Bilbao
Marko Banic no olvidará en su vida el día de ayer. Todo lo que el croata imaginó que iba a pasar en su regreso a Bilbao se quedó corto, muy corto. Tener que manejar las emociones durante toda la semana, desde el mismo momento en que recibió las primeras llamadas desde la capital vizcaina, encontrarse a cada paso por el pabellón con gente conocida y amiga mientras tratas de concentrarte en la tarea no tiene que ser sencillo. Ni empezar un partido después de haber sido ovacionado durante más de un minuto en el que el objetivo era derrotar a esos mismos que le recordaron que en Bilbao hay mucha gente que le aprecia.
"La afición ha demostrado hoy algo más que cariño, casi amor, hacia un jugador y eso demuestra su grandeza", comentó Txus Vidorreta sobre el recibimiento que el Bilbao Arena dispensó a un bilbaino de Zadar que en ese rato, rodeado de sus compañeros, no pudo contener las lágrimas. El propio técnico del Estudiantes recibió su ración de aplausos y no se equivocó al sentir que "cada vez que vuelvo me reciben mejor. Es emocionante y lo agradezco de corazón al club y a la afición".
El partido se puso en marcha con Banic en el quinteto titular, la mejor manera de tragar rápido los sentimientos. Y después de tres minutos de juego, la primera canasta del Estudiantes fue de Marko Banic al culminar una acción de pick and roll como la que le permitió lograr muchos de los 2.505 puntos que anotó durante siete temporadas en la ACB con el Bilbao Basket. Esa canasta no tuvo continuidad y el croata tuvo un paso discreto por el partido, pese a que jugó 25 minutos. Solo al final sumó otros seis puntos con los que maquilló su estadística en el partido más complicado de su vida, quizás junto a aquel que apenas pudo disputar ante el Zadar, su equipo de formación, en la Final Eight de Turín.
en el vestuario local Acabado el choque, Banic fue saludado por todos sus excompañeros, tres de ellos compatriotas, y fue reclamado para la entrevista pospartido de Euskal Telebista, lo que le mantuvo en el centro de todas las miradas. Era lo justo, que él abandonara la pista en solitario, con la mano en el pecho y el brazo en alto, para sentir los últimos y sinceros aplausos que se llevó como un gratísimo recuerdo hasta la próxima vez que vuelva a Bilbao. Su antiguo equipo le permitió, incluso, acceder a su vestuario, ese que tuvo el honor de estrenar como capitán de los hombres de negro hace tres temporadas. Allí, en la intimidad del Bilbao Arena, afloró el orgullo de haber conectado con esa afición que, tan exigente con otros de los suyos, se vuelca sinceramente cuando encuentra respuesta en la cancha.
Marko Banic salió del vestuario, rumbo a la fría oscuridad de Bilbao, con una sonrisa de orejaa oreja. Si el resto de la expedición del Estudiantes le esperaba para subir al autobús, tuvo que hacerlo un rato porque Banic aún tuvo que atender a las numerosas personas que le esperaron para pedirle fotos y autógrafos, como si fuera una estrella de cine. Hay ocasiones en las que la derrota no sabe mal y eso les ocurrió ayer a Marko Banic y Txus Vidorreta, dos bilbainos dolidos en su profesionalidad, pero contentos porque, al menos, la victoria se quedó en casa. "Me duele perder, pero al menos me produce alegría por el Bilbao Basket y por Rafa", admitió el técnico de Indautxu que, como Banic, se marchó, pero sin irse.