La historia de la maquiavélica industria discográfica que sangra a los músicos es un lugar común… por su cotidianeidad. A saber tocar y disponer de canciones molonas debe acompañarle siempre contar con un buen abogado a la hora de firmar cualquier contrato. Que se lo digan a John Fogerty (California. 1945), líder y compositor único de una de las mejores bandas de rock de la historia: Creedence Clearwater Revival. Medio siglo después y tras visitar hace dos meses el Azkena Rock de Vitoria–Gasteiz, ha regrabado himnos como Proud Mary, Bad Moon Rising, Fortunate Son o Have You Ever Seen the Rain tras recuperar el derecho a su autoría. “Este álbum es un regalo, para mí y para mis fans”, ha explicado.
Parece una escena de película, pero la firma del primer contrato de Springsteen sobre el capó de un coche y sin ningún tipo de asesoramiento ni garantías legales, ha sido, como el célebre contrato de Messi en una servilleta en el ámbito balompédico, más que recurrente en el ámbito de la música popular. John Fogerty es uno de los damnificados más conocidos… y durante más tiempo, ya que perdió los derechos de autor de sus canciones al frente de la Creedence, en la que fue su único compositor, durante casi medio siglo.
Al frente del grupo, junto a la guitarra de su hermano mayor, Tom, y una sección rítmica formada por el batería Doug Clifford y el bajista Stu Cook, Fogerty logró en únicamente un lustro, entre mediados de 1968 y finales de 1970, liderar una de las mejores bandas que ha brindado Estados Unidos al mundo, un cuarteto fogoso y trabajador incansable que facturó seis discos en un periodo corto de vida y consiguió sobresalir y liderar las listas a pesar de la feroz competencia de coetáneos del pelo de The Rolling Stones, The Beach Boys, Bob Dylan y unos The Beatles que encaraban la recta final de su carrera.
Doble traición
La de la Creedence es una historia marcada por una doble traición, la empresarial y la familiar. En primer lugar, hay que referirse a Saul Zaentz, ejecutivo y productor musical y cinematográfico que logró el Oscar con El paciente inglés o Amadeus. Él engañó a la Creedence con un contrato que les arrebató los derechos de autor de sus canciones. Las de John Fogerty, vamos. Y la traición familiar la protagonizó su hermano Tom, que se alió con la discográfica para lograr ciertas prebendas económicas y seguir explotando, sin el líder, el cancionero del grupo en directo y a través de anuncios publicitarios que John nunca habría autorizado.
El mal rollo fue tal que John les retiró el saludo y nunca más volvieron a hablar. La situación acabando afectando a su salud tras años de una ingesta masiva de alcohol y depresiones, por lo que John prefirió acompañarse de alumnos aventajados como Springsteen y Robbie Robertson (The Band), en lugar de sus excompañeros, en la gala de ingreso en el Rock and Rock Hall of Fame. Más detalles en Fortunate Son, su autobiografía traducida al castellano y disponible en Neo Sounds.
Dejamos de lado la historia porque lo que ahora nos ocupa es el regreso discográfico de este icono demócrata opuesto a Trump, como demostró con su participación en la gira Vote for Change, junto a otras estrellas como Bruce Springsteen, Neil Young, Pearl Jam o REM. Tras su reciente paso por el Azkena Rock, este fin de semana se ha publicado Legacy: The Creedence Clearwater Revival Years (Concord / Music As Usual), el nuevo trabajo de un aitite –tiene dos nietas– de imagen asociada a los vaqueros, las camisas de cuadros y el pañuelo rojo al cuello.
El doble álbum, repleto de un cancionero rockero, sencillo, directo, enérgico y revisado décadas después junto a músicos como Matt Chamberlain, Bob Malone, Bob Glauby Rob Stone, está marcado por la alegría, la celebración y la reconciliación del músico con su legado juvenil al frente de una de las mejores y directas bandas de rock tradicional de la historia. “Durante la mayor parte de mi vida no fui dueño de las canciones que había escrito”, ha asegura. “Recuperarlas lo cambia todo. Legacy... es mi forma de celebrarlo, de tocar estas canciones a mi manera, con la gente a la que quiero”, ha apostillado.
No solo himnos
Aunque su timbre vocal de barítono ya no suene tan afilado como en su juventud, nos imaginamos a Fogerty regrabando sus/nuestros himnos de la Creedence con una sonrisa en la cara. Además, el proyecto no puede ser más familiar, ya que la producción ejecutiva corre a cargo de su esposa, Julie, y en él participan también sus hijos Shane y Tyler, que forman parte de su banda de directo, como comprobamos en el Azkena Rock.
Y aunque su apariencia y comportamiento convencionales puedan recordar a un trabajador jubilado de una empresa maderera o de una fábrica siderúrgica de su país, Fogerty es una leyenda del rock clásico que desconoce el significado de la palabra jubilación. La mezcla de blues, country, pop, rockabilly, r&b, swamp boogie y rock and roll de su obra alcanza relevancia contemporánea en el proyecto actual, en el que el fuego sigue ardiendo.
Legacy… atesora clásicos que merecen una revisión como Proud Mary, Bad Moon Rising, Fortunate Son, Up Around The Bend, Down On The Corner, Travelin’ Band, Green River o Have You Ever Seen the Rain. El lanzamiento se completa con piezas más oscuras del grupo como Someday Never Comes, Hey Tonight, Bootleg, la balada con saxo Long As I Can See the Light, Wrote A Song for Everyone o Porterville.