Tras contar la vida de Maixabel Lasa, la cineasta madrileña continúa la senda de historias basadas en hechos reales con Soy Nevenka, con la que compite por la Concha de Oro del Zinemaldia.
¿Cómo le llegó el proyecto? ¿Nace fruto de la colaboración con Kowalski Films tras ‘Maixabel’ o por iniciativa propia?
Sí, vino de ellos porque nos entendemos muy bien. Me propusieron hacer esta historia que me impactó recordarla porque la tenía difusa. Leí en su momento el libro y vi el documental de Netflix porque no lo había hecho antes y me pareció que era algo que seguía vigente. Es una historia de hace 20 años que nos permite mirar cómo se reaccionó entonces y cómo lo estamos haciéndolo ahora con otras historias. Sirve también para mirar al acoso, porque que tengo la sensación de que todavía nos cuesta ver qué pasa ahí dentro. La de Nevenka es una historia muy impresionante porque no es que denuncies a tu novio o a tu jefe, es denunciar a un alcalde poderosísimo de una ciudad de 60.000 habitantes y con todo en contra. Es una historia que, además, sale bien, que normalmente no lo hace y que la convirtió en la primera en conseguirlo. Es un referente porque demostró que eso existía y se llamaba acoso.
La situación ya no es la misma que la de entonces, pero cuando salta un nuevo caso el foco mediático sigue estando en la víctima y no en el acosador.
Eso es algo que cuesta mucho cambiar. Ahora, por lo menos hay una empatía con la víctima y un reconocimiento de lo que sufren. Hay también una respuesta social, como hemos visto con la chica de la manada y con Jenni Hermoso. Incluso hay protocolos que se activan como en el caso de Dani Alves y eso es fantástico. Hay cambios, pero es verdad que todavía tenemos el foco en el di, habla y actúa. Vivimos en una sociedad en la que somos muchas veces testigos de bullying y abuso de poder y habrá que decirlo, hablarlo y denunciarlo, y eso es algo que todavía tenemos que hacer.
¿Falta educación sobre cómo reaccionar para no ser cómplices?
—Sí, y también creo que queda esa idea de no provoques. Parece que los hombres son unas personas que no pueden reprimir sus instintos. Hay que colocar las cosas en su sitio y decir qué es un abuso de poder. Hay gente a la que le pone la cultura de la violación. No es que a este señor le entre de repente un furor que no puede soportar, es que el juego es ese. Es una cultura que tenemos que erradicar.
La película también aborda cómo la prensa de la época centraba la mirada en el morbo y en Nevenka. Hoy en día, ¿cree que las redes sociales habrían jugado el mismo papel?
“La de Nevenka es una historia muy impresionante porque no es que denuncies a tu novio o a tu jefe, es hacerlo a un alcalde poderosísimo”
Los medios de comunicación que están reflejados en la película eran un reflejo de la sociedad. Que Nevenka se tuviera que marchar y buscar trabajo fuera es porque la sociedad reaccionaba así. No había solidaridad con una víctima. Se la veía como una chica joven, trepa, ambiciosa y que se había buscado lo que le había pasado. Los medios comunicaron eso y la sociedad también lo veíamos así. No se puede poner el dedo solo en un lado. Si hubiera habido redes sociales no creo que hubiese sido muy diferente. Ahora tenemos otra sensibilidad y las redes reman en esa dirección. Las reacciones ante lo de Jenni Hermoso fueron instantáneas y sin dudar. Fue fabuloso.
¿Cómo fue para Nevenka que se decidiera volver a contar su historia?
Desde el primer momento contamos con su aprobación. Yo no concebía hacer esta película si ella no estaba por la labor. Nos hemos encontrado una mujer muy generosa. Ha estado siempre disponible y hemos hablado muchas veces con ella a medida que Isa Campo (guionista) y yo avanzábamos en la investigación. Ha sido muy generosa.
Con Urko Olazabal ya había trabajado en ‘Maixabel’, pero ¿cómo entraron tanto él como Mireia Oriol en la película?
Siempre lo hago por casting. Me parecen unos papeles tan complicados que no concibo otra manera que no sea probando y viendo quién es el mejor actor para cada personaje y no el mejor actor. Vinieron cada uno de ellos por su camino, los juntamos y los vi en diferentes situaciones, porque los personajes son muy complejos. Ella tenía que tener una parte muy frágil y muy vulnerable, pero también potente porque, al final, se recupera y se encara con este hombre. Y él tenía que tener esa parte de falta de empatía, pero también esa otra de seductor y ser popular en su ciudad, porque lo era. Fue un casting intenso y, al final, no me he equivocado (risas).
El caso se centra en el mundo político, pero es transferible a cualquier otro ámbito, ¿no?
Creo que sí. Está en el mundo de la empresa, en el de la Iglesia, de la educación, de los medios de comunicación, del deporte... El abuso de poder es un mal muy extendido que no entiende ni de clases sociales ni de ideologías.