aHORA sé lo que sienten los ciclistas cuando ganan”, dice Ainara Hernando, periodista y autora del libro Por amor al ciclismo, obra que presentó el miércoles en su Gasteiz natal acompañada por Miguel Indurain, Óscar Freire o Haimar Zubeldia, entre otros. Las palabras de la alavesa no son gratuitas. Llegan después de colgar el teléfono tras atender a una de las numerosas entrevistas que lleva realizando en las últimas horas. Es el foco mediático. Quien suscribe estas líneas es el siguiente de una larga lista. “Perdón por la tardanza”, se disculpa antes de pedir un café con el que entrar en calor, como los ciclistas tras una larga etapa de montaña. Su día es más o menos eso, un constante ir y venir, un no parar.
“Me siento rara, es una sensación extraña. Lo normal es que yo sea quien haga las preguntas, no quien tenga que responderlas”. Y lo que lo queda, pues solo es el comienzo. “Ha sido como tener un hijo”, admite. Un niño que ya se ha hecho grande, que ha visto la luz. Como también han crecido los protagonistas del libro, diez ciclistas, todos ellos en activo salvo Freire, a quienes Hernando se ha dedicado durante cerca de dos años en cuerpo y alma. Su libro trata sobre ellos pero desde “un punto de vista más humano. Igual es porque a las mujeres nos da un poco más por esa idea. No sé”, expone. Lo cierto es que su obra versa en torno a las historias pasadas de diez ciclistas: Cadel Evans, Chris Froome, Chris Horner, Vincenzo Nibali, Nairo Quintana, Joaquín Rodríguez, Peter Sagan, Rigoberto Urán y Alejandro Valverde, además del excorredor cántabro. Relatos de sus primeras pedaladas, de sus comienzos, más duros unos que otros. En definitiva, “del niño que ha hecho de su pasión su profesión”.
Como los ciclistas a la hora de recordar sus inicios sobre las dos ruedas, Ainara Hernando también echa la vista atrás. Un gesto tan cotidiano como regalar un libro fue el germen de Por amor al ciclismo. Una semilla que ya ha florecido. “La culpa es de aita. Él es quien más ha insistido en todo esto. Le regalé el libro Plomo en los bolsillos de Ander Izagirre y entonces me preguntó: Y tú, ¿no te animas a escribir uno? Y así empezó todo. No le podía decir que no, aunque me costó lanzarme a la piscina”, recuerda la periodista. A aquella primera idea de su aita le siguieron varias reuniones, la definitiva, con los responsables de la editorial Cultura Ciclista. Tras recibir el visto bueno, una vez perfilados todos los detalles, Hernando se puso manos a la obra.
Para la creación del libro hizo acopio de algunas entrevistas personales que Ainara Hernando había realizado tiempo atrás. Tiró de hemeroteca, pero también tuvo que mover hilos para poder llegar a aquellos corredores con los que no había podido hablar con anterioridad. “Todo han sido facilidades con ellos. El mayor problema lo he tenido yo. Pero es normal, nunca había escrito un libro y por momentos piensas que no puedes. Pero bueno, todo está acabado y estoy muy contenta con el resultado final”, explica la autora.
La obra recoge diez historias en profundidad y dos más breves, con Markel Irizar y Alberto Contador como protagonistas y narradas en primera persona.
de desgracias y otras historias Los recuerdos de los corredores copan las más de 300 páginas de la publicación. Vivencias más o menos agradables, pero que indudablemente han marcado la infancia de todos los protagonistas. Especialmente estremecedor es el caso de Rigoberto Urán, cuyo padre murió como consecuencia de un tiroteo. El fuego cruzado acabó con la vida de su progenitor. De Evans le llamó la atención su pasado aborigen; de Froome, su relación con los animales (tuvo algún percance con un hipopótamo). El entorno humilde en el que se crió Nairo en Colombia o el sufrimiento de Freire, que de pequeño a punto estuvo de perder una pierna, también están incluidos. “Lo que hubiéramos perdido”, asegura Ainara Hernando, que desvela más detalles sobre los protagonistas, pero la obra bien merece pasar un buen rato de lectura sobre el sofá.
“Son como niños. Siguen siéndolo, no han perdido esa inocencia”, reflexiona Hernando con una sonrisa sincera, emotiva, antes de dar por concluida la entrevista y, como los ganadores de etapa, volver a realizar un sinfín de entrevistas.