Duración: 59:34 minutos de juego.

Saques: 1 de Berasaluze VIII y 4 de Bengoetxea VI.

Faltas de saque: 2 de Berasaluze VIII.

Pelotazos: 222 pelotazos a buena.

Tantos en juego: 12 de Berasaluze VIII y 11 de Bengoetxea VI.

Errores: : 5 de Berasaluze VIII y 2 de Bengoetxea VI.

Marcador: 1-1, 1-2, 2-3, 4-4, 5-4, 6-5, 7-6, 7-7, 8-13, 8-14, 9-17, 12-18, 13-18, 16-19 y 16-22.

Botilleros: Josetxu Areitio acompañó a Pablo Berasaluze desde la silla; mientras que a Oinatz Bengoetxea le aconsejó su primo, Asier García.

Apuestas: 100 a 70 cantaron los artekaris a favor de Bengoetxea VI.

Incidencias: Gran entrada, con llenazo, en el frontón Labrit de Iruñea para presenciar la primera semifinal del Cuatro y Medio de Primera.

bilbao. Se acabó el sueño de Pablo Berasaluze, el sueño vizcaino, en la virtud de un huracanado Oinatz Bengoetxea, todo velocidad y caballos en un cuerpo afiladísimo. Se terminó de una forma preciosa, trabajadísima, genial, con el Labrit de Iruñea bullendo, hirviendo, candente en una semifinal del Cuatro y Medio homicida, que acabó con los dos pelotaris reventados en la entrega y el despliegue. Acabó una jaula imperial, la de Pablo, con el berriztarra descarnado a por una reacción que apuntaba a grandiosa, a repetir un guión preestablecido en el duelo contra Juan Martínez de Irujo, jugando sobre el fino cable del equilibrista, buscando con espíritu insondable los ángulos de su adversario, con piernas de relámpago, sin reservas. Se apagó el sueño. Murió en el 16-22, pero con una oda a la belleza manista dentro del acotado, con un tratado de batalla aguerrida, de política de tierra quemada. Todo bajo el abrigo de dos ácratas habilidosísimos cerca del frontis.

Y fallecieron las esperanzas de tener a un vizcaino en la final del Cuatro y Medio al vencer en detalles Bengoetxea VI, al que le vinieron muy bien dos faltas de saque y una apertura fuera del mago de Berriz en los momentos más volcánicos del duelo. Fueron esos instantes los que sepultaron a Berasaluze VIII, muy inspirado y con un alma inquebrantable. Ocurre que en un encuentro casi perfecto, en el que solamente erró dos pelotas el puntillero leitzarra, los siete del manista de Berriz supusieron una losa demasiado pesada; aunque muchos de ellos vinieron precedidos del desboque del creativo delantero navarro, embravecido por su velocidad, con el gas abierto y recordando a su mejor versión, la endiablada, como la que le tocó sufrir a Mikel Urrutikoetxea en los octavos de final del campeonato.

De poder a poder plantearon la contienda los semifinalistas de Asegarce. Primero golpeó Oinatz, al equivocarse Berasaluze al entrar a un saque de aire. No se achantó el berriztarra, quien devolvió el guante con una volea al ancho marca de la casa. Buscando el ángulo, Pablo conocía que la hoja de ruta para derrotar al espumoso y ardiente Bengoetxea VI pasaba por darle ritmo al envite y evitar que las revoluciones del leitzarra le encadenaran. Y se afanó el vizcaino en un inicio de partido en el que alternó un fallo y un saque encajado con una actuación volcánica con pelota cerca del frontis. Y es que, aunque no hizo el daño que tiene acostumbrado con el primer servicio, la chispa con la que ha llegado al Cuatro y Medio le sirvió para empezar a volver loco a Bengoetxea VI. Anudándose la medalla al valor, Pablo saltó sin paracaídas y con el cuchillo entre los dientes para iniciar una batalla relámpago cruenta en el cuerpo a cuerpo.

Siempre por delante, Berasaluze cometió el error de otorgar un palmo de terreno al arquitecto de Lei-tza, siempre pizpireto con pelota cerca del frontis. Un saque-remate fallido del berriztarra dio alas al delantero rival cuando dominaba el peloteo y los cartones Pablo. Inició un fogonazo de calidad Bengoetxea sin despeinarse. Cuadrado con el remate rápido y una capacidad defensiva extraordinaria, Pablito quedó desnortado. Muy metido, concentradísimo, pasó Oinatz del 7-6 al 7-13, encadenando golpes de calidad a la primera oportunidad de encarar la dentellada, destilando calidad en cada pelotazo y, sobre todo, mucha intención. Intención de embravecer la semifinal, de darle un nivel físico brutal.

Y ante esto, Pablo y él regalaron un tanto de los que hacen historia. Se enfrascaron con el 7-13 en una batalla en los dos primeros cuadros con el berriztarra mandando y Bengoetxea volando. Abrió gas Oinatz para llegar a seis pelotas imposibles, que vagaban caídas de la mano del héroe vizcaino en los ángulos. Finalmente, levantó el cartón el mago de Berriz una vez que Oinatz, rocoso, yacía tirado en el suelo de las tablas iruindarras y el cuero moría en el txoko. Fue algo espectacular.

de fogonazos y faltas A pesar de estar agotadísimo Oinatz, quien debió no exprimirse tanto, Berasaluze cometió la primera de sus faltas de saque, que voló demasiado larga. Incomprensible el fallo, tomó oxígeno el velocista de Leitza, quien se apuntó otra tacada de cuatro tantos que le colocaba a las puertas del triunfo y de la final.

No cejó Pablo, combativo, antisistema. Empezó a danzar como un equilibrista, de lado a lado, a arriesgar con el remate, con el peloteo, y encontró brechas en el acorazado azul. A Oinatz, vacío, le volvió a resucitar una falta de Berasaluze, demasiado corta, quien recuperó el saque inmediatamente. No obstante, con una distancia tan ínfima de cara a la final, con diecisiete cartones en su haber, para el berriztarra tamaña gesta se trataba de una cumbre himalayesca. Lo intentó, peleó, se fajó, batalló hasta extenuación, hasta ponerse a dos centímetros, a dos tantos (16-18), de Bengoetxea, herido y con el brazo encogido. Pero...

Pero una apertura con toda la intención al ancho, traviesa, quiso morir en las tablas. Y se acabó el torneo del grandísimo Berasaluze VIII. Una tacada de Bengoetxea apoyada en los errores de su adversario finiquitaron las esperanzas vizcainas. Acabó el sueño, sí; aunque de modo genial.