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Miguel Marcos: “No existe la canción perfecta, pero sí el viaje que emprendemos hacia ella”

El educador y músico de Le Voyeur ha presentado su libro ‘Viaje hacia la canción perfecta’ en el BIME de Bilbao

Miguel Marcos: “No existe la canción perfecta, pero sí el viaje que emprendemos hacia ella”

Músico esclavo del pop sin prejuicios en Le Voyeur y recientemente en Nueva Tragedia, productor y docente, Miguel Marcos es el autor de Viaje hacia la canción perfecta, publicado por la editorial vizcaina Liburuak, libro que ha presentado en el congreso BIME Pro, en Euskalduna Jauregia. Manual de composición y reflexión, es también un homenaje a la música popular, un mapa y una brújula tan apto para compositores como para profesores y aficionados en general. “Creo más en las rutinas creativas, en el gym de la canción, en encontrar el espacio–tiempo ideal para ciertos procesos creativos”, explica Marcos al ser preguntado por la inspiración en esta entrevista, en la que critica “la falta de educación musical creativa” en el contexto del turbo–capitalismo actual.

¿Cómo se emprende la aventura de escribir un libro desde el punto de partida de una quimera, de una entelequia?

-Cualquier tipo de creación artística, ya sea escribir un libro, un guion cinematográfico, pintar un lienzo o componer una canción, comienza con una pulsión interna. Algo que te remueve y necesitas contar, que inevitablemente te lleva a lugares desconocidos. En mi caso, escribir este libro surge por dos motivos, el primero tiene que ver con mi parte artística, con la necesidad de encontrar nuevas formas creativas dentro de la composición. El segundo, pertenece a mi parte más docente, a la investigación y a la transmisión de conocimiento, que tiene que ver con mis casi veinticinco años de profesor de songwriting y composición de canciones.

¿O me equivoco y sí cree que existe una canción perfecta… o una aproximación a ella?

-Todos sabemos que la canción perfecta no existe, pero sí el viaje que emprendemos hacia ella. Este viaje es la excusa perfecta para habitar esos espacios de creación y de reflexión que tanto necesitamos hoy en día. Escribiendo este libro me di cuenta de la necesidad de este ensayo–manual. Durante la búsqueda e investigación de la canción perfecta, no encontré más de tres libros en castellano sobre composición de canciones, de las 150 referencias que hay en la bibliografía. Algo falla en este punto.

Cita a Dylan, The Clash, Bowie, Talking Heads, Billie Holiday, Nick Cave, Lou Reed, Patti Smith, León Benavente, Iván Ferreiro, Kay Tempest, Rosalía, Taylor Swift… ¿Estarían en esa clasificación para usted?

-Creo que estos nombres no sólo están en mi clasificación personal, sino que forman parte de la historia de la música popular y de la composición de canciones. En realidad las listas son referencias para entender ciertas etiquetas y lugares comunes necesarios para seguir cultivando el reciclaje artístico.

Como elementos obligados de la canción perfecta cita el ritmo, la armonía y la melodía. Y completa el interior del triángulo con la letra.

-Las canciones son organismos vivos que necesitan autorregularse a través de sus propios elementos. No existe canción sin armonía, melodía y ritmo. Pero tampoco sin el concepto de tímbrica y de tono. La parte lírica, es decir la letra, completa el significado. Y empezar a componer desde un lugar u otro determinará el viaje. 

¿No depende todo del contexto –personal, emocional y social– en el que se escucha la canción?

-La escucha es lo más importante de una canción, es el oyente el que completa el significado de la misma. El que pone la última pieza del puzzle. Hace poco hablaba con Guille Galván (compositor y guitarrista de Vetusta Morla y autor del prólogo del libro) sobre cómo cambia el significado de una canción en función de quién la escuche y de cómo lo haga. Lo que creías que era una canción de amor, para el oyente puede convertirse, dependiendo de su contexto vital, en una de desamor. Esto es algo mucho más habitual de lo que creemos.

¿De dónde vienen? Ahí surge la dicotomía que enfrenta la inspiración con el ‘gimnasio’, el horario de oficina que se autoimpone Nick Cave.

-En ese equilibrio es donde suelen aparecer las mejores canciones. Esperar a que las musas te susurren al oído no es lo ideal si no te encuentran trabajando. Porque lo más probable es que jamás aparezcan…Yo personalmente creo más en las rutinas creativas, en el gym de la canción, en encontrar el espacio–tiempo ideal para ciertos procesos creativos. Por otro lado, Cave creando su propio mito sobre la oficina del compositor, es algo muy sugerente, divertido y terapéutico creativamente hablando.

Aunque Keith Richards defienda que “no hay reglas” ante una hoja en blanco, usted apuesta por el trabajo exhaustivo a la hora de componer. De hecho, ofrece múltiples consejos, hasta 500.

-Para romper las reglas hace falta conocerlas bien a fondo. Lo que defiende Richards pertenece a esa mitología pop de la que hablábamos antes de Cave o de los grandes héroes y heroínas populares que necesitan crear su propio relato. Claro que hay trabajo, herramientas y muchas horas, días y años de oficio. Pensar lo contrario es absurdo, sobre todo en las carreras artísticas de largo recorrido. Un día compones una canción de una manera y otro día la compones de otra. 

Entre esos ejercicios, hay varios relativos a aspectos habituales sobre cómo debe elegirse el título, la importancia del primer verso, una melodía molona o ese estribillo que debe ser recordado después, pero también otros, algunos harto curiosos, como inspirarse con la televisión sin volumen, la corrección constante, buscar 1.000 títulos, el uso del ‘collage’ estilístico, componer mientras se llora, saltar del superhéroe al antihéroe...

-Cualquiera puede componer una canción, solo necesitan las herramientas adecuadas y muchas ganas para empezar el viaje. Llevo trabajando y enseñando este proceso creativo desde hace más de 20 años y es una satisfacción ver cómo cada año llegan alumnos a mis cursos de Laboratorio Sonoro (en la Escuela de Escritores de Madrid) que no han escrito una canción en su vida y salen de mis cursos con 12 o 14 canciones en un año. El mismo acto de hacerlo supone una verdadera fuente de placer; es algo terapéutico y a la vez mágico.

¿Y se impone siempre la emoción al virtuosismo?

-La emoción y la sensibilidad siempre están por encima de la técnica cuando escribes una canción, pero siempre necesitamos ciertas herramientas creativas y compositivas para poder emprender ese viaje. 

El libro rechaza tópicos como que el compositor dolido o ‘enganchado’ esté en una posición más favorable que quien se cuida y disfruta de una buena salud.

-El contexto vital del compositor es clave, pero el tópico del escritor maldito, del antihéroe o del compositor vampiro que lo hace bajo sustancias o en ciertos estados alterados, ya no significa nada más que otra forma de llegar a la canción perfecta. Toda esta mitología tiene que ver con la falta de educación musical creativa que hemos recibido a lo largo de los años en este país, siempre poniendo el foco en la interpretación musical y muy pocas veces –o casi nunca– en la parte más creativa y compositiva del músico. Esto lo podemos ver en los conservatorios, en la mayoría de las escuelas de música o en los institutos, donde en el mejor de los casos, no han suprimido la asignatura de música. El valor que le da el turbo–capitalismo y la sociedad en la que vivimos a la música, tiene que ver con el ocio, no con un lugar de reflexión, creación y transformación del individuo y de la sociedad

¿De qué manera el papel de la tecnología, la uniformidad que exigen las plataformas, las bases electrónicas y la IA pueden inmiscuirse en este viaje hacia la canción perfecta?

-Podríamos estar hablando horas sobre el impacto de la democratización tecnológica en el mundo de la composición musical. Yo vengo de la era pre– internet, donde había que aprender a escuchar antes de componer. Porque el proceso de imitación–asimilación–transformación surgía de espacios colectivos donde escuchábamos canciones e intentábamos sacarlas de oído. Después con internet llegaron algunas webs donde estaban los acordes encima de las letras de las canciones. En fin, la tecnología es algo neutro, pero su utilización, es lo que marca la diferencia entre el artesano de canciones y el compositor de Prompts. Hoy en día esa figura que surge desde la Inteligencia Artificial y que sin necesidad de tocar ningún instrumento, es capaz de componer a través de software especializado en IA es capaz de generar una maqueta de 50 canciones al día. Esto lo he vivido en primera persona con algunos de mis alumnos. Pero como me dijo el gran compositor Manuel Alejandro hace poco, estas máquinas podrán hacer canciones e imitarnos, pero nunca podrán repetir nuestro mismo error más de dos veces. 

No es un libro dirigido exclusivamente a quien desee componer música, lo disfrutará también el buen oyente ¿no cree?

-Absolutamente, ese ha sido mi caballo de Troya. Es un libro para todo aquel que quiera acercarse al mundo de la artesanía de la canción, no hace falta ser músico ni tener conocimientos de música, pero también sirve de mapa y brújula para aquellos buscan el camino creativo hacia la canción perfecta. Ese equilibrio me llevó a quitar tres o cuatro capítulos demasiado técnicos que no empatizaban con el gran público amante de la música. La clave fue acercarme a un tono divulgativo más amplio, sin necesidad de entrar de lleno en la cirugía del verso y la melodía. Lo que empezó siendo un manual y acabó convirtiéndose en el único ensayo–manual de referencia en castellano sobre la artesanía de la canción.

Moraleja: ¿la canción puede venir de cualquier sitio, sin avisar ni buscarla, pero hay algunos ejercicios que facilitan que acuda a la cabeza del compositor?

-Sin duda, la constancia, el trabajo y las rutinas creativas nos llevan a conocernos más a nosotros mismos y a comprender esta disciplina artística tan mitológica y tan fascinante que es la artesanía de la canción. Este viaje es una travesía para todo aquel que desee conocer cómo se compusieron las grandes canciones que nos acompañaron, nos acompañan y lo harán durante toda nuestra vida, pero también es un manual para todo aquel que quiera llegar a la Torre de la Canción. En definitiva, un mapa y una brújula para todos los amantes de la música.