eL Mundial solo dejó satisfechos a los alemanes, así que el Viejo Continente está hambriento de balompié. El mono por el buen fútbol ha hecho que en los últimos amistosos de la pretemporada y en los primeros partidos oficiales de las principales Ligas europeas se vivan episodios surrealistas. Aficionados que saltan al terreno de juego para lanzar una falta, impostores que se mezclan en el bullicio del área para rematar un córner, árbitros que fumigan a centrocampistas con su spray... Definitivamente, el fútbol se ha vuelto loco.
Uno de los platos fuertes del sábado futbolístico estaba en Old Trafford. Las expectativas por el debut liguero de Louis Van Gaal eran muy altas, pero los diablos rojos no estuvieron a la altura. Rooney, Mata, Chicharito y compañía no supieron cómo parar a un sorprendente Swansea. Ni siquiera Ander Herrera atinó para evitar la derrota. Pero el trago más amargo se lo llevó su compañero Ashley Young. Con el balón parado, Young empezó a dar órdenes a sus compañeros, pero se vio silenciado al caerle en plena boca un excremento de pájaro. Para desesperación de Van Gaal quedó claro que el ave tenía mucha mejor puntería que sus jugadores.
Mientras tanto, en Londres, se disputaba el partido entre el West Ham y el Tottenham. En las gradas del Boleyn Ground todo el mundo contenía el aliento ante el inminente lanzamiento de una peligrosa falta a favor del Tottenham. ¿Todo? No. Un aguerrido aficionado no soportó los nervios y decidió actuar ante la poca fe que le transmitía el jugador que iba a lanzar la falta. Con pantalones vaqueros y camiseta de cuadros se lanzó al césped y atravesó el terreno de juego con pasos desgarbados. La carrera se le hizo un poco larga, todo hay que decirlo, y, cuando los jugadores del West Ham arrugaban el morro en la barrera ante el inminente disparo, se sorprendieron por un chut flojeras. Su zurdazo, aunque bien intencionado, salió por encima del larguero.
No hubo posibilidad de resarcirse por el error. El aficionado, con el mismo estilo desganado con el que llegó, intentó escapar por la línea de fondo, pero los guardas de seguridad le detuvieron antes de alcanzar el graderío.
Esos dos no fueron los únicos momentos cómicos que dejó el sábado la Premier League. El Arsenal-Crystal Palace también tuvo su anécdota curiosa. Esta vez los implicados fueron el árbitro Jonathan Moss y el centrocampista español del Arsenal Santi Cazorla. El exjugador del Villarreal se disponía a lanzar una falta, pero el árbitro le pidió algo de tiempo para colocar la barrera debidamente con su correspondiente línea de spray para que los rivales no se adelantasen. Cuando Moss se agachó para marcar la posición del balón, el spray tuvo un gatillazo y no escupió espuma alguna. El colegiado comenzó a examinar el bote buscando el motivo de su mal funcionamiento ante la curiosa mirada de un Santi Cazorla que siempre se presta a echar un cable allá donde le necesiten. En un alarde de ingenio, el árbitro disparó una ráfaga del spray al aire creando una nube de espuma que fue directa a la cara del futbolista. Cazorla se alejó del lugar limpiándose y pensando, tal vez, que al menos lo que se había comido Ashley Young era cien por cien natural.
un falso cristiano A falta de partidos oficiales, el Real Madrid se fue el sábado hasta Polonia para jugar un amistoso contra la Fiorentina. Todo transcurrió con normalidad hasta que, a mediados del segundo tiempo, Benzemá y Di María se dieron cuenta de que algo le pasaba a Cristiano Ronaldo. De hecho, el jugador portugués ya había sido sustituido y el que esperaba en el centro del área para rematar un córner era un espontáneo que, sin que nadie se diese cuenta, había saltado al terreno de juego equipado con uniforme del Real Madrid y botas fosforitas. Fue entonces cuando el árbitro se percató de que había un impostor entre los presentes y, con un toque de humor, sacó la tarjeta roja para despacharle. Sin protestas, algo que delató que no era un verdadero madridista, el aficionado abandonó el terreno de juego.
Y en Francia también En Francia también se le cruzaron los cables a alguno. Que se lo pregunten a Motta, el jugador del PSG. Al terminar el partido ante el Bastia, Brandao, un jugador rival, le propinó un cabezazo en el túnel de vestuarios que le fracturó la nariz. Pero en la segunda jornada de la Ligue 1 el que más hizo el ridículo fue Serge Gakpé, jugador del Nantes. Cuando el togolés se dispuso a sacar un córner contra el Metz atinó mal y con la pierna, en lugar de al balón, golpeó el banderín clavado en el vértice del terreno de juego. Huelga decir que el respetable y el linier se desmontaron de la risa.
También hay quien no tuvo humor para tomarse las pequeñas sorpresas que da la vida. Es lo que le pasó a Marcelo Bielsa, que debutaba como local en el Velodrome. El exentrenador del Athletic estalló de cólera cuando tuvo que sustituir a su jugador André Ayew. Una herida en la cabeza del ghanés no paraba de sangrar y manchó de sangre dos camisetas que el árbitro le obligó a quitarse. El utillero del Olympique no tenía más prendas de recambio, lo que forzó el recambio por Dimitri Payet. Fue una escena demasiado demente para El Loco.