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Fito ‘aulló’ primero en Santander

Abrió ayer su gira con sus Fitipaldis ampliados y con un concierto que incluyó seis temas nuevos y un repaso a sus éxitos

El rockero de Zabala, acompañado por sus Fitipaldis reforzados con dos unidades más, lideró un eléctrico concierto.José Mari Martínez

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Fito nos había advertido que protagonizaría una sesión de rock´n´roll de dos horas y cumplió su palabra en el principio de la gira Aullidos Tour, que arrancó anoche en un Pabellón de los Deportes de Santander abarrotado y en ebullición desde que sonó A contraluz. El rockero de Zabala, acompañado por sus Fitipaldis reforzados con dos unidades más, lideró un eléctrico concierto que basó su poder en las canciones, las seis de su nuevo disco, y muchos de sus clásicos, que sonaron en un escenario amplio y con un gran sonido y equipo luminotécnico.

“Prometemos noches inolvidables”, había adelantado el músico vizcaino antes del inicio de la gira. Y cumplió con creces en Santander, en un escenario en el que repetirá hoy, a partir de las 20.30 horas, cuando sonó A contraluz, con Fito, su saxofonista Javi Alzola y el guitarrista Carlos Raya encapsulados en un círculo iluminado y el escenario escondido por un enorme telón que cayó y mostró al resto de la banda cuando se oyó: “que estabas tú, yo siempre a contraluz/duró solo un instante, pero te pude ver”.

Tal y como pudimos comprobar en el ensayo general del miércoles, apareció Fito en el centro de un amplio escenario, rodeado de sus dos lugartenientes –Alzola, a su derecha, y Raya, a la izquierda– y con los Fitipaldis repartidos en dos alturas y reforzados con los dos miembros del dúo Fetén Fetén: el violinista Diego Galaz, ahora a la guitarra eléctrica, y Jorge Arribas, que ha cambiado su acordeón habitual por los teclados.

Entre guitarrazos y ráfagas de Hammond sonó después Un buen castigo, con solo de Fito rindiendo tributo a Dire Straits y antes de que llegara el primer gran éxito, Por la boca vive el pez, entre la algarabía del público. “El regalo sois ustedes”, se oyó desde el escenario, desde el que llegaba un sonido prístino y potente de 170.000 watios que se disfrutó aún más cuando oímos bajar el ritmo con los aires western de Me equivocaría otra vez, que dejó el lucimiento a Raya con un solo descomunal.

Prometemos noches inolvidables”, había adelantado el músico vizcaino antes del inicio de la gira.

La caricia prosiguió con Entre la espada y la pared, liderada por la potente y ajustada sección rítmica del batería Coki Giménez y el bajista Alejando Boli Climent, con el público oyendo cada instrumento y siguiendo las evoluciones de la banda en alta definición en tres pantallas –180 metros cuadrados, con la trasera y enorme alternando imágenes de los músicos y el logo de la banda– y un espectáculo resaltado por 280.000 watios en luminotecnia. “Estamos cagados”, se oyó desde el escenario antes de regresar al último disco con Los cuervos se lo pasan bien y El monte de los aullidos, mecidos por los brazos oscilantes de la gente.

Rock, baile y guerra

Los cuervos de las pantallas dieron paso a las imágenes en blanco y negro de la devastación de la guerra con un dron –parecía Gaza– que nos encogió el estómago cuando sonó la balada Volverá el espanto, con Fito a la guitarra acústica y un final repleto de tensión eléctrica. Y como el de Zabala había entonado “no hay más remedio que seguir bailando”, la sesión rockera rescató varios temas recientes, Cielo hermético, entre aires de psicodelia; A quemarropa, con el pabellón iluminado de rojo intenso, y la lenta y con aires de blues Cada vez cadáver.

Fito, que volvió a grabar un mensaje compartido con el público para proyectar en la ciudad siguiente de la gira, fue alternando presente –Como un ataúd, con saxo protagonista– con temas antiguos –Acabo de llegar– y el inicio de un aluvión de éxitos coreados por la gente que empezó con Soldadito marinero, acariciante primero y con riffs cortantes al final, y prosiguió con La casa por el tejado, con final rapeado y guiños latinos en tributo a Lichis.

El bis

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Hubo presentación y solos de Fitipaldis con deudas al sonido de la banda de James Brown antes de la llegada del bis. Ya algo justo de voz –“estoy jodido”, le oímos–, lo inició con La noche más perfecta, la balada más emocionante de su último álbum, que cedió, con la batería atronadora y el sonido de la E Street Band de Springsteen, a Entre dos mares, entre las carreras de Fito y Raya, a ambos extremos del escenario.

Dos horas después, con todos en círculo alrededor del batería llegó el final del concierto con Antes de que cuente diez y alrededor de 6.000 gargantas aullando aquello de “la vida se nos va como el humo de ese tren”.