TENGO que amueblar la cabeza. El aspecto psicológico es lo más importante, más que el físico”, repite a modo de mantra Julián Sanz, ciclista de ultrafondo, cuando olfatea el horizonte del desafío que se propone: batir el récord de distancia recorrida sobre un rodillo, una marca fijada en 2.750 kilómetros. La aventura comenzará el martes en el BEC dentro de la programación del BIBE. Explica Sanz que ante una tarea tan monótona “lo importante es fijarse objetivos diarios”, no mirar más allá del día a día, una visión cortoplacista, más saludable para la mente. “Pensar en lo que tienes que hacer ese día, sin ir más allá”. El aquí y ahora como concepto de una aventura extraordinaria en un hábitat donde se impone la rutina. “Es una prueba más controlable con menos lugar para la improvisación”, apunta el deportista. El reto de Julián Sanz se reparte en seis etapas si bien las tres primeras se presentan claves para la consecución del récord. “Nuestra idea es acumular kilómetros al principio para luego regular”, determina el ciclista, convencido de que aquello de Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, que decía en verso Antonio Machado, es el trampolín que le impulsará cuando se encierre con el rodillo y sus pensamientos. “Tenemos que aprovechar los primeros tres días porque estaré en una sala, más aislado, el resto de días los pasaré dentro del recinto de la feria y tal vez sea más complicado concentrarse”, desgrana el corredor, que no ha realizado una preparación específica “acumulé trabajo en Austria participando en una prueba de 2.200 kilómetros. Llego rodado”.

Sucede que pedalear sobre el rodillo, avanzar si moverse, provoca un cansancio psíquico extra, una pesadez de complicada digestión. “El rodillo es un infierno”, suelen comentar los ciclista, que difícilmente sobrepasan una hora de trabajo sobre esa superficie que deja rodar en medio de la quietud. La dureza mental se sitúa por encima del impacto físico, del desgaste del organismo e incluso de las horas de sueño. “Creo que mantener la concentración es lo más complicado debido a la monotonía que te exige el rodillo”, explica Julián Sanz, que no quiere mirar más allá del día a día. Estar tachonado a un sillín durante seis días seguidos, 20 horas al día, es un esfuerzo titánico. “Necesitas estímulos”, advierte Sanz. El ciclista los encontrará entre el arsenal multimedia con el que cargará su montura. Delante del manillar situará una pantalla donde ver películas. “Llevaré música y películas para entretenerme mientras pedaleo”. La música, de pocos decibelios, “de cantautores como Ricardo Arjona, Fran Fernández, Andrés Suárez”, le guiará el ritmo. Entiende Julián Sanz que para ser constante en el esfuerzo “no conviene música fuerte para una tarea prolongada”.

Se imponen las pedaladas de la perseveración, sin trompicones ni cambios de ritmo. “La velocidad media de los tres primeros días será de 30 km/h. El resto de los días, según las necesidades”, detalle el ciclista, convencido de que la muda de escenario, le beneficiará para romper con la rutina. “El hecho de no realizar la prueba exactamente en el mismo lugar, aunque no dejas de estar pedaleando sobre un rodillo, me vendrá bien para airearme”. Oxigenar la cabeza se antoja imprescindible en un intento de récord que le obligara dispuesto a “dormir despierto”. “La idea es relajarte, puedes cerrar los ojos, como a duermevela, además no tienes el peligro de caerte como te puede suceder en una prueba tradicional”, bromea el ciclista de ultrafondo. “En un estado de relajación también se puede pedalear y mover unos 120 watios. Así continúas acumulando kilómetros, si bien la media deberá de estar entre 160 y 170 watios durante al menos 20 horas al día”. La estrategia pasa por realizar 600 kilómetros al día durante las tres primeras etapas y 400 kilómetros al día el resto de las tres jornadas.

analíticas in situ Si bien el ciclista se clavará al sillín, según las previsiones que maneja el equipo, Julián Sanz calcula dormir un total de 12 horas en 6 días sobre una colchoneta. El resto de tiempo que no permanezca sobre su montura lo invertirá el ciclista en un trabajo de fisioterapia para recuperar los músculos a medida que transcurra la prueba. “Haremos en principio 12 sesiones de masaje”, avanza Sanz, que se alimentará a base de purés “lo más fácil para digerir”. En ellos se mezclará fruta, carne, verduras... lo que sea necesario para mantener dotar de la suficiente energía al corredor, que será controlado en todo momento para que la fatiga corporal, la debilidad o la deshidratación no le descabalguen. Para ello, miembros del Centro de Alto Rendimiento de Fadura llevarán a cabo analíticas diarias. “Se analizará con una tira reactiva a la orina, el pH, la densidad, proteína, glucosa, etc., que nos dirá el grado de deshidratación en la que nos encontramos”. A partir de los datos obtenidos, se regulará de uno u otro modo el esfuerzo a desarrollar.

El control del intento de récord no se circunscribirá únicamente a la figura de Julián Sanz. Los detalles del entorno en el que se desarrollará la prueba también se cuidarán al máximo. Se persiguen parámetros contantes como el de la temperatura, (entre 15 y 20 grados), humedad (siempre por encima del 50% pero que no supere el 65% para evitar un exceso de sudoración) o la ventilación para regular el C02 de la sala. “Fíjate si se controla, que un miembro de seguridad deberá verificar que soy yo el que está sobre la bici. Firmará en un libro de registro de Guinness varias veces al tras comprobar que el que pedalea soy yo, que no se da el cambiazo”. Y todo esto sin moverse del sitio. Todo por el tour del rodillo.