HACE 23 años, José Luis Galilea y Audie Norris formaban parte del Barcelona que ganó por última vez al Caja Bilbao en La Casilla. Ahora, ambos regresan a Bilbao con cargos de responsabilidad en el Baloncesto Sevilla, que se ha convertido en algo indescifrable, en un proyecto que transmite una pinta de chapuza importante y que, por lo que parece, ha conseguido soliviantar y cargarse la ilusión y el optimismo con la que lo miraban los pocos buenos aficionados al baloncesto que hay en la capital de La Giralda. La venta del club por parte de Caixabank a un fondo de inversión americano, cuya cabeza visible es el exbase donostiarra, ha levantado las sospechas de que en realidad lo que pretende la gente de Jefferson Capital Funding es acabar con él. Galilea llegó al cargo de director general prometiendo que no habría cambios radicales, pero de aquel Caja San Fernando que fue dos veces subcampeón de Liga en 1995 y 1999 y del Cajasol más reciente que fue finalista de la Eurocup y que transmitió frescura, descaro y futuro de la mano de Aíto García Reneses no queda nada, más que unos pocos jóvenes a los que les dejaron sin su maestro y sin la persona que apostó sin ninguna duda por ellos.
El técnico con más partidos dirigidos en la Liga Endesa tardó poco en dejar Sevilla tras atender a los nuevos dueños del club. A Aíto no le convenció lo que escuchó porque el veterano entrenador no está para aventuras inciertas y esta que apadrinan los fondos americanos lo es. El comienzo del equipo con cuatro derrotas, el peor de siempre en la Liga Endesa, no es más que una consecuencia del caos que reina en la parcela deportiva, puesta en manos de gente inexperta después de técnicos reputados, entre ellos Sito Alonso, rechazaran moverse a la vera del Guadalquivir. Diego Ocampo, ayudante las dos temporadas anteriores y que podría haber sido el relevo natural, tampoco contó para la nueva etapa y entrena ahora al UCAM Murcia. Así, un banquillo que han ocupado en la última década algunos de los mejores técnicos españoles como Manel Comas, Pedro Martínez, Joan Plaza o el propio Aíto está ahora en manos del estadounidense Scott Roth, que ni siquiera puede ejercer como tal al carecer de la titulación reglamentaria. Algo así como el Zidane del baloncesto. Para que pueda estar en el lío le han buscado una licencia inconcreta de auxiliar.
un mito sin papel claro Como primer entrenador en los partidos de la ACB figura el citado Audie Norris, mito del baloncesto ACB que ha llegado tarde al mundo del entrenador de elite a través del último Curso Superior y expone su reputación en un entorno técnico que transmite poca confianza. Javier Carrasco y Rafa Monclova completan un cuarteto de corbata con poca experiencia que, sin levantarse del banquillo más que de forma esporádica, debe conducir el crecimiento de jugadores como el letón Kristaps Porzingis, la joya de la cantera sevillana al que le queda poco tiempo allí antes de ir a la NBA, el madrileño Willy Hernangómez, al que costó convencer para que siguiera en Sevilla como cedido por el Real Madrid, o el serbio Nikola Radicevic, que con 20 años está asumiendo en este inicio de campaña la responsabilidad de ser el base titular y de hacer olvidar a Thomas Satoransky.
Con estadounidenses de medio pelo y veteranos como Berni Rodríguez y Alex Urtasun tratando de ejercer de pegamento, cuesta reconocer al Baloncesto Sevilla de este comienzo de temporada, el estilo y la personalidad de los que quiere dotarle Scott Roth. Mucho uno contra uno, ataques poco elaborados, mala utilización del juego interior y una defensa endeble, que encaja 90 puntos por partido, componen un panorama que tiene mosqueados a los seguidores sevillanos, que también son cada vez menos en el Pabellón San Pablo porque el club ha cortado las invitaciones gratuitas y muchos aficionados han decidido que no les compensa pasar por caja.
individualismo Quienes siguen de cerca al Baloncesto Sevilla hablan de que es un equipo anárquico y tendente al individualismo del sálvese quien pueda, de calidad limitada y poco trabajado. Pero los jugadores y Scott Roth apelan a la paciencia para empezar a ver los resultados, aunque por otra parte son conscientes de que empiezan a estar apremiados. José Luis Galilea, por si acaso, ha asegurado que Scott Roth va a seguir siendo el entrenador, pase lo que pase hoy ante el Bilbao Basket, mientras sigue litigando porque se le reconozca su estatus para la Liga ACB. Que el director general diga que “no cree en esas medidas” está bien, pero que afirme que “no influye tanto que no pueda levantarse del banquillo” suena a boutade.
Total, que la afición de lo que sigue siendo para muchos el Caja está de uñas con su equipo y con quienes lo dirigen, empeñados en transmitir sus mensajes a través de las redes sociales como disfraz de una supuesta modernidad en la forma de llevar el club. El del Baloncesto Sevilla es un caso extraño porque ha pasado de ser un proyecto con mucho futuro a justo lo contrario: algo a lo que no se ve un porvenir halagüeño. Cuando en el deporte aparecen intereses ocultos o poco claros, cuando las decisiones importantes pasan de la cancha a las tablas de contabilidad, los clubes se alejan del aficionado. Es lo que ocurre en Sevilla, donde siempre el baloncesto lo ha tenido difícil para hacerse un hueco en medio de la rivalidad futbolera. Y la solución, seguramente, no está en unos fondos de inversión.