bilbao. En julio, en el Port de Balés, Alberto Contador no consideró la posibilidad de detener una carrera explosionada para esperar a Andy Schleck, rival y amigo, cuando este encalló en el asfalto porque se le salió la cadena en plena ofensiva, lo que alimentó un debate ético extraordinario que definió en su extremo días después Carlos Sastre, viejo, de otra época, con aquella visión apocalíptica del nuevo ciclismo y su camada de niñatos. Meses después, como un designio antojadizo y perverso, el mismo ciclismo sigue su curso, show must go on, y arranca sin esperar al mejor ciclista del mundo.

El mejor escalador, tres veces ganador del Tour, aún sin dorsal, permanece envarado en un juicio laberíntico por su positivo por clembuterol en la última jornada de descanso de la carrera francesa mientras el mundo del ciclismo despereza en enero, la nueva costumbre, lejos de su origen, a miles de kilómetros de la vieja Europa, en un impulso expansivo de la UCI por acercarse a un público bisoño y fascinable, a una nueva veta financiera, dinero nuevo y abundante.

Dinero Argentino, donde hoy comienza el Tour de San Luis, con Ivan Basso y los vascos Iker Camaño, Javier Iriarte, Patxi Vila -de regreso tras cumplir dos años de sanción-, Ion Pardo y Alberto Morrás; dinero australiano, donde mañana arranca el Tour Down Under, con Lance Armstrong, con Euskaltel-Euskadi, después de que ayer ganara el criterium de Adelaida, 30 vueltas urbanas contra el cáncer, Matthew Goss, australiano, joven, 24 años, y fuerte. Una bestia, por musculoso. Un diablo, por rápido. Es de Tasmania.

Volvió a pedalear el ciclismo en Adelaida y lucieron al sol, 20º, el verano austral, los nuevos colores del pelotón. El negro, blanco y turquesa del Team Leopard-Trek de los hermanos Schleck y de Fabian Cancellara; el Movistar de Unzue; el Geox de Mauro Gianetti, el equipo de las zapatillas que respiran pero que se ahoga estrangulado, primero y pese a una inversión faraónica y el fichaje de Menchov y Sastre, por quedarse fuera del Pro Tour; estrangulado nuevamente ahora porque dicen desde Italia que la posibilidad de correr el Tour -necesita una de las cuatro invitaciones que ASO anuncia a finales de este mes- es lejana, irremediablemente lontana, negra como el maillot con el que entrena el equipo en Tarragona a la espera de la equipación oficial y colorista.

El largo proceso Contador En Australia está también el Saxo Bank, pero no Contador, que se concentra esta semana en Fuerteventura. Allí en Australia, en pleno Mundial, donde estalló la noticia del positivo por clembuterol de Contador, se sabrá, posiblemente el 23 o el 24 de enero, lo que opina la UCI sobre un asunto que ha revolucionado el Comité de Competición al trasladar todo el expediente a Pat McQuaid en busca de una implicación inédita. "Si la UCI decide que hay que sancionar, sancionamos; si deciden lo contrario, no sancionamos", aseguraban desde la Federación Española, que pretende así evitar las acusaciones de patriotismo y acelerar un proceso que se alarga ya demasiado y cuya resolución, de todas maneras, se intuye lejana. Principalmente, porque la AMA se ha negado a dar su opinión, espera que la Federación Española decida, "porque es a quien le corresponde", y, si no le satisface el veredicto, acudirá al TAS.

"Ahora mismo, Contador no está en muy buen lugar. Su baja para el Tour es una posibilidad que debemos asumir", dijo la semana pasada McQuaid. "Es muy probable que no haya una decisión en firme antes del mes de julio. Y si la hay, Contador llegará muy justo al Tour, sin días de competición".

Así, entre ráfagas del caso Contador, puede transcurrir la temporada hasta el Tour, como la primera mitad de 2010 vivió pendiente del futuro de Valverde, que se pasará el año entrenando sin dorsal. El murciano no volverá hasta 2012.

2011 es el año del regreso de Di Luca, que correrá gratis en el Katusha tras cumplir su sanción de dos años por CERA, arrepentido y purificado, "se puede ganar sin trampas", tras reconocer ante 500 niños que se dopó durante toda su carrera. Apadrina su retorno Marco Pozza, un cura joven. El ciclismo en Italia es una cuestión de fe. Los tifossi esperan también el resurgir de Riccardo Riccó, que correrá el Giro, probablemente, mientras Franco Pellizotti, sacudido primero por el pasaporte biológico, liberado después por el CONI, está pendiente ahora del TAS, hasta donde le ha llevado la UCI.

Nace esta temporada el World Tour, que aglutina a las pruebas del Pro Tour y las que pertenecen a ASO y RCS -las tres grandes, Lieja, San Remo, Tirreno-Adriático, París-Niza, Dauphiné, Lombardía...- y que, dicen desde Unipublic, es la prueba fehaciente de que las relaciones entre la UCI y los organizadores atraviesan una etapa de cordialidad, respeto y entendimiento mutuo, que más que un deseo es una necesidad para el buen gobierno de un deporte en continua erupción.

Armstrong, fin de la historia Otra polémica a la vista: la UCI ha prohibido el pinganillo en todas las carreras profesionales salvo las 27 que componen el World Tour. Los equipos rechazan la medida. También los ciclistas. "Pero no hay posibilidad de diálogo. Una solución alternativa es innegociable para la UCI", brama Johan Bruyneel, que está estos días en Australia junto a Lance Armstrong. El tejano inició ayer la temporada más corta de su historia. Correrá desde mañana el Tour Down Under y el día 23, cuando acabe la carrera, se marchará a casa y se retirará para siempre. Fin de la historia más fantástica del ciclismo.

"Lo dejo sabiendo que he dado lo mejor de mí, por lo que ya no necesito reconocimientos", dijo, si no el mejor ciclista de la historia, sí el más influyente y mediático, un revolucionario que ganó un Mundial antes de superar un cáncer de testículos que casi le mata y le hizo invencible. "Gané siete veces el Tour y creo que lo hice porque cambiamos la forma de correr. Propusimos un nuevo acercamiento a este deporte. Revolucionamos la forma en que la gente entrenaba, la forma de construir la moral en el equipo, la forma de afrontar el día previo a las carreras, de correr, de vender el deporte, de contar la historia por el mundo".

Su increíble relato acaba esta semana, pero oyéndoselo contar a Alain Gallopin en Velo Magazine, su leyenda, forjada en el Tour, murió quizás antes, en julio, aquella tarde calurosa de Avoriaz, después de sufrir como nunca en los Alpes. "Cuando vi a Lance con las manos en las caderas supe que era el fin", recuerda ahora Gallopin. Armstrong se acababa de caer por tercera vez en la etapa. Ya no era intocable. Ya no era invulnerable. Y, quizás, era algo que el tejano ya presentía desde el inicio de temporada. Desde que Bruyneel dijo que se había acabado la época en la que trabajaban estando seguros de ganar el Tour. Desde que el propio Armstrong, obcecado y convencido de alcanzar el octavo, revolucionó sus métodos. "Si algo había funcionado, ¿por qué cambiar?", reflexionan ahora. En el Tour de California estaba pletórico, pero otra caída frenó su progresión y destrozó su programa de competición. "Al Tour llegó igual o mejor que en 2009". Gallopin asegura que en el último test en la Madone, cerca de Niza, estaba muy cerca de su mejor tiempo de siempre. El punto de inflexión fue Arenberg. Ese día, dijo, fue clavo y no martillo. "Armstrong no resistió mentalmente". Luego llegaron los Alpes. Y aquellos brazos en jarra que simbolizan ahora el fin de una historia que comienza a acabarse mañana en el Tour Down Under, amanecer de una temporada que no espera a Contador.