Duración 62 minutos; 26, de juego real.
Saques 1 de Gonzalez por 2 de Xala.
Pelotazos Se cruzaron un total de 493 pelotazos a buena.
Tantos en juego 4 de Gonzalez, 7 de Xala y 1 de Zubieta.
Errores 8 de Gonzalez, 2 de Xala, 4 de Laskurain y 3 de Zubieta.
Marcador 0-3, 4-8, 7-8, 7-9, 7-12, 8-12, 9-12, 9-14, 10-14 y 10-22.
Incidencias Tres cuartos de entrada en el Astelena de Eibar. El dinero salió 100 a 90 a favor de Xala y Zubieta. A la conclusión del partido los pelotaris debieron pasar por el control antidopaje.
eibar. Serp i molot. La hoz y el martillo rusos, el símbolo que hermana la agricultura y la forja, al recolector y al proletario, el blasón del comunismo, es el emblema que luce digno en el tejido que cose las entrañas de Xala y Zubieta, una pareja solidaria al extremo, de un estricto sentido gremial. Almas inquebrantable las suyas. Un binomio unicelular que concluye sus obras con un sentido y sonriente abrazo; mitad agradecimiento al compañero, mitad orgullo de clase. Camaradas. Yves y Aitor han sido capaces de construir un ideario -"tenemos un estilo de juego", remarcan ambos- y desarrollarlo armoniosamente durante el Parejas hasta trasladarse a la final tras derrotar a Gonzalez y Laskurain -se jugarán el pase para la final ante Titín y Pascual el próximo domingo en el Adarraga de Logroño- mediante un sugestivo ejercicio de trabajo, convicción, sudor, tarea compartida, enorme aporte anímico y una pegada vitaminada en el Astelena de Eibar, un templo terrenal, muy alejado de la deidad.
En el reparto de la asociación, representa Yves la humilde pero afilada hoz, el apero del recolector que tiene que doblar los riñones para ganarse el pan que brota de la tierra cercana. Para Aitor es la fragua, el martillo pilón, la metalurgia donde la tez se broncea sin ver el sol, en un planeta interior con su propia energía, su propio astro incandescente: el horno. El fuego es inherente al zaguero de Etxarri-Aranatz, al que le salen chispas cada vez que bracea- la pelota sale de sus manos a la velocidad de un cometa- y también cuando aplaude a su delantero, al que no deja de apoyar. Zubieta palmeó la puesta en escena de Xala, abrigado con su sudadera de la suerte, -la que abrazó su primera txapela del Parejas- desde el calentamiento. El aliento de Zubieta es para el lekuindarra su más completo alimento, su catapulta, su corriente eléctrica. Aitor enchufa a Yves y éste simplemente deja que fluya la energía, la misma que se cortocircuitó en el sistema nervioso de Gonzalez, puenteado por su errática puntería en el amanecer cuando ambas duplas avanzaban el prólogo de su propuesta.
un duro inicio A estas alturas del torneo no existen bailes de mascaras ni maniobras de distracción, no al menos para Xala y Zubieta que no derrapan en su hoja de ruta: mecer, endurecer y finiquitar. Insistieron y percutieron a cuatro brazos sobre la posición de Laskurain, que resolvió el tajo multiplicándose. No le quedaba otra al de Soraluze, nuevamente en una gran versión, insuficiente, empero, para sobreponerse a la apuesta común de Yves y Aitor. Sucedía que cuando el guipuzcoano era capaz de poner en ventaja a su delantero, a Sebástien se le nublaba el angular. Así que las primeras ventajas se aliaron con Xala y Zubieta, cómodos con un material que salía como un tiro de frontis y con excesivo bote que desquició a Gonzalez, al que le producía sarpullido un cuero tan vivaracho y que además padecía los rigores de una tendinitis. Entre el desorden anímico y la preocupación por el físico, al azkaindarra le costó adentrarse en el duelo. Lo hizo con un gancho, el 4-7, que celebró con un grito liberador. El pasaje volteó la dinámica y Laskurain, con la derecha bien engrasada, se impuso a Zubieta, que se sujetó apretando los dientes. La mejoría no era un asunto de simple estética y el duelo se adentró en la igualdad. Se colocaron a un palmo Sebástien y Aritz, 7-8, después de un malentendido de Xala y Zubieta. Fue el último. Como si de un detonador se tratara, el lekuindarra y el navarro se dispararon. Aitor elevó la temperatura de la caldera en la sala de máquinas, mientras que Yves , cortante con el filo, no dejaba de llenar la despensa de viandas, unidos por la hoz y el martillo.