Bilbao ya tiene su Maestranza
El Bellas Artes expone por primera vez el óleo del maestro Fortuny adquirido gracias al legado de la bilbaina Begoña María de Azkue
El Museo de Bellas Artes de Bilbao descorcha la primavera con una exposición envidiable y ejemplar, admirable siempre: ‘Del Greco a Zuloaga’. Un cuidadoso repaso a cuatro siglos de arte español con 26 pinturas y dos esculturas pertenecientes todas a los fondos de la pinacoteca. Entre ellas, un óleo de Antonio Fortuny adquirido en 2024 gracias al legado de Begoña María Azkue y que por primera vez podrá ser contemplado en su Bilbao natal.
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Se trata de La plaza de toros de Sevilla (1870), un cuadro con un tratamiento lumínico privilegiado y arañado por esa mancha rápida y audaz del maestro ‘preimpresionista’. Tras la repentina muerte del artista en Roma en 1874, con tan solo 36 años, el cuadro fue subastado por 3.250 francos en París el 27 de abril de 1875. Desde entonces se perdió su rastro hasta su reaparición en una exposición sobre el artista que se celebró en Barcelona en 1989.
Otras dos pinturas
La crónica de este óleo sobre lienzo de 74x95 centímetros termina felizmente en Bilbao. Y el tamaño es importante porque son contadas las obras de este tamaño firmadas por Fortuny y muchas menos las que han salido al mercado. Un motivo más para agradecer la ‘herencia’ de esta mecenas bilbaina -fallecida en 2023- que también facilitó al Bellas Artes la compra de ‘El voto en Sainte-Anne d’Auray (William-Adolphe Bouguereau) y ‘Retrato de Erik Satie’, del guipuzcoano Ignacio Zuloaga.
Es por todo ello que, como acertó a resumir Miguel Zugaza, director de la pinacoteca bilbaina, la exposición que podrá ser visitada hasta septiembre es algo más que una muestra de la colección propia que atesora y que comparte con otros espacios culturales. Así lo ha hecho recientemente con el Bellas Artes de Sevilla con esta misma muestra y con San Sebastián curado por las santas mujeres (José de Ribera, el Spagnoletto), “el cuadro más importante de nuestra colección” -dijo Zugaza- que estuvo de viaje de diplomacia cultural en el Petit Palais de París.
Es, principalmente, un repaso a la propia historia del Museo, hecho a sí mismo gracias precisamente a la voluntad popular, a las donaciones y legados, y al apoyo institucional también. Porque cada pintura lleva una cartela que, además de la descripción de la obra, reseña esa intrahistoria a veces desconocida para el ciudadano de a pie. Por ejemplo, ‘La Anunciación’ del Grecono es un boceto como se pensó durante décadas y tampoco se trata de una réplica. Es una ‘reducción’ y el propio Theotokópoulos lo tenía en su taller junto a otro que se expone en el Thyssen. Un ‘ricordatorio’ que el artista guardaba.
Retrato, arte religioso y paisajes
En definitiva, una oportunidad más para acercarse a la cultura fuera del guion habitual. En total, una treintena de obras que condensan cuatro siglos de arte español poniendo el acento en el retrato y el arte religioso, a los que acompañan ejemplos relevantes de pinturas de naturaleza muerta y paisaje.
A la selección que cosechó un éxito sobresaliente en la capital hispalense se han sumado para este regreso a casa otras cuatro piezas de alta sensibilidad -entre las que se cuenta esa tabla del Spagnoletto- y otros como uno que fue comprado como un Rafael Tegeo y ahora es atribuido a Joaquín Espalter, La piedad de Morales y un retrato de Felipe IV de Diego Velázquez.
El recorrido expositivo incluye obras de pintores tan notables como el Greco, José de Ribera, Francisco de Zurbarán, Bartolomé Esteban Murillo, Luis Paret, Francisco de Goya o Ignacio Zuloaga, y presenta además dos bellas tallas religiosas en madera y pequeño formato: Calvario (c. 1576-1580) de Juan de Anchieta y Dolorosa (c. 1754-1756) de Juan Pascual de Mena.
Entre las obras, destacan La Anunciación (1597-1600) del Greco; Santa Isabel de Turingia y Santa Catalina de Alejandría (c. 1650-1660) de Zurbarán; San Pedro en lágrimas (c.1650-1655) de Murillo; Vista de Bermeo (1783) de Paret; Retrato de Martín Zapater (1797) de Goya o Doña RositaGutiérrez (1915) de Zuloaga. Esta obra fue, precisamente, la que mostró a la ciudadanía de Bilbao una nueva forma de acercarse al arte en mayúsculas ya que fue adquirida por suscripción popular. Casi veinte mil pesetas de la época que el propio Zuloaga, emocionado por este gesto, donó posteriormente para poder seguir enriqueciendo la colección del Bellas Artes.
En este sentido, Zugaza ha subrayado que el 70% de la colección reunida por el museo a lo largo de su historia procede de legados, donaciones y aportaciones de instituciones públicas, como la Diputación Foral de Bizkaia, que en 1919 contribuyó con una de las obras expuestas, Santa Isabel de Turingia. Por su parte, Gorka Martínez, de BBK, ha felicitado a la pinacoteca por su “capacidad de reinvención” para, en pleno proyecto de reforma y ampliación, haber sido capaz de exponer “desde un nuevo y diferente punto de vista, estas obras maestras ya conocidas de su colección”.
Por su parte, las voces expertas de José Luis Merino Gorospe -conservador de Arte Antiguo y comisario de la exposición- y Javier Novo -coordinador de Conservación e Investigación- han descubierto secretos no ocultos pero invisibles para ojos y mentes profanas. La escenografía, los retratos espejo, las inspiraciones en grabados del mundo occidental de la época, el simbolismo del color negro de las armaduras, el lenguaje corporal, los escotes y los retratos a lo divino... Una oportunidad para estimular la experiencia estética e intelectual.