bilbao - En abril del año pasado, las dudas asaltaban a Jason Robinson (12-VIII-1980, Tacoma). Su temporada en la Liga argentina con el Gimnasia Indalo de Comodoro Rivadavia acababa de tocar a su fin con la eliminación en cuartos de final y se veía a sí mismo, a los 32 años, desnortado. Y lo más importante de todo, había perdido la pasión por el baloncesto, el deporte que había conseguido convertir en profesión de manera laboriosa, partiendo desde lo más bajo y sellando su pasaporte en destinos tan poco glamourosos como la Segunda División portuguesa. Le tentaba dejarlo todo y regresar a Seattle junto a los suyos, cada día la intención de colgar las botas le ganaba terreno a la de seguir en activo y entonces, de manera absolutamente inesperada, recibió una llamada que lo cambió todo, una proposición imposible de rechazar: el Valencia Basket reclamaba sus servicios para suplir las marchas de Marko Keselj y Michael Gelabale. No gozó de gran protagonismo en los ocho duelos que disputó como taronja, pero sí que le sirvieron para volver a disfrutar del baloncesto, para interiorizar que aún le quedaban cosas por hacer sobre una cancha.

Así, tras recargar baterías durante el verano, firmó a finales de agosto por el Gipuzkoa Basket, conjunto en el que está mostrando la mejor versión anotadora de su carrera y en el que se ha convertido en referente y termómetro del rendimiento colectivo. Cuando Robinson ha funcionado a pleno rendimiento, en el primer tramo de la temporada, en el que llegó a liderar la tabla de anotadores de la ACB con 18,2 puntos por partido, el rendimiento de los de Sito Alonso sorprendió a propios y extraños hasta el punto de coquetear de manera seria con la posibilidad de disputar la Copa de Málaga; cuando sus números han caído de manera notable en las últimas jornadas como consecuencia de diversos problemas físicos, el conjunto guipuzcoano ha visto frenado en seco su balance de resultados y su producción ofensiva. Para bien o para mal, el Gipuzkoa Basket respira al son que marca Robinson hasta el punto de que sigue siendo el jugador de la Liga que más minutos permanece en cancha con más de 33, dos más que Álex Mumbrú, al que se enfrentará hoy en el Bilbao Arena.

La carrera profesional de Robinson ha sido de maduración lenta y ha estado caracterizada por su perfil bajo y los constantes cambios. Ya en su periplo universitario (1998-2003) tuvo que acostumbrarse a hacer el petate, pues arrancó en el Seward County Community College (Kansas), disputó un curso en Buffalo University (New York) y terminó su año senior en la modestísima Pikeville College (Kentucky) de la NAIA, donde fue All American. Su nombre quedó muy alejado del radar de la NBA y de las grandes competiciones europeas. También de las medianas. Así, su bautismo de guerra como profesional se produjo en el Aliança Sangalhos, ni más ni menos que en la Segunda División de Portugal. Dos notables cursos promediando más de 23 puntos le permitieron subir un escalón y recalar en el Os Belenenses, produciéndose esa temporada 2006/07 su primer contacto con el baloncesto estatal merced a su efímero paso por el CAI Huesca de LEB 2. Otro notable año en el KCC Egis de Corea del Sur hizo que varios equipos de Adecco Oro se interesaran por él y, finalmente, recaló en Gandía en el verano de 2008. La siguiente campaña se enfundó la camiseta del Melilla, club con el que ganó la Copa Príncipe, y en 2010 el Valladolid llamó a su puerta permitiéndole debutar en la ACB ya con la treintena cumplida.

Nivel de confianza El propio Robinson reconocía en diciembre en un reportaje publicado en ACB.com estar atravesando por su momento más álgido como jugador profesional y destacaba que "cada jugador llega al tope de su carrera en momentos diferentes. Ahora estoy muy cómodo con mi juego: no me invento cosas, sé lo que puedo y lo que no puedo hacer". Tras las dos campañas en el conjunto pucelano -"esa temporada en Valladolid fue algo dura porque pasaron muchas cosas dentro del equipo; el entrenador cambió y los jugadores también, lo que hizo que fuese complicado", rememora- y la experiencia argentina que le llevó a perder la ilusión por el juego, el exterior del Gipuzkoa Basket se ha convertido en el jugador a anular por todos los rivales. Él lo achaca al intenso trabajo realizado este pasado verano en Houston en el campus que dirige el exjugador de la NBA TJ Ford y en el que también interviene Moochie Norris: "Este verano he trabajado más que ningún otro. Trabajamos en situaciones de partido y está valiendo la pena. Trabajamos en general todo el juego, pero a menudo se centran en aspectos concretos del juego individual. Llevo trabajando en los tres o cuatro últimos años y ahora es cuando se están viendo los resultados. Esos tíos han llevado mi confianza y mi juego a un nivel totalmente diferente", destacaba.