Piel polaca, corazón afgano y espíritu libre
Ania Winkler presentó ayer en Bilbao un filme sobre su padre, Adam Jacek, polaco que luchó en afganistán contra la URSS
EL régimen soviético nunca trajo nada bueno para Adam Jacek. Sus ideales, su hambre de libertad y su enfado crónico ante la falta de respuesta al totalitarismo lo convirtieron en un hombre incómodo en la Polonia despedazada tras la II Guerra Mundial. Ese desigual pulso entre el individuo y el comunismo le empujó a exiliarse con su familia a París. Cambió de país, cambió el comunismo por el capitalismo, pero no sus ideales y su pasión por la fotografía y la montaña.
“Le impactó mucho lo que vivió de crío”, relata su hija Ania Winkler, quien ayer presentaba en el Mendi Film la película La montaña mágica, que narra la singular historia de su progenitor, “contra ese régimen no había reacción a pesar de estar muy oprimidos”. Pero el destino quiso que su padre encontrase en otro rincón un pueblo dispuesto a plantar cara a la URSS: “En los setenta los soviéticos invadieron Afganistán. Mi padre se interesó por ello, sobre todo cuando vio que el pueblo afgano ofrecía resistencia y atacaba a los soviéticos. En las montañas había gente que decidía luchar contra el ejército rojo con muy pocas armas”.
En la cabeza de Adam Jacek solo crecía una necesidad: unirse a los afganos. En la familia aquel antojo no sonó especialmente descabellado. Su mujer también era una mujer comprometida con la lucha por las libertades. No en vano, había estado en prisión por traficar con libros bajo el régimen comunista. Ania lo recuerda como algo normal: “Mi madre y yo aceptamos su propósito. Supongo que para mi madre fue diferente y más duro. Yo tenía 12 años. Para mí fue algo natural. No dijo un día que se iba. Fue algo paso a paso, un proceso que fue realizándose”.
Apasionado de la montaña, Jacek sintió que sus inquietos huesos encontraban su lugar. “Él descubrió esa gente en las montañas y se interesó por ellos”, recuerda Ania, “pensó que verdaderamente aquel era su sitio. Aquel era el lugar correcto para hacer frente a los soviéticos. Era un hombre de montaña y un hombre de aventuras. Decidió unirse a los afganos, aunque le costó tres años poder hacerlo”. Se presentó allí sin papeles, como un refugiado, y fue rechazado. Durante tres años viajó por Europa preparándose para poder integrarse en el ejército de Massoud. Finalmente lo consiguió y combatió en Afganistán en dos periodos de seis meses cada uno.
El combate convirtió a Jacek en un afgano más. A su regreso se convirtió “en una especie de embajador o emisario de las tropas de Massoud para hablar sobre la causa del pueblo afgano y los muyahidines”. Escribió varios libros e impartió conferencias en México, Canadá, Estados Unidos...
Muchos escritores y cineastas le propusieron hacer películas sobre su vida, pero Adam siempre se negaba. Quería hacer películas, pero sobre el pueblo afgano y su lucha, no sobre él. Finalmente cedió, pero solo con su hija. Ania escribió un guión para una película que versaba sobre la relación entre su padre, ella misma y la historia afgana. Pero en el proyecto se cruzó la rumana Anca Damian, quien le convenció para transformar la película hacia el formato animado.
“Ha sido profundamente interesante y muy difícil hacer una película sobre mi padre”, explica, “ha sido enriquecedor pero muy difícil. Hacer la película sobre mi padre totalmente por mi misma hubiese sido muy dificultoso. Ha sido mejor que hubiese alguien que, con distancia, me ayudase a ver el buen camino”.
Ahora Ania trabaja en una exhibición fotográfica muy especial: “Es el diálogo entre las fotografías que mi padre hizo hace cincuenta años y las que he hecho yo cuando he ido a los mismos lugares de Afganistán hace dos años”. Es su manera de conectar con el espíritu libre de su padre. Su piel polaca y su corazón afgano se fueron en 2002. Falleció de un ataque al corazón en el Mont Blanc mientras dormía en su tienda de campaña.