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La lluvia no mermó la asistencia a la subida al Pagasarri

La subida al Pagasarri se dirimió entre la bruma de la cumbre, algunos tramos fuera de pista embarrados y con una afluencia de gente sostenida a pesar de la lluvia del sábado

La lluvia no mermó la asistencia a la subida al Pagasarri

Pagasarri - En mitad de la subida, entre la niebla, unas voces.

-¡Nos adelanta todo el mundo!

-Pero eso es porque disfrutamos del paisaje, del aroma de las plantas, de las vistas...

Y romper a reír. Puro espectáculo. Así es la Subida al Pagasarri. Da igual el ritmo, la batalla, el barro o la niebla. Da igual que parezca que entre la densa capa de nube blanca vaya a aparecer La Perla Negra. ¡Qué más da! “Esto es una tradición más de la Navidad, como Santo Tomás o el Olentzero”, confiesa en la cima, mientras tanto, Juanjo San Sebastián, montañero experto y cabeza visible de la promoción del evento, que patrocina BBK.

Todo Bilbao amaneció ayer serpenteado y envuelto en bruma. Ciego. “A las siete de la mañana aquí no parecía ni que había árboles”, revelan desde la organización sobre el claro en el que establecieron el campo base antes de atacar la cima, donde la maquinaria de la marcha estableció las casetas de bocatas de chorizo, los premios, los refrigerios y el caldo -¡que no falte!- donde los primeros montañeros, los más madrugadores, llegaron a las 8.30 horas. Así las cosas, la capital vizcaina se tornó una telaraña de gente en pos de coronar el Paga. Bien desde la salida establecida por la organización del evento, en la sede de Kutxabank en Gran Vía 30, o bien con el campamento, coche, ropa de recambio, bocata de repuesto y el ánimo aparcado en San Adrián o bien por cada uno de los recovecos que afronta la mítica montaña bilbaina desde la urbe; alrededor de 9.000 personas iniciaron la subida. Siempre en goteo.

No fue problema el sábado y la lluvia y unos días anteriores de cambios climáticos importantes. Juanjo San Sebastián comenta que “no es una cosa que suele afectar tanto. En el caso de que llueva mucho sí que podemos hablar de que se caigan unas 1.000 personas, pero poco más. Puede bajar de 9.000 a 8.000, pero esos 8.000 locos vamos a seguir subiendo llueva o truene”. De este modo, la lluvia intermitente del sábado no restó ganas a todos los que se aflojaron las comidas navideñas antes de tiempo -ya saben, por aquello de limpiar un poco antes de ponerse morados-, a los que aman la montaña y a los aficionados a vivir un Clásico más. Y ya son 24. Y es que, al ser pista casi todo el recorrido que presenta la Subida, apenas supone problemas de aclimatación o calzado. El número de locos se mantiene. Incluso recuerda San Sebastián que en la octava edición, “que cayó el Diluvio Universal”, con granizo y todo, nadie quiso perderse la cita con el Paga. Está marcado a fuego en el calendario. Efeméride pura y dura. Un día para recordar.

Con un planteamiento de fresquito, bruma y cierta dosis de barro, a los tempraneros les benefició bajar y subir como sputniks. Como en los rallys: el que abre el tramo se encuentra la vía virgen y el que sale el último lidia con el desgobierno del barro. Así fue. Los madrugadores, que evitaron las masificaciones, cuestión bien valorada desde la organización del evento, se encontraron con territorio inexplorado para después ir formando pequeñas montoneras nada peligrosas. “Desde hace años abrimos los stands del hamaiketako prontito y permitimos que la gente que llega primero disfrute del premio según alcance la cima, para evitar que se condense aquí todo el mundo. Las primeras ediciones esperábamos hasta las 10 o así para abrir los puestos, pero con la masificación de la cita, al movernos en números tan altos, preferimos el goteo porque así no se generan colas grandes y se pueden evitar mayores problemas organizativos en cuanto a la masificación”, revelan. Y es que, a las 7.00 horas ya estaba la maquinaria de la Marcha en funcionamiento con más de cien personas trabajando. “Acabamos de verdad el martes, cuando subiremos con rastrillos para tratar de devolver el firme a su estado natural”, apostillan.

fiesta de la montaña familiar Pues bien, a las 7.00 horas, la niebla ya reinaba en las fauces del Pagasarri. No había ni árboles, según decían. Alguien se los había llevado. El goteo constante derivó a una fiesta familiar de la montaña. Niños, niñas, perros, matrimonios, caballeros jubilados con mejores piernas y pulmones que muchos adolescentes, gente de la Federación de Montaña... En definitiva, un crisol de almas en comunión con los 671 metros del Pagasarri y un recorrido planteado por la organización calificado como “el más bonito para hacer”. Constaba de diez kilómetros empezando desde Gran Vía. La gran serpiente, sin cabeza, porque la bruma y el goteo dejó sin mascarón de proa la Marcha BBK, pasó por la Plaza de Toros, Rekalde, Peñascal, las Canteras... Hasta hollar la cima en, aproximadamente, una hora y cuarenta y cinco minutos. Esta vez, Bilbao quedó en un segundo plano, porque la climatología dejó ciego de panorámicas cualquier intento de fotografía de Bilbao en plano casi cenital. Se apagó esa opción, pero no la fiesta. Música, buen rollo, apenas incidentes médicos “salvo los habituales”, caldo y bocata hasta las 13.30, más o menos, hora en la que la gente que trabaja para que el resto se divierta empezó a recoger los bártulos para poner fin a una mañana de disfrute en la que la neblina fue el máximo protagonista. No así el barro, que sí que humedeció las pistas y provocó alguna culada y alguna voltereta en bajada digna de un especialista de Hollywood. Mereció la pena. Como ya sabían los bucaneros del cine: La Perla Negra se escondía detrás de la niebla.