Robe Iniesta, el discreto vecino de Bizkaia
El exlíder de Extremoduro vivió las dos últimas décadas y media de su vida en el entorno de Gernika
Ayer fueJorge Ilegal, hoy ha fallecido Robe Iniesta, otro nombre imprescindible, totémico, para entender el rock en castellano de las últimas décadas desde que se diera a conocer con Extremoduro. Su trayectoria vital, a veces a trompicones, vino marcada por un periplo que inició en su tierra natal, hace 63 años, en Plasencia, y ha concluido en Bizkaia, concretamente en el entorno de Gernika aunque semioculto de sus vecinos y de los medios.
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Robe era tan celoso de su intimidad que en las últimas entrevistas concedidas a este periodista llamaba él mismo desde un teléfono oculto desde “algún lugar cercano a Bilbao”, donde residía desde hace 25 años. Era en el entorno de Gernika. Algunos aseguran que tenía un baserri como residencia en la localidad de Muxika, a la que se habría trasladado para estar cerca de Iñaki ‘Uoho’ Antón, el guitarrista de Platero y Tú, cuando este entró a formar parte de Extremoduro. El tiempo y las giras acabaron por distanciarlos y el grupo se rompió, lo que impelió a Robe a continuar en solitario.
Vecino también de Fito, Robe disfrutó allí del entorno rural y las cualidades técnicas que le ofrecía Muxik–On, el estudio de grabación ubicado en Mungia –antes La Casa de Iñaki– que se había construido Uoho y en el que sigue realizando sus discos y que usó también el propio Robe, al igual que Marea, Despistaos y grupos vizcainos como Gatibu, Doctor Deseo, Inconscientes, los propios Platero y Tú y Fito y Fitipaldis, entre otros.
"Como no la van a poner en la radio porque dura 9 minutos, digo lo que me salga de los cojones”
Robe Iniesta, que se había hecho acreedor a la Medalla de Oro de Extremadura como embajador de su tierra, ha fallecido sin que se haya hecho pública la causa directa aunque se vio obligado a dejar colgada la gira de presentación de su último disco en solitario, Se nos lleva el aire (El Dromedario Records), el año pasado, después de que le diagnosticaran “un tromboembolismo pulmonar”.
Las redes despiden a Robe Iniesta: compañeros de profesión y políticos lloran su muerte
El autor de clásicos como So payaso, Nada que perder, Puntos suspensivos, Si te vas... o La vereda de la puerta de atrás pasó de las canciones agrias y rabiosas herederas del rock urbano liderado por Leño en la década de los 70, siempre con un punto vital transgresivo y suburbial, a unos versos que dejaron atrás los exabruptos para ir abrazando la poesía más lírica gracias a sus lecturas de los clásicos.
“Es lógico tener cierta evolución y usar las palabras según el momento. Hago lo que me pide el cuerpo, no me pongo límites de ningún tipo. No planeo nada, ni me censuro, hago canciones y solo intento entender después de qué hablan. Y no siempre lo consigo (risas). En el último disco hay una que arranca con el verso: “demasiada droga incluso para mí”. Y pienso: bueno, como no la van a poner en la radio porque dura 9 minutos, digo lo que me salga de los cojones”, nos explicaba en nuestra última entrevista compartida.
Vida y muerte
Harto del algoritmo, que él llamaba “borreguismo” porque “todo el mundo oye la misma canción al mismo tiempo y las convierten en algo de usar y tirar”, Robe defendía que “la buena música” no debe tener fechad de caducidad, sino que “debe resistir el paso del tiempo”.
Robe: “Las canciones hoy son como el tiempo en el que vivimos: de usar y tirar”
En su último disco, Se nos lleva el aire (2023), el músico parecía aludir a nuestra senectud como ser humanos. “Es un mensaje que no está de más recordar. A veces, parece que la vida es todo pasado o futuro, pero siempre vivimos en el presente. Disfruta de lo que hay, lo que tienes, el concierto sin el puto móvil… ¿Se lo pondrán luego a los colegas como antes el álbum de fotos de las bodas? Está bien que Dylan confisque los móviles, para llegar a la normalidad entre los extremos. Los chavales están demasiado expuestos a la publicidad. Antes sabíamos lo que era, ahora los límites están difuminados con tantos influencers y App”, explicaba.
Defensor de la composición a pecho descubierto, sin “planear nada, ni censurarme”, Robe se declaraba un superviviente en la canción Nada que perder, uno de sus mayores éxitos recientes, en el que canta: “y siguió corriendo el tiempo, quédate escuchando esta canción, que yo me tengo que marchar”. Preguntado por estos versos, el músico aseguraba que “aquí estamos, y que sea por mucho tiempo; yo trabajo en lo que me gusta, no pienso en jubilarme, me veo con fuerzas”, aunque reconocía que “el tiempo lo dirá”.
Aunque por teléfono y ya en la despedida, como si fuera una confesión, le comenté que mi canción favorita de su último trabajo era El poder del arte. “También es mi favorita, pero joder qué pregunta has dejado para el final”, respondía entre risas y con ternura al ser cuestionado por sus creencias. “Creo en la vida, el arte, las canciones, en ser feliz, vivir el momento…”, nos dejaba antes de la despedida. Como dicen los versos del tema: “Voy cogiendo carrerilla/Para emprender el vuelo/Sentado en esta silla/Oh, nene, empiezo ya a sentirme mejor/Puede que el mundo amaneciera distinto/Sí, nene, empiezo ya a sentirme mejor/Puede que ya nunca vuelva a ser el mismo/Nada es impensable, nada es imposible mientras suena esta canción/Choca lo imparable con lo inamovible dentro de mi corazón”.