OLAIZOLA II-URRUTIKOETXEA 21-22 ALTUNA III-MERINO II

Duración: 1h 29:47 minutos de juego; 42:06 de juego real.

Saques: 2 de Olaizola II (tantos 5 y 7) y 1 de Altuna III (tanto 19).

Pelotazos: 823 pelotazos en juego.

Tantos en juego: 10 de Olaizola II, 1 de Urrutikoetxea, 9 de Altuna III y 5 de Merino II.

Errores: 5 de Olaizola II, 2 de Urrutikoetxea, 5 de Altuna III y 2 de Merino II.

Marcador: 1-2, 2-2, 2-3, 3-7, 3-8, 4-10, 10-10, 10-11, 11-11, 11-12, 12-12, 15-13, 15-15, 16-17, 17-17, 17-18, 18-19, 19-19, 20-20, 21-21 y 21-22.

Incidencias: Final de la feria de San Mateo de Logroño, disputada en el frontón Adarraga de Logroño. Lleno. El trofeo a mejor pelotari del torneo se lo llevó David Merino.

bilbao - Hay segundos que vale la pena vivirlos, que pasan tan lentamente que parecen horas. Hay instantes de zapatilla o motor y otros, de ralentí y densidad acuática. Momentos de astronauta y de terrícola. Vivió David Merino la pausa en una suerte de película a más de 24 fotogramas por segundo cuando Jokin Altuna, hijo adoptivo de la cátedra logroñesa, descarado, sin ponerse colorado, con el traqueteo de un envite que superaba los ochocientos pelotazos y la hora y veinte de tajo, soltó una parada al txoko desde más lejos del tres y medio y la pelota llegó a un soplo de la chapa y cayó muerta. ¿Tanto? David miró, con el mundo a cámara lenta, como el gesto de artista del amezketarra, a los jueces porque Aimar Olaizola, emergente en el trabajo defensivo, la había cazado pero no levantado. Desde la contracancha le dijeron que sí, que era tanto. David levantó los brazos. Un suspiro. Altuna III se tiró al suelo. De rodillas y con las manos en la cabeza, disfrutaba de lo siguiente a la incertidumbre: la explosión. La feria de San Mateo, espectacular en los dos últimos arranques del dueto formado por el guipuzcoano y el riojano, protagonistas de los mejores partidos del verano, murió por la mínima, pero parecía que no quería despedirse de la vida terrenal de un choque espectacular, peloteado, intenso y brillante. Mereció la pena ese segundo. Sangre fría la de Altuna.

Le dio a la final la puntilla con arte y ensayo, mientras los gemelos de su compañero David, que se llevó el trofeo a mejor pelotari del torneo, le pedían tregua y Aimar, siempre el coco, buscaba su camino con un Mikel Urrutikoetxea serio. El vizcaino ha demostrado que es un pelotari como la copa de un pino.

Iniciada la contienda con Altuna III y Merino II en tromba, la capitulación colorada no se produjo hasta que no cayó el fogonazo final de Jokin. 2-7 se lanzaron de salida los jóvenes de Aspe con un planteamiento positivo y el trabajo repartido: Merino II, en vena, puso el dominio en los cuadros largos para que su compañero esperara el remate. Por entonces, la contabilidad mostraba 201 pelotazos en el balance de gastos. Además, la versión de los rivales asomaba a remolque: defensa sí, pero pocas oportunidades de terminar. Se escaparon con un impulso más los azules hasta el 3-10, en el que todavía quedaba mucho trote.

Aimar, un pelotari de tormenta, gigante cuando se encuentra, explotó con la distancia. Despertó a tiempo. Urrutikoetxea, peleando de tú a tú con el mejor zaguero del verano, apoyó su camino sin errores y evitando en la medida de lo posible a Altuna. Y, en cuestión de minutos y pocos pelotazos, porque el factor Olaizola es así y su sombra es alargada, la falla se deshilachó. Igualaron los colorados a diez, con dos saques del goizuetarra, tres tantos rápidos marca de la casa y una arrimada de Urrutikoetxea. De ahí al final, las distancias no volvieron a concretarse.

Pasado el ecuador, de hecho, la irrupción de Olaizola II y el cansancio de la batalla del viernes, donde los azules se metieron entre pecho y espalda otro partido de más de ochocientos pelotazos, puso a los colorados en ventaja. Llegaron a dominar 15-12. El partido se endureció.

Dos fallos dieron aire a los de Aspe. Y Altuna se desplegó. Sacó la varita. El partido se volvió loco. Un gancho guipuzcoano y un derechazo soberbio de Merino, que acabó con cinco tantos en su casillero, les colocaron 15-17. David, entonces, tuvo que pasar por el vestuario porque los gemelos le ardían del tajo. Empataron en un epílogo agónico a 19, 20 y 21. Y Jokin ni se lo pensó. Paró la pelota en el bigote del gigante Aimar. Mayúsculo. Y al final: un segundo de incertidumbre, un partidazo, un remate, un destello. Una final para enmarcar.