Ídolos caídos
Kaiku gana la bandera y Orio termina la temporada como colista de ACTBolt y Bekele ceden sus coronas de la velocidad y el fondo a Blake y Jeilan
bilbao. El Relámpago estalló demasiado pronto. Usain Bolt, al que siempre se había acusado de su lentitud en las salidas, hizo esta vez lo contrario y, tras sus típicos gestos para la galería, abandonó los tacos antes de que sonara el disparo, de forma flagrante, indiscutible. El rey de los 100 metros entregó su corona de la forma más torpe y dejó al Mundial de Daegu impactado, sin palabras. No hubo piedad con uno de los iconos del deporte mundial: la norma es la norma y una salida nula equivale a la exclusión. "Si esperáis lágrimas, no les vais a encontrar", fue todo lo que dijo a los periodistas que buscaban explicaciones.
Lógicamente, la final de la velocidad pura cambió de súbito porque los otros siete participantes ya no corrían para ser segundos. Había que cambiar la mentalidad y quien mejor lo asimiló fue otro jamaicano, Yohan Blake, que se llevó una medalla de oro que ni en sueños imaginó con una marca de 9.92 que no pasará a la historia.
Con Bolt fuera, las miradas se clavaron en Christophe Lemaitre, pero el francés, que había dado buena imagen en las series, corrió bloqueado, sin capacidad de cambiar de ritmo y acabó cuarto por detrás del estadounidense Walter Dix y Kim Collins, veterano de 35 años que ya fue campeón mundial en 2003. Quizás el viento en contra tuvo algo que ver, pero los registros fueron muy pobres, con sólo el vencedor por debajo de los diez segundos.
sorpresa en los 10.000 La carrera de fondo también tuvo un desenlace inesperado y un rey que acabó abdicando. Kenenisa Bekele, después de doce carreras invicto en la distancia, tuvo que retirarse mediada la prueba, rendido ante los problemas físicos que le han limitado en los dos últimos años y que ponen en cuestión su presencia también en los 5.000 metros.
La carrera estaba para Mo Farah, autor de la mejor marca mundial del año, y el británico, doble campeón europeo, pegó un tirón brutal a 600 metros de la meta que dejó tras de sí a un reguero de africanos. Pero el etíope Jeilan firmó 150 últimos metros prodigiosos y superó a Farah en la recta para recoger el testigo de Bekele, el otro rey destronado en la segunda jornada de un Mundial que amenaza con aplazar las gestas para una mejor ocasión.