partido feo. Al darme mucha seguridad y salirme los primeros remates, seguí intentándolo”, analiza. Experimentó en una plaza en la que gusta el riesgo. Gustó.

Un cambio El mundo de la pelota femenina ha sufrido una gran transformación en los últimos cursos. Ese viraje se gestó desde el club Txokoan de Larrabetzu y se abrió al resto del mundo. Arrizabalaga lo ha vivido en sus carnes. “Hay aún cosas que mejorar, pero en muy poco tiempo hemos vivido un cambio importante. No pensábamos que iba a haber tanta afición y la gente ha respondido”, sostiene la de Gautegiz-Arteaga. De hecho, la explosión se construye a base de festivales en todos los territorios en verano. “Nos hemos quedado sin vacaciones. En agosto tendré once partidos y después jugaré el Europeo de one wall. En muchos municipios solicitan encuentros femeninos junto con los masculinos. Antes, igual disputábamos cinco en los tres meses”, evoca Arrizabalaga, quien agrega “lo importante es que se ha plasmado un futuro en la pelota femenina, que hay referentes, y las niñas tienen actividad para continuar en este deporte”.