BILBAO. “Un punto de forma es unmundo”, dice desde la camilla demasaje de su hotel en las Ardenas,entre las manos de Miguel Caravaca,Igor Antón, que desde su mundo,a un punto de distancia de su mejorversión, apenas pudo distinguir elmaillot inconfundible de PhilippeGilbert unos cuantos escalones másarriba de la empalizada de Huy, eltremendo epílogo de la FlechaValona.No acertó a ver, sin embargo, elescalador vizcaino, 17º y descontentoen el escenario donde cree pudoganar hace un par de años (cuarto einexperto en 2010), el vuelo maravillosode Joaquim Rodríguez, que sedisparó a 400 metros, en el lugarexacto donde el año pasado habíaarrancado Gilbert, para atrapar lavictoria “más bonita, más increíble,más deseada y más buscada” de lacarrera del catalán, un ciclista de latalla del Muro de Huy, pequeño yexplosivo.
Así son lamayoría de sus triunfos.En cuestas cortas y duras como unpalo. Montelupone, Mende, Valdepeñasde Jaén, El Escorial... Haceunos días, tras coronarse en Ibardinen la Vuelta al País Vasco, algomenos de mil metros de escaladavertical, rampas de más del 20%, 125últimos metros eternos, Samuel Sánchez,segundo y derrotado, dijo queen ese tipo de llegadas Purito erapoco menos que invencible.Y el catalán,tan ágil de piernas como de verbo,que en finales como ese su efectividadera comparable a la deCavendish en los esprines rectos yllanos como la palma de una mano.¿Por qué entonces esa colección dederrotas -dos veces segundo- enHuy?
“El año pasado”, respondió Puritocuando se lo preguntaron, “porqueGilbert era imbatible y nadie podíapensar en ganarle. Este año la historiaes diferente”. A Gilbert tambiénle falta un punto.
Tan diferente como para que a 50kilómetros de meta Joaquim Rodríguezempezara a imaginarse ganandoen la cima deHuy. “Al fin, mi día”,soñó el catalán. Se lo dijo a sus compañeros,Freire, Dani Moreno y losdemás, y el Katusha tomó el timónde la Flecha Valona. No fue un gobierno absoluto.Trataron de rebelarse,entre otros, Andy Schleck ensu primera aparición del año, con unataque a más de 40 kilómetros quetumbó rápido, Freire entre los sacrificados,el conjunto ruso.No fue unapaz duradera.
VALVERDE, SIN SENSACIONES Elviento hacía bailar las copas de losárboles y la lluvia salpicaba de riesgoel asfalto. El pelotón se agitó. Histeria.“Si hacen la carrera más durasubimos el muro a pie”, dijo Puritocuando le insinuaron que los rivalesle habían puesto en bandeja el triunfo.En los últimos 20 kilómetros eléctricosVisconti y Rojas jugaron laúnica baza del Movistar después deque Valverde anunciase falto de sensacionessu renuncia al asalto finalal muro que ya conquistó en 2006.Para entonces, Antón ya había asumidosu debilidad. “Notaba que mecostaba”. Echaba en falta la marchaque no acaba de meter en el arranque de la temporada. Aún así, elescalador vizcaino sacó los codospara colocarse en la vanguardiaantes de la escalada definitiva aHuy,cuando el noruego Nordhaug y elcanadiense Hesjedal se inclinaronpara masticar con rabia los porcentajesque acabaron por tumbarles.Estaban ya donde comienza realmenteel muro, en la curva a laizquierda que se sube con los dientes.
Apretados los de la boca y todoslos posibles en el piñón para superarlos tramos que vuelan por encimadel 20%. Quedaban 500 metros.Cien más arriba era el lugar, el mismoque Gilbert hace un año, quehabía elegido Purito para encenderse.“Sabía que, aunque algo lejano,era el sitio correcto”, contó despuésde un ataque certero que le elevóvarios palmos por encima de susrivales.Tan superior, que le dio tiempoa girarse, levantar el pie del acelerador,frotarse las gafas y celebraremocionado “el mejor día de micarrera deportiva”.
A un puñado de segundos, once y17º, a un punto de distancia de Purito,entró disgustado Antón. “No puedoestar contento con el resultado.Noacabo de dar el máximo”, lamentó.“Pero aún así, no estoy lejos”,advirtió de cara a la Lieja de estedomingo.