Juan Mari Beltran (Donostia, 1947) lleva casi sesenta años dedicado a la tradición musical vasca, a su recuperación tanto en su vertiente material como inmaterial, y a su difusión. Por ello, por su labor incuestionable en favor de la cultura vasca, el intérprete, investigador, promotor y docente musical ha obtenido el premio Manuel Lekuona que concede Eusko Ikaskuntza a personalidades destacadas por su trabajo en el ámbito cultural.

La Sociedad de Estudios Vascos considera que Beltran “ha rescatado y difundido composiciones del repertorio popular vasco junto con el análisis de sus contextos y usos culturales”. Además, ha llevado “lo pequeño” a un plano universal y “ha devuelto el reconocimiento que merecen a ciertos instrumentos sin prestigio”. El músico guipuzcoano ha hecho posible que instrumentos musicales tradicionales que se hallaban en vías de desaparición sean recuperados, actualizados y dados a conocer a las nuevas generaciones.

“Cuando un grupo de gente me dijo que me quería nominar para este premio me hizo muchísima ilusión. Creo que es uno de los más importantes que se pueden conceder a una persona que ha dedicado su vida a la cultura vasca. Además, uno de los premiados hace unos años fue el padre Jorge de Riezu, con quien tuve la suerte de trabajar”, explicaba ayer a este periódico Juan Mari Beltran poco tiempo después de conocer la noticia.

Con nueve años, Beltran empezó a tocar el clarinete y el txistu en el desván del ayuntamiento de Etxarri Aranatz. Para los once, ya tocaba los dos instrumentos en la Banda de Música y con 16 años se integró en el grupo Argia Euskal Dantzari Taldea de Donostia. En aquella época pudo aprender, entre otros, de los txalapartaris Miguel y Pello Zuaznabar y Ramon y Asentsio Goikoetxea, de los albokaris, Patxi Gorrotxategi, Leon Bilbao y Txilibrin, de los txistularis Isidro Ansorena, Maurizio Elizalde y de los viejos dulzaineros de Gipuzkoa en una práctica que desde entonces se ha vuelto técnica general de su trabajo: la búsqueda e investigación de la música, los músicos y los instrumentos.

“Tengo 77 años, y ya con 16 años andaba por ahí con mi txistu y mi tamboril”, recuerda Beltran, que ha tomado parte en colectivos como el Grupo de Música Contemporánea, que fundó el pintor Rafael Ruiz Balerdi y creado los grupos Sustraiak, Azala y Txanbela. También ha formado pareja artística con Joxan Goikoetxea. Fruto de todo este trabajo, se han editado diversos discos. El músico ha publicado también numerosos trabajos en el campo de la investigación de instrumentos y músicas populares. “El año que viene se va a cumplir 60 años de mi primer trabajo de recogida de melodías del txistulari Juan Antonio Sarasola. Salimos por primera vez con el grupo y fuimos a recoger melodías de Sarasola”, explica.

Recuerda Beltran que “fuimos con una grabadora, algunos fueron a aprender los pasos, otros a ver cómo se vestían y en mi caso, me interesaba la música. El material que recogimos aquel día lo ha utilizado mucha gente, yo mismo en algunos de los discos que he sacado... Eso ha sido así a lo largo de la vida, recoger una melodía para utilizarla yo y para difundirla y transmitirla. Además, es material que llegan a las jóvenes generaciones porque incluso se utiliza en la Escuela de Música de Hernani, en la que imparto alboka, dulzaina, txalaparta, chambela y txistu”.

Beltran reconoce que está muy satisfecho con haber podido ayudar a salvaguardar la música tradicional vasca, “pero no he sido el único que ha mantenido lo que se hace en su pueblo. Es inevitable que mucho se haya perdido, pero es verdad que en el hecho de que nosotros hayamos tenido ese interés en rescatarla, tenemos algo de mérito en que hoy se conozcan formas de la música tradicional vasca que en otro caso posiblemente se hubiera perdido. Estoy satisfecho y orgulloso”, dice humildemente.

Sueño hecho realidad

Reconoce el músico guipuzcoano que ha tenido la suerte de ser bastante pluridisciplinar. “Lo mismo estoy tocando un concierto en el escenario, que estoy grabando algo o estoy en una escuela impartiendo clases en las que utilizo ese material, a veces para crear nuevas músicas. Todo está relacionado”.

Juan Mari Beltran ha conseguido también hacer realidad un proyecto en el que lleva trabajando muchos años: En 2002 abría en Oiartzun Soinuenea Herri Musika Txokoa, un centro de documentación, de promoción y de encuentro en torno al folklore tradicional que desde entonces funciona tanto como centro de exposición como de documentación.

“Es un gran sueño hecho realidad”, confiesa. Soinuenea está reconocido como una de las realizaciones más sólidas y duraderas en el ámbito de la transmisión cultural.

¿Y cómo se gestó este proyecto? Cuando Juan Mari Beltran viajaba con la compañía Argia, empezó a comprar instrumentos locales con el dinero que ganaba por sus actuaciones. Y así, lo que empezó siendo una afición, pasó a convertirse en una pasión. “El proyecto fue como una conclusión de todo lo que había ocurrido anteriormente. Empecé muy joven y fui acumulando material, además me interesaba adquirir instrumentos, partituras, discos, libros... Poco a poco fui juntando tantos instrumentos que ya no me cabían en casa, con que empecé a guardarlos en el desván del caserío de un sobrino de Aita Donostia. En 1990 pensé que había que hacer algo con aquel volumen de material, había muchos músicos que acudían a mí preguntándome por algo de ese material. Había que ponerlo al servicio y al alcance de la gente”, explica Beltran.

La entrega de la escultura en bronce creada por Remigio Mendiburu que materializa el Premio Manuel Lekuona se hará entrega en un acto público en 2025, previsiblemente en primavera.