Estación de esquí de Formigal. Para explicarle a Xabier Zandio lo que ha pasado, Rigoberto Urán, al que se le ha quedado carita de disgusto, le enseña la mano, pega las yemas de dos dedos, el pulgar y el índice, y le dice al navarro: "Por esto he perdido". Por nada que pueda ver el ojo. Lo dijo la foto-finish. Y sin verlo, lo supo antes Warren Barguil cuando celebró su segundo triunfo de etapa -ganó hace unos días en Castelldefels- en la Vuelta. Este no se lo esperaba. Por la mañana el francés, 21 años, se sintió enfermo, débil y cansado de tantos días de montaña, frío y lluvia. Luego, resurgió. Y con él, la Vuelta que estaba tendida sobre la palma fría de la mano de Nibali. Sufrió el líder cuando nadie lo esperaba, perdió de vista a Horner, Purito y Valverde entre las curvas que llevan a la estación de esquí de Formigal y se agarró al maillot rojo por poco. 28 segundos le lleva ahora a Horner y 1:14 a Valverde. Purito les sigue aún desde la distancia, pero les ve; está a 2:29 del italiano, derretido ayer.

Sería por el sol. Salió ayer tras dos días ausente y el acontecimiento fue recibido en el pelotón con un descorche de felicidad, otras caras en la salida, bromas, risas y ganas de bajar pronto del autobús para firmar, pararse a charlar por el camino, colocarse para un par de fotos y disfrutar de la caricia de los rayos en las piernas sin perneras y en los brazos sin manguitos. Qué gusto los veintipocos grados de la mañana en Graus, un pueblito a los pies de las grandes montañas. Apetecía un paseo en bicicleta. Para eso se inventaron días como el de ayer en los Pirineos.

Era el último de la Vuelta por la cordillera. Sobre el mapa, el menos señalado, el menos duro y relevante. Sobre la carretera, otra cosa. Es cierto que los recorridos los hacen duros los ciclistas. Y que las etapas largas de tropecientos kilómetros minadas de puertos no son garantía de espectáculo. Más aún, se afrontan con pereza. Cansan antes de cansar. La de ayer, corta y con dos puertos suaves antes de encarar la subida a Formigal, apetecía. Por el sol, tal vez.

Valverde se calienta

Los ciclistas son como placas solares. Se recargan con los rayos. Y luego corren como ellos. ¡Fiuuuuu! Durante 120 kilómetros no levantaron el pie del acelerador. Valverde, uno que dice contentarse con el podio a la vez que señala que no se borra de la lucha por la Vuelta, lo pisó en el sprint de Boltaña y le arañó tres segundos de bonificación a Nibali y a Horner. No parecían nada, una anécdota, y sin embargo, contaban muchas cosas. En ese momento, que el Valverde tembloroso de Andorra era historia. El de ayer era otro. Había entrado en calor. "Claro, yo soy de donde vive el sol, del sur", dijo luego el murciano, que buscaba, de inicio, la etapa en Formigal. De ahí la velocidad de todo el día hasta que 120 kilómetros de descarga de vatios después -Markel Irizar, un tipo fuerte y duro, dijo que su media en la etapa había sido de 300 vatios, una barbaridad, más aún teniendo en cuenta la paliza que traen encima, la lluvia y el frío de los días anteriores?- el pelotón frenó.

O levantó el pie del acelerador el Movistar, que había metido en una fuga a Intxausti, Smyzd y Herrada. Eso le valía y por eso dejó marchar al grupo, tan grande que daba cobijo a un buen puñado de corredores entre los que estaban Barguil, una gozada de ciclista tocado por la varita, Urán, Huzarski, Cherel, Paterski, Txurruka, Egoi Martínez, Garate y algunos más. El irundarra, que crece con el paso de los días, intentó irse en solitario al poco de comenzar a subir hacia Formigal, cuando el grupo se empezó a hacer pequeño y Barguil, enfermo por la mañana, débil, se agigantó. Cazaron a Garate y el francés que se refugia en un equipo holandés, el Argos, de la presión de los suyos, despegó las alas y echó a volar.

Subía hacia Formigal y el cielo azul de los Pirineos. Y detrás, persiguiéndole como a una presa, partió Urán para encontrarse a un kilómetro de meta. El colombiano aceleró para soltarle nada más llegar, pero el francés se agarró a su rueda y se quedó ahí. En ese refugio se iba mejor. En la recta de meta, ya en la estación, pegaba el viento de cara. Contra ese muro se lanzó Urán. Tras él, agazapado, iba Barguil, que salió solo para echarle un pulso de riñones al colombiano. El del francés fue más potente. Ganó por las yemas de dos dedos pegados. Por nada que puede ver el ojo.

Nibali sufre

Un par de kilómetros más abajo en la montaña, Valverde había atacado para ver lo que pasaba. Fue un acelerón seco y duro que nadie siguió y, sin embargo, el murciano no le dio continuidad. "Era pronto y pegaba el viento de cara". Quedó en nada. O en mucho. Algo vio Purito que le llamó la atención, cargó las piernas y disparó un poco más arriba. La bala fue rozando cuerpos, pasó cerquita de Horner, acarició a Valverde y se detuvo en Nibali. El tiburón iba ahogado. Valverde, que iba a su rueda, le vio derrumbarse sobre el sillín y supo que el italiano estaba hundido. "Entonces, aceleré a tope". El murciano remontó hasta llegar a la altura de Horner y siguió esprintando para cazar a Purito. Llegaron por ese orden. El catalán, a tres segundos Valverde y a tres más Horner. Y a 22 segundos del americano, fundido, Nibali, que aún tiene 28 segundos de ventaja. A 1:14 está Valverde. Y a 2:29, Purito. "He visto el solecito", dijo el catalán. Bajo ese mismo sol se calentó ayer la Vuelta.