McEnroe: lentos, poéticos y sin ataduras
El grupo vizcaino publica su 8º disco, ‘la vida libre’, cuya gira arrancará en bilbao a finales de año
Ricardo Lezón lleva más de dos décadas escribiendo canciones/poemas de amor al frente de McEnroe. El grupo vizcaino, sinónimo de melancolía, libertad y epítome de la música como refugio ante el acoso de los fantasmas propios y ajenos, regresa seis años después con su octavo disco, La vida libre (Subterfuge), un trabajo sobre la aventura y desventura de vivir libre, en conexión con la naturaleza, a la búsqueda del amor, la luz y la esperanza y con canciones excepcionales como Una amapola o Aguas termales que sonarán en directo por primera vez en Bilbao a finales de año.
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El 28 de diciembre, en su idolatrado Kafe Antzokia, con Marban como invitados, arrancará la gira del grupo getxotarra para la presentación de su octavo disco, disponible ya en vinilo y digital, y que incluirá también fechas en Barcelona y Valencia. Seis años después de que McEnroe publicara el premonitorio La distancia, surge La vida libre, un trabajo de 11 canciones creado entre la campiña cántabra, en el estudio de Brian Hunt, con ajustes adicionales en Donostia y Granada.
“Cuando terminamos de grabar La Distancia, sentimos que habíamos llegado a un destino”, explica el grupo. “Seis años después, en el porche de una pequeña casa en el bosque de Formentera, apareció Can Fernando y con ella empezó la historia de nuestro nuevo disco”, prosigue Lezón. Y aunque el grupo vizcaino siempre se toma tiempo para vivir y, después, crear canciones, su líder ha estado lejos de tomárselo con calma, ya que entre ambos álbumes ha compartido discos con The New Raemon, otro con J. Limusin, escrito su biografía y editado un Ep en solitario titulado Canciones mínimas… por cierto, muy grandes.
La vida entre medio
Aunque Lezón ha dejado sus múltiples trabajos para dedicarse a la música de manera profesional, McEnroe sigue ajeno al ritmo de la industria, viviendo para crear y con la dificultad añadida de que sus miembros residen en ciudades diferentes. Entre el anterior y el disco actual se muestran/sugieren viajes, lecturas de libros, visiones de películas, discos escuchados, enamoramientos, rupturas, mudanzas, nuevos hijos… La vida, en definitiva. “La única isla en esta isla es la que queda en mi corazón”. Es el primer verso del nuevo disco, entre las guitarras émulas de The Cure, oscuras, envolventes y con ecos lejanos de distorsión de Can Fernando. En ella, entre imágenes de la naturaleza (viento, flores, arena, sol, árboles, piedras, playa, salinas…) aparece el verso “busca algo fuerte y bonito” que vehicula un disco que utiliza el paisaje como metáfora de la pureza, la espiritualidad y la poesía, al modo de Rosalía en Sexo, violencia y llantas.
No es, ni de lejos, el único guiño a Robert Smith, ya que en Tumbados en el obelisco, tema marcado por la nostalgia –luces de antaño que nadie puede apagar, guitarras, actuaciones en bares, noches viendo amanecer, canciones en el coche, vaho en el cristal… –, se nombra la mítica y power pop Fire in Cairo de los primeros The Cure. Pero, al contrario que las imágenes que proyectan los británicos, con su imaginario bosque oscuro y desolado, McEnroe le dota de cierta luz y esperanza que se cuelan “entre las nubes”.
Sanación
En una de las gemas del disco, Aguas termales, mecida por un órgano litúrgico y unos coros henchidos de emoción, Lezón canta, como si fuera una oración: “Todo este vacío será mi salvación, saber que aún queda sitio para una ilusión”. La búsqueda de la luz desde la desolación. Y en la sobresaliente primera parte del disco surge también Una amapola, de corazón pop y en crescendo, y ya, desde su publicación, una de las clásicas obligadas en su repertorio. Y las canciones van sonando despacio y libres, descubriendo nuevos caminos –abiertos principalmente por los teclados de Jaime Arteche Limousin – sin alejarse del mismo lugar sonoro y existencial. La vida libre es la única ambición, aguas termales que sanan el corazón, como la poesía de El jardinero, versos prestados del nonagenario José Corredor Matheos incluidos, y la melancolía de Venta Tomás con los recuerdos vivos de un amor ya lejano, entre primaveras que sangran como fósforos, copazos de whiskie y libros en la mesilla.
Entre guitarras líricas y una medida simbiosis de electricidad y sonidos acústicos y folk, el disco se encamina hacia el final con Apareció o ese Napoli con guiño a Caruso y que sonaría perfecta con Ricardo compartiéndola con su hija. Son temas notables, como la minimal La felicidad –“tan cerca y tan mía que no me perteneces”– y la acústica Un trueno en verano, con ese bajo al que solo le falta hablar. Y McEnroe dejan para el final El buscador, rozando de nuevo el sobresaliente cuando Lezón canta “la vida es tuya” y, sobre todo, “solo quería amor”. Un verso que lo resume todo, el disco y nuestra existencia, y cuyo resplandor nos implica de lleno a quienes lo escuchamos.