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dESDE la azotea del podio de San Fermín, junto a Oinatz Bengoetxea, los ojos, chivatos, veraces, lanzan un chasquido de brillo, un telegrama de felicidad que alimenta el ánimo de Patxi Ruiz, de nuevo ganador de la feria sanferminera tras varios calendarios de penurias, ovillada su espalda por las dolencias. "Lo que yo quería era que las lesiones no vinieran y de momento me están respetando", se congratula Ruiz, que durante la final del torneo sintió un pinzamiento, que afortunadamente no tuvo mayor impacto. "Fue una mala jugada porque al día siguiente tenía una pequeña contractura en la parte de arriba, pero no tiene nada que ver con los problemas que había tenido. He entrenado un poco hoy (por ayer) y no me duele nada", certifica Patxi Ruiz, que desde arriba, en un mirada cenital, observa el mundo más nítido, más calmado, más ordenado. Tal vez por eso su discurso resulta más acertado. "Si estoy bien y la empresa me pone en los torneos, encantado; y si no, a seguir jugando y ya está. A ver si ahora podemos seguir en esta línea y a ver si hay suerte y entramos en la próxima feria", dice Ruiz una vez repuesto del desajuste que le supuso la exclusión en la pasada edición del Parejas por decisión de su empresa.

Flota el navarro por la dicha de la conquista -"ganar en Pamplona es muy especial", subraya-, recobrado el sosiego emocional por la hazaña de la reconstrucción, por la anestesia del dolor que le atravesaba el espinazo e hincaba sus incisivos en el alma. "Físicamente me he encontrado muy bien. La base que tengo de entrenar el mano a mano ha sido muy dura, he trabajado mucho y creo que la base está ahí" argumenta Patxi tras la expiación, tras su redención en el Manomanista, donde accedió a las semifinales después de un prolongado periodo de barbecho.

No oculta el zaguero de Lizarra el peso de Oinatz Bengoetxea en su éxito, en su reencuentro con el tacto dorado de los trofeos. "Hemos hecho una pareja muy rocosa, hemos defendido mucho. Oinatz ha sido el mejor de la feria, ha aguantado físicamente, ha hecho todo perfecto, y quizá hayamos estado un poco mejor que los demás en el tema físico". El delantero de Leitza, el manista más expansivo de la pasada feria sanferminera, ha sido durante años la pareja natural de Patxi, su conductor, y su unión, de aspecto fraternal, ha facilitado el despegue del zaguero de Lizarra, a un milímetro del paraíso. "Creo que Oinatz y yo hemos madurado y nos entendemos muy bien. Con mirarnos y con decirnos cuatro cosas ya sabemos lo que hay que hacer", concede Patxi Ruiz, un pelotari caminando sobre la luna, un manista ingrávido.