bilbao - Este es el cuarto mundial juvenil para Clara Azurmendi, aunque en esta ocasión tendrá la oportunidad de vivir algo impensable, jugar con los mejores jugadores del mundo y prácticamente en su casa.
¿Cuál es el objetivo para el Iberdrola World Junior Championship?
-El objetivo es sacar una medalla. Es muy difícil, pero hemos estado entrenando muy duro para ello todo el verano. Todo lo que teníamos que hacer ya lo hemos hecho y ahora toca salir y disfrutar. Tenemos que confiar en nosotros, dar lo mejor y el resultado vendrá.
Está en el decimotercer puesto de la clasificación juvenil mundial, tras haber estado en el tres. ¿Eso le coloca como una de las candidatas a medallas?
-Sí creo que tengo posibilidades de lograr la medalla, pero está difícil. Hay muchas jugadoras, todas son rivales duras y tendré que luchar cada partido como si fuera una final.
¿Qué nivel hay en este Mundial?
-La mayoría de las jugadoras de primer nivel que están aquí, sobre todo las asiáticas, ya han jugado a nivel absoluto y cosechado buenos resultados. Existe diferencia entre el nivel europeo y asiático, pero nosotras ahí estamos y si jugamos bien, se puede hacer algo bonito.
¿Qué siente al disputar este torneo tan cerca de casa?
-Se hace en Bilbao, prácticamente en mi casa, además siendo mi último año junior. Parece que me lo están poniendo todo para hacerlo lo mejor posible. Luego, que venga nuestra gente a animarnos es un punto a favor y tenemos que aprovecharlo.
¿Cree que este campeonato puede suponer un impulso para el deporte en Euskadi?
-Eso espero. Va a hacer que la gente venga a verlo y al ver el nivel, a lo mejor hace que se enganche. Animo a todo el mundo que acuda al torneo porque no se va a arrepentir.
En su caso, ¿cómo se enganchó al bádminton?
-Empecé con 7 años en Donostia, en el colegio Marianistas con el Aldapeta. Fue mi hermano el que comenzó a jugar antes y me dijo para probarlo. Me enganché nada más probarlo y aquí sigo. De pequeña también hacía baloncesto, pero cuando tuve que decidir por uno de los dos deportes, me fui para el bádminton y no me arrepiento de nada.
Aunque pronto Donostia se le quedó pequeño y se trasladó a la residencia Joaquín Blume en Madrid.
-Al principio se me hizo duro, porque me fui allí bastante pequeña. Aunque no me arrepiento para nada de haberme ido y, ahora mirando atrás, si hubiera podido me hubiese ido antes. En Donostia mi escala de mejora estaba limitada y tenía que irme si quería seguir progresando.
¿Es dura la vida en la residencia?
-Básicamente, vivo para el bádminton. Me levanto, estudio, voy a clase, entreno, como, vuelvo a entrenar, a clase de nuevo y ya me he pasado el día. Entreno unas seis o siete horas al día. Se hace duro, pero cuando se refleja en los resultados, merece la pena el trabajo realizado.
Aun así, ha tenido que hacer sacrificios para llegar hasta aquí.
-No me arrepiento de lo que he sacrificado en mi vida. Hay gente que puede pensar que estoy loca y para las personas que no tienen un objetivo en mente puede ser entendible, pero yo quiero estar en Tokio. Levantarme cada día pensando en ello es lo que me motiva.
Tiene la suerte de tener a Carolina Marín como referencia.
-Hay días que entreno con ella y poder hacerlo con la mejor jugadora del mundo es una motivación y un espejo en el que mirarse. Ella lo ha conseguido de la nada. Partió de cero y es posible. No es que haya nacido con un don, ha echado horas y sufrido, pero lo ha conseguido porque ella lo quería de verdad y demuestra que todo esfuerzo tiene su recompensa.
¿Qué siente al entrenar con una jugadora de este nivel?
-Todo el mundo lo tiene asumido, pero no nos damos cuenta de que estamos entrenando con Carolina. Lo veo como algo normal porque desde que entré ella ha estado ahí y la he visto progresar. Siempre entrena al cien por cien, aunque esté tocada y hay que fijarse en ella. Además, es muy buena gente. Para nosotros que somos más jóvenes, que ella, Carolina, nuestro ídolo, nos ayude y dé consejos nos hace sentirnos bastante bien y nos sirve para evolucionar como personas y deportistas.
Si sigue sus pasos, tendrá que acostumbrarse a viajar mucho tiempo en Asia, ¿está preparada?
-Es un lugar muy distinto en muchos aspectos. La afición que tienen allí es exagerada, por ejemplo Carolina es como Cristiano Ronaldo aquí. A nosotros no nos pasa, pero los absolutos a veces tienen que coger un taxi para ir a un pabellón que está a cinco minutos del hotel porque la gente les para todo el rato. Tiene que ser agobiante, pero a la vez muy bonito porque nos hacen sentir importantes. Espero vivir eso en el futuro.