Bilbao - Sentenciado públicamente desde el mismo momento en el que el pasado miércoles los dirigentes del club reconocieron abiertamente que no era seguro que se sentara en el banquillo de los hombres de negro en el duelo del próximo domingo ante el San Pablo Burgos, Carles Duran recibió en la noche de ayer la sentencia definitiva por parte del consejo de administración de la entidad de Miribilla. El catalán es ya historia como técnico del Bilbao Basket y Veljko Mrsic, técnico croata de 46 años que se encuentra sin equipo desde que abandonó el Cedevita el pasado verano, parece el principal candidato para sustituirle. Mrsic no conoce los banquillos de la Liga Endesa, competición que disputó como jugador entre 1999 y 2002 en las filas del Unicaja.
Tras una semana caótica, horriblemente gestionada por un club cuyos mandatarios no supieron arropar a quien todavía era su empleado sino que le arrojaron a los pies de los caballos de la opinión pública, focalizando en su figura el mal momento deportivo del equipo y cargándole de responsabilidades que probablemente deberían asumir otros, la decisión de ayer cierra el periplo en Bilbao de Duran, un técnico que en año y medio ha sido juzgado con excesiva dureza por los diferentes estamentos del club y que no ha llegado a tener un respaldo uniforme por parte del vestuario y del consejo de administración. Fichado en el verano de 2016 tras la tumultuosa salida de Sito Alonso con la recomendación inequívoca de los pesos pesados del vestuario, no hay que olvidar que Duran no estuvo lejos de ser despedido al finalizar esa misma temporada. Parte del consejo de administración le achacaba que “no transmitía lo suficiente” sin tener en cuenta que el catalán tuvo que afrontar los nueve últimos partidos del curso sin su mejor jugador, Scott Bamforth, y que acató, sin rechistar, que no se fichara a nadie para tapar su ausencia. Incluso llegó a haber nombres de sustitutos encima de la mesa, pero al final se decidió que continuara, ayudado por el hecho de que tenía contrato en vigor.
En el amanecer de este curso, los resultados no han acompañado al equipo, sobre todo en la Eurocup, ya que en Liga Endesa, con tres victorias y seis derrotas, se encuentra más o menos donde debe estar por recursos económicos: a un triunfo de puestos de play-off y con dos de colchón -tres si el domingo gana en casa al Burgos- sobre el descenso. Con un equipo inferior en cuanto a calidad y peor estructurado que el del curso pasado y una configuración original en la que había hasta cinco jugadores sin ninguna experiencia en el baloncesto europeo, no deja de ser curioso que los mandatarios del Bilbao Basket hayan entrado en pánico a las primeras de cambio. Si esperaban resultados mucho mejores partiendo de un plantel con carencias estructurales muy definidas, sobre todo en el juego interior, y con enorme inexperiencia, deberían hacérselo mirar.
Porque, evidentemente, Duran tiene parte importante de responsabilidad en las malas sensaciones que ha transmitido últimamente el equipo, pero da la impresión de que en esta ocasión ha ejercido como cabeza de turco. Porque el hecho de que ya haya habido que hacer dos cambios en la plantilla cuando no se llevan ni dos meses de competición no deja en buen lugar como director deportivo a un Raúl López que decidió finiquitar la confección del equipo en junio, un modus operandi en absoluto habitual en equipos de presupuesto bajo pues se desperdició la posibilidad de acceder a jugadores descartados por conjuntos de nivel superior, y del que no se ha escuchado una explicación pública. Porque ningún mandatario, sea presidente, consejero o director general, ha salido tampoco a la palestra estos meses para explicar la realidad deportiva del equipo, pedir calma o apoyo a Miribilla o cualquiera que fuera el mensaje que se quisiera transmitir desde el club. Esa portavocía ha recaído en entrenador y jugadores cuando miembros de ese vestuario hubiesen agradecido un mensaje más institucional.
El eslabón más débil Así, si Duran ya era el eslabón más débil en toda esta historia, los acontecimientos de la última semana no hicieron más que detonar cualquier autoridad que tuviera sobre un vestuario con castas muy marcadas, jugadores con un peso específico muy elevado no solo en lo deportivo sino también en lo institucional y un ecosistema global difícil de gobernar. Los aspavientos hacia la figura del entrenador no han sido escasos en este año y medio, tampoco las correcciones a sus instrucciones en muchos de sus tiempos muertos o los corrillos en pista para cambiar jugadas cuando el poseedor de la pizarra ya había trazado un plan. Incluso un jugador, Jonathan Tabu, se negó a salir a cancha durante los minutos finales en el choque contra el Barcelona.
Y al final acabó ocurriendo lo que tenía que ocurrir atendiendo a lo vivido en la última semana, con una forma de proceder muy poco elegante por parte del club que tampoco ha gustado demasiado a su masa social. Muchos aficionados coincidían estos días en las redes sociales con que, por encima de la conveniencia o no de echar a Duran, algo con lo que no pocos estaban a favor, la forma de gestionar el asunto distaba mucho de ser la adecuada.
Los silbidos que se escucharon tras la derrota ante el Lietuvos, no muy numerosos pero de los que se dejan notar en un Bilbao Arena cada vez menos poblado, algo no achacable a Duran por cierto, encendieron las alarmas del consejo, que ayer decidió cortar por lo sano y destituir al técnico, quizás temiendo que los siguientes gritos de desacuerdo del público pudieran dirigirse al palco y no al banquillo. Por el momento, Duran ha pagado por todos.