La artista palestina Shaima Sheikh Ali de 27 años lleva trabajando en Bilbao desde septiembre, desarrollando un nuevo proyecto artístico vinculado a su experiencia personal como mujer palestina con discapacidad y a su profunda conexión con la comunidad palestina, la historia y el territorio. Esta residencia es parte del compromiso de la plataforma Moving Artists con la movilidad y visibilización de artistas de contextos en conflicto, fomentando el intercambio cultural y el pensamiento crítico a través del arte contemporáneo.
Originaria del pueblo destruido de Beit Thul, cerca de Jerusalén, y actualmente residente en Beit Hanina, Shaima se licenció en Bellas Artes en 2022. Desde entonces, ha expuesto su obra en Palestina, Jerusalén , Londres...
Dice que todos los palestinos deben contar su historia. ¿Cuál es la suya?
Mi historia comienza con el desplazamiento forzado. Mi familia proviene de Beit Thul, un pueblo que ya no existe físicamente, pero que vive en nuestra memoria, hoy convertido en una zona de senderismo. Crecí en Beit Hanina, un lugar lleno de edificios que conecta Jerusalén con Cisjordania a través de puestos de control y constantes interrupciones en la vida cotidiana. Debido a mi discapacidad, aprendí desde pequeña cómo el movimiento y el espacio pueden convertirse en negociaciones. No puedo ir a Cisjordania sola, no por mi discapacidad, sino por la vigilancia política. Eso moldeó mi sensibilidad hacia el cuerpo, la percepción y el significado de pertenecer. Así que mi historia es una mezcla de lucha personal, memoria colectiva y una profunda conexión con la tierra y su gente. Mi arte es simplemente la forma en que le doy sentido a todo eso.
¿Cómo ha terminado en Bilbao con esta residencia?
Llegué a Bilbao gracias a la residencia TEJA en colaboración con Moving Artists y mi estudio está en BilbaoArte. El programa me pareció el espacio idóneo para mi investigación, sobre todo porque trabajo con temas de movimiento, restricción y percepción. Y, sinceramente, también necesitaba distancia. Necesitaba ver mi trabajo desde fuera, conocer gente que no compartiera mi contexto pero que estuviera dispuesta a escuchar, y comprender cómo evoluciona mi práctica cuando estoy en un entorno diferente.
¿Cuáles son las principales dificultades a las que se tiene que enfrentar como creadora en Palestina?
Ser artista en Palestina significa vivir en un lugar donde nada es estable, la movilidad está restringida, los recursos son limitados y la situación política está presente en cada detalle de la vida cotidiana. Ser mujer añade otra dimensión. Y tener una discapacidad añade una completamente distinta: la accesibilidad, el transporte, la estructura física de las ciudades e incluso la simple posibilidad de desplazarse de un lugar a otro se convierten en negociaciones políticas. Pero estos desafíos moldearon mi lenguaje artístico. Me enseñaron a mirar el espacio de otra manera, a percibir la relación del cuerpo con el poder y a crear desde los márgenes sin esperar permiso. El mayor desafío es insistir en existir plenamente en un lugar que constantemente limita tu presencia, y a la vez encontrar maneras de transformar esa limitación en sensibilidad, conciencia y herramientas artísticas.
Háblenos del trabajo que está realizando en Bilbao.
El proyecto que estoy desarrollando en Bilbao se centra en la censura, no solo en la que nos imponen, sino también en la que internalizamos a través del miedo, la presión social y la vigilancia política.Estar aquí me hizo darme cuenta de las diferentes maneras en que la gente habla de Palestina, lo que me llevó a reflexionar sobre los límites que llevamos dentro: lo que decimos, lo que evitamos y cómo cambia nuestra voz cuando algo se percibe como peligroso. Estoy trabajando con el sonido y la idea de la voz interrumpida, y esta pieza sonora también formará parte de un taller que estoy desarrollando. La instalación en sí es un laberinto espiral transparente que permite al público ver la obra y verse entre sí desde múltiples ángulos, tanto dentro como fuera. Como mujer palestina con discapacidad, siempre he vivido dentro de un sistema que controla el movimiento y la expresión, por lo que este proyecto se convirtió en una forma de comprender cómo la censura moldea el cuerpo, la imaginación y la presencia.
Su trabajo toca temas como el movimiento, la percepción...
Me atraen estos temas porque reflejan la realidad de mi cuerpo y mi entorno. Para mí, el movimiento nunca se da por sentado; es una negociación moldeada por la discapacidad y las restricciones políticas. La percepción también es fundamental, porque al crecer en un lugar lleno de fragmentación y vigilancia, se aprende a vede otra manera, a percibir lo que otros pasan por alto. Superar obstáculos no es una historia heroica; es una práctica diaria de desenvolverse en un sistema diseñado para limitarte.Y la fe, no solo en el sentido religioso, es lo que mantiene a la gente de Palestina en pie a pesar de todo. Fe mutua, en la comunidad, en la memoria y en la posibilidad de una vida más allá de la opresión. Estos temas no son conceptos que yo elija, son las condiciones que dan forma a mi existencia y, naturalmente, aparecen en mi obra.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Suelo trabajar desde el presente, así que no planifico mis próximos proyectos con antelación. Mi trabajo surge de aquello de lo que soy consciente, en lo que pienso o que me cuestiono en ese momento. Lo que sí sé es que seguiré transitando entre lo colectivo y lo personal, utilizando mi práctica como plataforma para hablar de mi gente, nuestras luchas y nuestro derecho a resistir en todas las formas que elijamos y necesitemos.