bilbao. A las tres de la tarde de un miércoles Juanma Garate entra por la puerta del teatro donde actúan Pirritx eta Porrotx, los payasos que enamoran a los niños, a June, su hija mayor -Oier, el segundo, apenas tiene tres meses-. Se ha olvidado de su trabajo, de la bicicleta, de que a esa misma hora se ha citado con un periodista. Se excusa educadamente por el descuido y la charla se traslada a la misma hora de dos días después. A un holandés, explica entonces, jamás le ocurriría tal cosa. "Para nosotros la bicicleta es un trabajo, la vida es otra cosa, la familia, los amigos...; para ellos, es todo, la vida".
Rabobank se presentó el 1 de diciembre en Efteling con un anunció insólito: el equipo sigue hasta 2016. ¿Tan satisfecho está el banco?
Rabobank es algo diferente a todo lo demás. Prácticamente, es una obra social. Es una manera de sacar a los chavales adelante. Los cogen desde cadetes y les guían hasta ganar una etapa en el Tour. Rabobank sabe que la filosofía del equipo es la correcta. Así puede seguir mil años. ¿El secreto? Lo bueno es que todos somos asalariados, desde los ciclistas hasta el manager, que forma parte de la plantilla del banco y se encarga de gestionar el equipo. Eso no pasa en ningún otro lado. No es un manager habitual en el ciclismo. Yo he estado antes en otro equipos, pero en ningún caso la gestión corría a cargo de la empresa patrocinadora. Quick Step lo llevaba Lefevere; Lampre, Saronni; Saunier Duval, Gianetti y Matxín. Y yo no sé si realmente esta gente está preparada para manejar, por ejemplo, diez millones de euros de presupuesto.
Si resulta que es el modelo a seguir, ¿por qué nadie lo imita?
Bueno, yo digo que es un ejemplo a seguir porque la constancia de un patrocinador hace que el equipo se asemeje un poco a los de fútbol, donde los contratos son más largos. Quizás ese sea el futuro del ciclismo.
"Para los holandeses el ciclismo lo es todo". Lo ha dicho usted.
Holanda es diferente. Hay seis grados bajo cero y van en bici a por el pan. La mentalidad, la cultura... es tan distinto. Viven para la bicicleta. Mi mujer, en cambio, no sabe nada de bicis. Yo pocas veces hablo de mi trabajo en casa. Esa es la diferencia: para mí es un trabajo, para ellos, todo, la vida. Una vez, estando en Sierra Nevada, le dije a Gesink que podíamos ir con un grupo de ciclistas que había por allí y que así, de paso, hacíamos amigos. Me respondió que a él no le hacía falta tener amigos, que con su bici ya lo tenía todo.
Nadie en Europa se fía de los ciclistas estatales y Rabobank tiene cuatro, dos de ellos recién llegados.
De hecho, no quieren a ningún extranjero que no sea español.
¿Es por el poso que han dejado Flecha, Horrillo, Freire y, ahora, usted?
Cuando te empiezan a conocer y comprueban que eres un tío serio se fían mucho de lo que les dices. El otro día me contaba el director que cuando yo abría la boca todos se ponían firmes. Me explicó que no era porque tuviese mal genio, sino porque les parecía importante mi aportación. Pero pasó lo mismo antes con Flecha, Horrillo o Freire. Se fían de nosotros.
¿Por qué cree que es?
Quizás ahora Breukink tenga mucho que ver. Él ha corrido muchos años en España y sabe lo que es esto. La confianza es tanta, que tanto Harold Knebel como el preparado físico como el director se han puesto a estudiar español. Hicieron un curso intensivo de una semana y ya lo hablan.
Llega Luis León Sánchez.
Será una aportación importante. Luisle es un ciclista consolidado pero que, a la vez, tiene mucha proyección. ¿Hasta dónde? No lo sé, pero sí creo que a partir de ahora vamos a ver a un Luis León diferente. Le hacía falta cambiar de equipo. Cuando llevas años en un mismo sitio te llegas a acomodar. Es como si se te fuese apagando la ambición. Venir al extranjero le va a hacer bien.
Y llega Barredo, su gran amigo.
Carlos está más acostumbrado a correr en el extranjero y a buscarse las habichuelas. Aquí le vamos a volver a ver triunfar. Lo presiento. Le conozco desde el Quick Step. Él entonces era un chavalillo que no había salido nunca de debajo de las faldas de Manolo (Saiz). Todo lo que sabía lo había aprendido de él. Parecía que cuando se levantaba por la mañana le hacía falta una voz encima del hombro que le dijera "ahora desayuna", "ahora come", "ahora entrena esto"... Todo había que decírselo. En cierto modo, yo le abrí un poco los ojos cuando le dije que era el momento de buscarse la vida porque en el extranjero las cosas funcionaban de otra manera.
Freire suele hablar de que a las nuevas generaciones de ciclistas les falta iniciativa, autonomía, autoridad.
Gran parte de la culpa de eso la tienen los pinganillos. En una Challenge de Mallorca se me acercó un chaval todo nervioso diciéndome que a ver qué iba a hacer ese día porque al equipo se le habían olvidado las radios. Estaba perdido. No es normal que eso ocurra.
Del Rabobank se va este año Menchov, de quien ha sido usted su sombra este último año.
Era el encargado de estar pendiente de él en los grandes objetivos, al menos hasta que las cosas se torcían y nos quedábamos sin opciones. Hemos compartido muchas horas en la carretera y en la habitación. Denis es un corredor como pocos. No deja de ser ruso, frío, poco hablador, pero transmitía muchas cosas. Tenía, y tiene, las cosas muy claras. Para el equipo era una garantía, pero le pasaba lo mismo que a Luis León, que necesitaba buscar otras motivaciones. Creo que, además, veía que en Rabobank le estaban dando cada vez más importancia a los jóvenes holandeses como Gesink y él siente que tiene dentro corredor para rato. Irse es buscar un aliciente que le haga dar el máximo, que puede ser ganar el Tour, su gran sueño.
Sin Menchov, ¿se desplaza usted a la sombra de Gesink?
Gesink tiene otro hombre de confianza, que es Grischa Niermann, un alemán que es como una piedra, una pasada de corredor que, sin embargo, es muy nervioso en su manera de correr y puede llegar a agotar a un líder. Yo estaré junto a ellos, pero también a la sombra de Luis León en las carreras que, como la París-Niza, se marque como objetivo.
Holanda está loca porque un holandés, Gesink en este caso, vuelva a ganar el Tour.
No sé si eso es bueno. Es una apuesta muy fuerte. A Gesink le veo capacitado para hacer podio en un Giro o una Vuelta, pero el Tour...
¿A un corredor que ha ganado en las tres grandes le quedan ambiciones personales?
De hecho, le he pedido al equipo que me ayude a sacarlas. Muchas veces, el hecho de tener un líder te hace encasillarte demasiado. Ahora quizás necesite que me echen una mano no para ganar, sino para sacar algo de mala leche. Quiero que me presionen un poco, que me obliguen. Es lo que te hace resistir cuando empiezan a doler las piernas.