Los titulares de las primeras confirmaciones del Bilbao BBK Live 2025 se las han llevado los veteranos Pulp y Kylie Minogue, y la emergente estrella r&b Raye aunque, de tapadillo, se ha colado Michael Kiwanuka, británico de origen africano que en la última década se ha asentado con su efectiva y contemporánea actualización del soul clásico a través del rock, la psicodelia y el folk. A Kobetamendi llegará con su cuarto disco, Small Changes (Polydor. Universal), en el que sin apenas cambios en su estilo melancólico, conducido por su sedosa voz, sigue emocionando como siempre.
Si no nos falla la memoria será la tercera visita de Kiwanuka a Euskadi desde su debut hace 12 años. Este londinense de origen ugandés resultó todo un descubrimiento cuando presentó las canciones de Home Again en el BEC, en el escenario Antzokia del BIME y se asentó de manera gozosa cuando reincidió, al aire libre y ante un público rockero, en el Azkena Rock, en la presentación de su continuidad, Love & Hate.
Guitarrista personal y cantautor soul cuya voz cálida remite a los clásicos, con Otis Redding y Curtis Mayfield a la cabeza, Kiwanuka no reniega de los arreglos cercanos al folk, dada su pasión por Joni Mitchell y Dylan, lo que le reportado en poco más de una década éxitos mayoritarios con canciones sentidas y emocionales como la propia Born Again, Love & Hate o una Cold Little Heart ayudada por su inclusión en la serie Little Big Lies.
Con un reciente Mercury Prize en casa y tras actuar en el festival Glastonbury este verano, Kiwanuka, cuyos padres se establecieron en Londres en los 70 huyendo de la dictadura de Idi Amin, se descuelga ahora con Small Changes, que es la muy esperada continuación de su tercer álbum homónimo. Un disco que reincide en su visión de la música, la de un británico de origen africano que no conoce fronteras y que une su pasión por el soul y el folk, y le añade gotas de rock, incluido indie, y de psicodelia.
Sobrio pero con estrellas, como su título avanza, Small Changes apenas incorpora novedades, empezando por sus ya habituales coproductores: Danger Mouse (Brian Burton) e Inflo (Dean Cover), quien se encuentra de ese fantasmagórico pero excitante proyecto llamado Sault. Y aunque su autor le cuente a The Guardian que el disco es “mucho más discreto y despojado” que los anteriores, al menos en sonido, también es cierto la altura de sus colaboradores, del legendario bajista Pino Palladino (D’Angelo, John Mayer, Beyoncé) a Jimmy Jam, del dúo de compositores y productores Jam and Lewis (Janet Jackson, Prince), que tocó el órgano.
Small Changes, que vuelve a mostrar el talento de su autor, confirma su capacidad para sonar actual y, al mismo tiempo, clásico y atemporal. Sin grandes cambios, pero con su personalidad intacta, que se asienta de forma sólida en su garganta, en una voz sedosa, hipnótica, suave como el terciopelo y emotiva que traslada al presente el sonido de soul de los 70 en su terreno más baladístico y romántico.
A este cuarto disco, de sonidos cálidos, letras confesionales y una producción que suena austera y sobria a pesar del lujo y la elegancia de sus arreglos, lo dominan los medios tiempos y baladas con coros y arreglos orquestales como los de Floating Parade. Entre la tonada soul y las guitarras –acústicas y eléctricas– más cercanas al folk, el británico nos desarma en temas como One And Only o un Four Long Years, canción influenciada por Mazzy Star que cierra el álbum y suena estremecedora, a la altura de algunos himnos del soul en interpretación y melodía.
En el camino deja un trabajo espectacular en las guitarras, algunas con trémolo, otras con efectos lisérgicos y en la segunda parte de la preciosa Lowdown, con el rastro evidente de David Gilmour, de sus adorados Pink Floyd. Y aunque falte un hit como Cold Little Heart, el álbum convence con pequeños cambios como los de Rebel Soul, con su piano minimalista y una base rítmica jazz, el groove sexy de The Rest of Me, el espectacular trabajo integral de la sección rítmica y la elegancia de voces y arreglos orquestales.
Aunque no tan directamente como en su joya Black Man In A White World, Kiwanuka sigue interrogándose sobre su identidad como inglés africano en un contexto conflictivo –único niño skater de color de su barrio y oyente e intérprete de soul y también de rock indie–, a la vez que reincide en su alegatos sobre el amor y la resistencia –“no podemos ser más fuertes que la vida misma, pero podemos ser sólidos” o “viejos corazones anhelando lo que sea que nos toque pasar”, canta–; la lucha y resiliencia –“sigue tus sueños, no temas lo que pueda pasar”; los pequeños cambios que “cambian la vida” o, su fe cristiana. Sin complejos, libre y emotivo.