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dISFRUTAR de la Nochevieja en el Polo Sur, donde es día las 24 horas, ya tiene su aquel. Pero hacerlo con la satisfacción de un primer objetivo cumplido es para estar contentísimo. Lo están Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza, que sonríen desde el punto más austral de la superficie terrestre. Un subidón, una dósis de adrenalina para emprender la segunda y definitiva parte de la aventura: los 1.200 kilómetros que les separan hasta la Bahía Hércules.

El éxito de coronar el Polo Sur lo celebraron los aventureros vascos con "un café con leche calentito sentados cómodamente en una silla". La fiesta de Nochevieja no distará mucho de esto. En estas fechas tan familiares -"son fechas en las que sí se echa de menos a tu gente y tenemos ganas de hablar con ellos", admiten- los expedicionarios están solos en la inmensidad de la nieve y el hielo. Pasarán allí el tránsito de 2010 a 2011, sin muchos festejos, sin mucho cambio que altere su estricta rutina. Aunque en Nochebuena algo ya hicieron... Con un "gran dolor de riñones" después de una jornada sin viento en la que hubo que "tirar del carro" estuvieron "cantando villancicos" y metiéndose "una sopa de sobre más luego un arrocito, eso sí: con aceite de oliva y todo. Pero sin excesos, que luego nos arrepentimos", contaba con humor Juan Vallejo. Ahora la alegría es mayor porque se ha superado la primera barrera del desafío, pero aún queda mucho camino por recorrer. Concretamente, 1.200 kilómetros.

Atrás quedan duras jornadas, durísimas. A la irregularidad de la superficie helada con un montón de sastrugi, se suma el suceso más duro de la expedición cuando el trineo de Vallejo fue engullido por una grieta de 30 metros de profundidad oculta en la nieve, y el alavés tuvo que aguantar en el borde de la sima con un trineo de 170 kilos de peso colgando de su cintura, hasta que sus compañeros cortaron el arnés.

A lo largo de varias semanas, el equipo de BAT Basque Team ha tenido que hacer frente a condiciones de viento no siempre favorables, ya que además de los periodos de calma han tenido que soportar temporales que hacían inviable el uso de sus cometas y les han obligado en ocasiones a refugiarse en su tienda. No han sido infrecuentes las jornadas en las que los tres expedicionarios no han podido avanzar ni un solo kilómetro, o en las que la escasa fuerza del viento les ha obligado a tirar de sus pesados trineos a fuerza de riñón, para lograr apenas 10 o 20 kilómetros de progreso en sesiones agotadoras. Y todo ello en condiciones climáticas extremas, puesto que, aunque el verano acaba de llegar al continente helado, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza han soportado primaverales temperaturas de hasta 45 grados bajo cero.