El Arsenal sale indemne de un vendaval
El Barça sólo puede arrancar un empate tras un monumental partido en el que pudo golear a su rival
ARSENAL: Almunia; Sagna (Walcott, Min. 66), Clichy, Vermaelen, Abou Diaby; Cesc Fábregas, Nasri, Gallas (Denilson, Min. 44), Song; Arshavin (Eboue, Min. 28) y Bendtner.
BARCELONA: Víctor Valdés; Dani Alves, Puyol, Piqué, Maxwell; Busquets, Xavi, Keita; Pedro, Ibrahimovic (Thierry Henry, Min. 76), Messi (Gabriel Milito, Min. 86).
Goles: 0-1, Min.46: Ibrahimovic. 0-2, Min. 59. Ibrahimovic. 1-2, Min. 69: Walcott; 2-2, Min. 85: Fábregas, de penalti.
Árbitro: Massimo Busacca (Suiza). Expulsó a Puyol en la jugada del penalti. Amonestó a Arshavin, Song, Fábregas, Eboue y Diaby; y a Piqué.
Incidencias: Partido disputado en el Emirates Stadium ante 59.572 personas.
Data. El Barça aplazó al partido de vuelta en el Camp Nou el desenlace de la eliminatoria con el Arsenal inglés después de concluir en el Emirates Stadium un partido trepidante, que deja en el ambiente la evidente conclusión de que es muy superior a equipo del francés Arsene Wenger.
El Barça pudo liquidar el encuentro al cuarto de hora, meter media docena de goles a su rival y cerrar el quiosco, pero no lo hizo por uno de esos misterios insondables que tiene el fútbol y lo hace tan precioso.
El equipo azulgrana comenzó el partido como Atila, arrasando literalmente a su rival. En quince minutos contabilizó hasta doce ocasiones para marcar, pero ni Messi, ni Ibrahimovic, Xavi, Pedro o Busquets acertaron a batir al meta navarro Almunia, a quien probablemente se le apareció hasta la virgen del Puy, patrona de Lizarra, y así pudo justificar su inspiración conjurando con bien todo el chaparrón de desdicha que se le venía encima.
Fue un comienzo electrizante. Del Arsenal se dice, y con razón, que le gusta tomar y tratar con mimo el balón. Resulta que el Barça se lo quedó para él solito. Los hombres de Pep Guardiola salieron como si fuera el último suspiro de la final de la Champions y estuvieran por debajo en el marcador. Algo así como la segunda parte del encuentro copero ante el Sevilla en el Sánchez Pizjuán, o el choque de semifinales de la Liga de Campeones del pasado año con el Chelsea, resuelta por Iniesta, ilustre ausente ayer en el Emirates, en el último minuto.
Sin embargo semejante despliegue de majestuosidad futbolística no sirvió para nada potable. Es más, en la primera llegada del Arsenal junto a la meta defendida por Valdés, Bendtner casi consigue marcar.
Su disparo pasó junto al poste izquierdo, pero sirvió para avisar a la entusiástica tropa azulgrana. El Barça bajó el pistón, accedió entonces a compartir la pelota con su rival y convirtió la función en un partido jugado por dos equipos, como normalmente suele suceder, y más con tan insigne rival enfrente.
Messi no ejerció de Messi, es decir, de inconmensurable estrella. Fue más agua en el torrente azulgrana.
Cesc, el gran referente de los cañoneros, tardó en aparecer, pero cuando lo hizo fue para meterle otro susto al equipo de donde surgió y que probablemente será su equipo la próxima temporada, con un envenenado pase sacado en boca de gol por Puyol, otro eminente protagonista del encuentro, sobre todo en la segunda parte, cuando llegó a casi todos los balones peligrosos que rondaron el área azulgrana, dando una lección de velocidad, colocación e intuición.
El partido se transfiguró tras el descanso. Ibrahimovic cazó dos excelentes pases del mariscal Xavi para batir a Almunia, colocar un radiante 0-2 en el marcador y demostrar que ha entrado en buena racha, tras anotar por cuarto partido consecutivo.
El Arsenal, espoleado por su público, sacó a relucir todo su orgullo, se negó a reconocer la derrota y comenzó a demostrar que también conoce el oficio. Cesc puso el mejor de sus empeños y acabó desolado. Por una entrada a destiempo a Sergio Busquets vio la tarjeta amarilla, que le impide disputar el partido de vuelta en el Camp Nou. El golpe lo sintió con más fuerza que cuando lanzó el penalti que sobre él cometió Puyol, que fue expulsado, y significó el empate final. Arreó con tanta fuerza la pelota que se resintió de la lesión que arrastraba. Jugó los últimos siete minutos cojeando, dispuesto a reventar por la causa.
Su gesto estaba cargado de romanticismo, pero el partido no estaba para pasteladas. Cuando salió Henry al campo, la afición del Arsenal le recibió con una ovación atronadora. Luego, en la primera pelota que tocó le echó la bronca. Esa se la guarda. El martes que viene podrá tener su cumplida revancha.