bilbao -En la víspera, a un palmo de Valencia, Aitor Hernández, líder de la Copa de España, renegaba del ábaco, de los cálculos ante la cercanía de Felipe Orts en la general. No quería el ermuarra distracciones, pensar en números y puestos, imaginar sumas y restas para coronarse por cuarta vez campeón del trofeo. El trono requería piernas más que perderse en el laberinto de las hipótesis. Con esa idea, la de mantenerse en la azotea, en lo más alto, dibujó la estrategia el ermuarra. Ese mismo pensamiento se instaló en Felipe Orts, obligado al remonte porque partía con una desventaja de seis puntos en el parqué bursátil. La misión del alicantino era sencilla: quedar por delante de Aitor Hernández y perderle de vista. Lo consiguió en una actuación perfecta. Un calvario para el vizcaino que se le escurrió la general el día que se apagaba la Copa de España.
La aventura, empero, tenía la altura de un Himalaya debido a las prestaciones mostradas por el vizcaino en lo que va de curso. A orillas del Turia se esperaba la íntima esgrima entre Aitor Hernández y Felipe Orts. Ni el mayor visionario podía presagiar semejante desenlace en la desembocadura de la Copa de España, la capitulación de Aitor Hernández.
Al rey en funciones le destronó el cohete del joven príncipe Orts, que se impulsó con determinación y colmillo desde la rampa de despegue. Su salida, fulgurante, no tardó en situarle al comando de la carrera. A su espalda, se encoló un grupo con Javier Ruiz de Larrinaga, Óscar Pujol, Kevin Suárez, Ismael Esteban y Aitor Hernández, en su versión más apagada. Le faltaba luz a las pedaladas del ermuarra, carente de fotogenia. A pesar de ello, el vizcaino trató de encapsular al alicantino, voraz en un circuito seco, arenoso, el mejor de los ecosistemas para Orts. Se acentuó el joven a medida que Aitor Hernández, lejos de su perfil más solvente, se emborronaba. Más si cabe cuando perdió el paso con el resto de la cordada que continuó rastreando a Orts y se aisló. Era el vizcaino un islote sin un puente con el que coserse. Las dudas acamparon en su mente. Le taladraron la moral. La insoportable levedad del ser. “No he tenido mi día. Al principio iba segundo, tirando del grupo perseguidor, pero luego ellos me han pasado y he tenido un pequeño fallo técnico. He perdido unos metros que yo solo contra todos no he podido recuperar y me he venido abajo mentalmente”.
Sin nada a lo que asirse salvo a la barandilla de soledad, Aitor Hernández, desconectó. “Aunque hoy no haya sido un buen día, hay que pasar página ya y mirar a los próximos objetivos”. Prefería el vizcaino pensar en el futuro en lugar de mirar al presente, un muro de oscuridad en Valencia que alumbraba al neón de Orts, galopando en solitario. Del retrovisor emergió Larrinaga, que se emparejó al alicantino después de limar un retraso de 25 segundos. Sin embargo, a Larri le penalizó la explosividad del alicantino, más entero. “La remontada ha sido buena, aunque Felipe al parecer ha sufrido un pinchazo que le ha condicionado; de todos modos, cuando le he alcanzado ya no me quedaba margen para recuperar. He probado a tomar la cabeza, pero en la última vuelta sé siempre que lo tengo muy difícil por el sprint. Orts ha entrado primero en la arena y yo ya iba justo y sin opción de superarle”, decía Larrinaga. En solitario, Felipe Orts festejó su hermosa corona en meta. Tras él, Larrinaga, Pujol, Suárez y Esteban. Cabizbajo, vencido, sexto, asomó Aitor Hernández, al que negó Felipe Orts. En Arrasate, José Antonio Díez Arriola se hizo con el triunfo.