Aunque ya había regresado esporádicamente al directo, Pilt no se ha contentado con organizar otra vuelta a los escenarios en 2025, sino que la acompañan con Balak airean (Balaunka), el primer disco en dos décadas de los de Mungia, con un rock menos metalero y más pop. “El miedo de no responder a las expectativas ha sido un reto”, explica su líder, Rafa Rueda. “Sonamos mejor que nunca”, advierte de cara a la gira.

En 2006 se separaron, regresaron con una gira en 2017 y ahora vuelven, pero con un disco.

—Tras aquellos cinco conciertos y el que dimos en Dimetal Fest, en septiembre de 2023, vimos que cuadraban las agendas y que había propuestas para actuar. Nos planteamos qué hacer y decidimos que la única condición era volver con material nuevo. Sin vivir del pasado, de las rentas. Vimos pronto que la cosa funcionaba en los ensayos y activamos el grupo.

¿Pensaron en el peligro de no responder a las expectativas?

—El miedo era un reto. Sabes que tienes una mochila que genera expectativas, pero está el aliciente de ver si éramos capaces de responder y de actualizar el sonido del grupo. Eso nos ha enchufado, aunque somos conscientes de no poder escapar al sonido de antaño.

Si volvieran con reggeatón…

—(Risas). Sería raro. Lo importante ha sido la composición colectiva. Como amigos nos hemos llevado siempre muy bien, pero creando es otra cosa. Suelo llevar yo los temas, pero siempre ha habido una implicación fuerte del resto. Seguimos así, pero a veces dudamos si funcionaría tras tanto tiempo separados o con posibles diferencias de criterio. No sabíamos si iría a algún lado y por eso no nos comprometimos a hacer un disco. Fuimos cautos y sinceros, no tiene nada que ver con cierto misterio.

¿El disco es una sorpresa incluso para ustedes?

—Sí, y grata, aunque confiábamos. Hemos disfrutado mucho de los ensayos y grabaciones, y Pilt está muy bien en los escenarios. Sonamos mejor que nunca, más emotivos.

El disco es muy familiar.

—Todos hemos seguido activos en estos 20 últimos años, así que no hemos necesitado recurrir a nadie externo. Las composiciones son propias, el diseño lo ha hecho David González, las fotos son de Aitor Abio, hemos grabado en el estudio de Xanpe y alguna cosa en el mío… Ha sido natural y ha creado piña.

Son seis canciones. ¿Ep o disco corto?

—Responde al ritmo que hemos llevado, aunque se han quedado cosas fuera que no nos ha dado tiempo a madurarlas. Quizás se retomen más adelante, pero no quisimos presionarnos haciendo 10 canciones.

El contexto no contribuye, además.

—Todas estas canciones, menos una, superan los cuatro minutos. Eso cierra muchas puertas. Cada día que pasa se recorta el tiempo de los temas, vamos a acabar siendo todos los Ramones (risas). De todas formas, dura casi lo mismo que nuestro último disco, que tenía 10 temas. Son 27 minutos.

¿Han adaptado su sonido al presente? Suena menos metal, más pop.

—Es fruto de la evolución de cada uno, no hemos ido a buscar ningún sonido determinado. Es todo intuición y naturalidad, aunque sí hay cosas similares a antaño y cierta tendencia hacia otras ramas que pueden estar ahora más presentes. Al crear miras hacia fuera para crear estímulos o inspiración, pero nuestro peligro era mirar demasiado hacia nosotros mismos después de 20 años.

¿Cómo ha vivido este regreso a terrenos más duros, alejados de los de su carrera en solitario?

—Estoy disfrutando mucho, especialmente a nivel vocal. El salto de Pilt a mis discos fue muy potente visto desde mi voz, aunque ahora no lo veo así si lo comparo con mis dos últimos discos. Estoy en buen momento, canto más a gusto que hace 20 años, cuando Pilt estaba en ebullición.

El disco se abre y cierra con el título, con esas balas en el aire. ¿Conviene agachar la cabeza para que no te la vuelen?

—Esa es la lectura. Tiene una estructura circular y reflexiona sobre estos tiempos, especialmente sobre cosas que no son tan bonitas. Nuestra forma de vida hace que miremos dónde pisamos para no liarla parda. La tensión es constante para evitar tropezarte o algo peor. Alguien me ha dicho que las balas pueden ser las mismas canciones, que están ahí para quien las quiera escuchar. Que hagan sus lecturas.

Los textos están repletos de preguntas, de cómo actuar y resistir ante este torbellino, esta urgencia de algoritmos y redes.

—Somos una generación sandwich que tiene mucho background y puede intuir el futuro. Estamos en un punto de la pirámide con cierta perspectiva y, aunque nunca he sido pesimista, hoy está como para tener cuidado al menos (risas).

Proyecta también un mensaje optimista, con espacio para la risa, la luz, la libertad…

—Así es, es lo que te pide el cuerpo ante este torbellino en el que parece no existir el presente. Hay que reposar, disfrutar de la tranquilidad y desatarnos de este quehacer que nos tiene oprimidos.

¿’Banpiroak’ es lo más directo y representativo del álbum?

—El ritmo y el texto da para tratarlo así. Hace referencia a la dificultad que tenemos para aceptarnos como somos. Creamos avatares para distorsionar nuestra imagen y realidad, lo que nos acerca más a lo que quisiéramos ser que a lo que somos.

‘Garai honetan’ es la más sintética.

—El tema nos llevó a tratarla así. Fue la primera que enseñamos y sirvió para dejar claras nuestras intenciones. ¿Con qué volvemos?, pensamos. Nos pusimos a día de hoy tratando de reflejar el presente en el texto, el día a día, y con la música. Usé un vocoder porque quería que el inicio sonara como si la cantara un robot.

No es una novedad.

—Sí, he filtrado mi voz bastante últimamente. Y con Pilt ya hicimos algunas cosas, menos en el tratamiento de voces. Y el autotune no existía entonces. Bueno, lo tendrían Madonna y dos más (risas).

El disco ofrece un mensaje de resistencia en la ruda ‘Eskua’.

—Puede ser debido al riff que tiene que ver con sonidos del pasado, pero a la vez es muy popero. El tema salió de una guitarra acústica y une el pasado y el presente.

Iniciaron la gira en Azpeitia y se han anunciado ya 10 conciertos.

—Arrancó cojonuda porque llevábamos rodaje, estamos engrasados. Serán más de esos 10, ya que están saliendo cosas interesantes para verano. De momento, pinta bien, incluso en el Estado. Gracias al éxito de Hil da Jainkoa siempre funcionamos tocando en ciudades estatales grandes cantando en euskera. Serían un 20% del total fuera. Nuestro estilo de metal alternativo era más propicio en aquella época.