Bilbao - Kerman Lejarraga ni dejó respirar a Bradley Skeete. No pudo. Fuego fatuo en el hígado y en los pulmones. Caronte: el barquero del infierno. Kerman: un huracán de golpes. El Revólver de Morga reventó al de Tooting, al que no le sirvieron ni los patines ni su jab de izquierda para escapar ante un adversario lleno de argumentos. Lejarraga es una bomba nuclear. Lejarraga es napalm. Lejarraga es campeón de Europa del peso wélter, categoría reina del ensogado actual. Lo hizo con autoridad y sin tener que exigirse demasiado. La diferencia de altura entre los dos contendientes no fue suficiente para dar argumentos al campeón británico. Solamente le duró dos asaltos el combate a Kerman. El cinturón viaja a Morga, viajará al Hades, donde Kerman es el juez y jurado.

El inglés duró menos que un caramelo a la puerta del colegio. Entró a esbozar el boxeo que hasta ahora le había dado resultado en sus 27 combates ganados: distancia, control y movilidad. Su cuerpo, un andamiaje que se acerca al 1,90, le ayuda. Tiene pose de maratoniano; es púgil de larga distancia. La cuestión es que hacen falta muchas armas para derribar el muro de Kerman. Los contrarios no tienen la mirada de los mil metros hasta que no residen en el mismo escenario que él. Lejarraga es guerra en dosis gigantescas. Kerman no dudó en entrar al intercambio, en los puntos ciegos de Skeete, que saboreó cómo pega un adversario que las ocho onzas apenas recubren el hierro de sus puños. Olor a sangre. Las manos de estibador del morgatarra, por trabajador diario, por sacrificio, palpan ya el oro del triunfo. Y van 25 triunfos seguidos. Eso sí, este con un regusto muy especial, el continental, que saboreará a tragos largos, como lo merece una situación como esta. Lejarraga, al que los árboles sí dejan ver el bosque, consiguió un escalón más en su carrera al Olimpo, pero es consciente de que lo que tenga que llegar, llegará. Paso a paso. El Mundial WBA está a la vuelta de la esquina y podría hacerse con el ganador entre Pacquiao y Matthysse. Pero bueno, eso queda lejos. Hay mucho camino por hacer. Por de pronto, suma su vigésimo K.O.

Lejarraga asfaltó su actuación con holgura. A Skeete le cambió la cara nada más empezar el debate. En el primer asalto, el de Tooting solamente mostró el jab. Nada más. Fue para marcar la diferencia de envergadura. Nada más. El boxeador local, aclamado por los suyos, en volandas, se esforzó en marcar las medidas, conocer el terreno y, después, explorar. En medio de ello, encontró dos veces el rostro de Skeete. Al inglés ya se le empezó a olvidar la sandía de la que hablaba Alan Smith, su entrenador, que se tuvo que comer sus palabras. Vio la cruz de la moneda. Vio el dolor. El perpetuo golpeo de martillo de Kerman, poseedor de dinamita en sus dos manos, fue definitiva.

tres veces la rodilla en la lona En el segundo se vino el drama y el epílogo. Skeete no duró más. Kerman se comió la sandía, camino al Hades. El de Tooting puso tres veces la rodilla en la lona y tuvo que declinar continuar debatiendo con su adversario, dados los múltiples destrozos en la batalla. Los desperfectos de Skeete llegaron con un derechazo al rostro de Kerman, que le metió el tembleque dentro; otro golpe con la diestra al hígado, que le dejó visto para sentencia, y un zurdazo al cuerpo que terminó el trabajo. Tres pasos. Skeete se fue a la lona sin resurrección ni spidifen que valga. ¡Eureka! Kerman impuso la ley del pegador en el Bilbao Arena con una autoridad absoluta. En el salpicadero: un horizonte de lujo.

La holgura del triunfo y cómo se gestó alumbra una realidad para El Revólver: es el monarca de la modalidad y su forma de conseguirlo exigen nuevos retos. Brutal.