24 años y 98 días después de dejar el vientre de su madre Heike -era 1987 y Red Bull vendía su primera lata-, Sebastian Vettel se convierte en el bicampeón del mundo más joven de la historia de la Fórmula 1, noveno que reedita su corona. El desplazado, Fernando Alonso (25 años y 85 días en 2006). El de Heppenheim, sonrisa indefensa, pelo desaliñado y rostro sin afeitar, despreocupado ante su gran día, es Atila en el automovilismo. Sus dos títulos mundiales, sus 19 victorias y sus 27 poles son solo un pedazo de la memoria de las cuatro ruedas. Un espacio recogido, terreno breve, acotado, todavía minifundista en el Gran Circo. Desproporcionado ante el vasto latifundio del gigante Michael Schumacher, el más laureado con 7 cetros y 91 triunfos en 283 carreras. La frontera a la que todo ser viviente puede humanamente aspirar en sueños de infancia, pero a la que solo Vettel mira con viabilidad carnal. De reojo, cierto, pero con el recelo de quien se percibe asistido por la divinidad del motor.

Tal día como ayer, remontando hasta 1993, el megalómano Kaiser, su inspiración, se bajaba del Benetton después de completar el Gran Premio de Europa en Donington Park con la misma edad que ayer Vettel. Era la tercera prueba del tercer curso de Schumi en la parrilla del Mundial. Entonces, únicamente la victoria de 1992 en Bélgica adornaba la vitrina más difícil de desempolvar.

Vettel, ligado a Red Bull desde los 12 años, formado en la escuela de talentos de la estructura de Milton Keynes, montó por primera vez en un Fórmula 1 en 2007, sustituyendo en BMW Sauber al accidentado Robert Kubica, para ser piloto oficial de Toro Rosso al año siguiente.

Hijo de la precocidad, coleccionando tacos de todos los idiomas, emprendió así su despiadado ritmo de avance por territorios ajenos, desconocidos, derribando fortificaciones, empequeñeciendo cualquier imperio anterior. Los récords, 70 carreras empleadas, han ido desfilando ante sus azulados ojos: participante más joven en un gran premio, líder más joven de una carrera, poleman más joven, pole y victoria más joven, pole con victoria y vuelta rápida más joven, campeón y bicampeón mundial más joven, y ganador más joven de una carrera.

Esta, datada en 2008, es precisamente la única en la historia de Toro Rosso, filial de Red Bull, hermano menor de su Kinky Kylie (Pervertida Kylie), como ha denominado esta temporada a su monoplaza. Un triunfo que firmó en el circuito italiano de Monza -ayer igualado por Japón en cuanto número de desenlaces de un título se refiere, con 12-, donde rubricaría en 2010 su primer campeonato. Al ritmo de The Beattles y apasionado del humor de Jim Carrey, Vettel ha seguido creciendo para coronarse en el templo del genial Ayrton Senna, ganador de sus tres mundiales en Suzuka. Inmerso en una campaña impecable con 9 triunfos en 15 carreras de las 19 programadas que le han permitido ser el tercer piloto en sentenciar más temprano el Mundial, tras Nigel Mansell y Schumacher. Al estrafalario inglés todavía le puede arrebatar el récord de poles en una campaña. Vettel suma 12 por las 14 de Mansell de 1992 con Williams. Aunque a su compatriota alemán ya no podrá apearle del récord de victorias de 2004 con Ferrari (13).

Apodado por el jefe de McLaren Martin Withmarsh como el Chico de los choques hace poco más de un año, Vettel es el único que ha terminado todas las citas en 2011, con una cuarta plaza de mota negra. Para Flavio Briattore el éxito es de Red Bull, no de la pericia del alemán. Quizá, pero otros también montaron sus máquinas y no con tanta ternura y temible porvenir como Vettel, pues como reza su director Christian Horner, "es fácil olvidar que solo tiene 24; es fácil subestimar lo conseguido". Cada día pisa más cerca de Schumacher, uno de sus tres Michaels ídolos junto a Jordan y Jackson, el único al que puede emular. "Fue duro cuando me di cuenta de que no tenía la voz". Y mide 1,76. Así, nació el piloto, predestinado desde aquella primera lata, hijo de la precocidad.