Tras 25 años, 10 discos y en torno a 800 conciertos, Gatibu anuncia su disolución. Su último concierto tendrá lugar el 13 de diciembre de 2025 en el BEC de Barakaldo, cuyas entradas salen a la venta la semana próxima, el lunes 23 de septiembre, en www.gatibu.eus, desde las 08.00 horas. “El año próximo se cumplen 25 años del grupo, es un buen número para redondear la trayectoria y tener un buen final”, indica el trío en esta entrevista. “Queremos dejarlo en alto. La despedida debe ser una celebración para todos”, piden los gernikarras.

¿’Los últimos indios’ se rinden al 7º de Caballería? ¿Qué ha pasado?

—Haimar Arejita: (Risas). Han pasado 25 años, se cumplen el año próximo. Nos han pasado muchas cosas, la inmensa mayoría muy buenas aunque también alguna mala, para poder apreciar las buenas. Es un buen número para redondear y tener un buen final. Esta efeméride nos ha ayudado a plantear qué hacer y tras madurar qué decisión tomar nos decidimos a dejarlo en alto.

—Gaizka Salazar: Lo que no queríamos es empezar a caer, ver que estamos cansados y sin energía. Les pasa a muchos grupos y ahora aún estamos en forma, disfrutando de lo que hacemos y con la gente viniendo a vernos. No queremos que Gatibu pinche y acabe de una manera que no nos merecemos.

—H. A.: Así el público se lleva una imagen del grupo en alto.

¿Hay cansancio?

—G. S.: Evidentemente, son 24 años casi sin parar. Con conciertos más puntuales pero más grandes, y la maquinaria nunca para. Y conllevan más responsabilidad.

Esa reflexión es fruto de los años.

—Alex Sardui: Si te lo planteas a los 30 es que el grupo no funciona. Ya los tuvimos, ahora tenemos 50 y muchos, en mi caso, y ahora la energía está más controlada. Subes al escenario con la misma pasión y esa hora y media es lo más maravilloso de la vida; y eso nos ha hecho seguir tanto tiempo. ¿Dejarlo? Nos plantea un reto personal, pero la decisión es unánime.

Quizás lo más duro es lo que sucede antes y después del escenario ¿no?

—A. S.: Es así, pero a la gente no le importa eso (risas).

—H. A.: Por eso acabamos de ver a Perry Farrell (cantante de Jane’s Adiction) dándose de hostias en el escenario. No pasa habitualmente, pero hay mucho desgaste y los grupos se separan en menos de 10 años. Pocos que empezaron fuerte como nosotros y siguen igual hoy duran 25 años. No es chulería ¿eh? Lo deja Esne Beltza, Berri Txarrak antes...

—A. S.: Nosotros lo dejamos musicalmente, pero no hay ni un solo problema personal. La decisión se toma mirando al grupo, no al individuo.

—G. S.: Es un proceso natural que cierra una etapa. Podíamos haber estirado el chicle…

La gente debería vivir esta recta final como una celebración ¿no?

—H. A.: Claramente, nosotros intentaremos pasarlo bien este año y pico, y disfrutar. Es un regalo, nos ha ido bien y la despedida debe ser así.

¿Cómo será ese último año, habrá gira previa al BEC?

—G. S.: Vamos a trabajar con la oficina a ver qué podemos hacer el año próximo. De momento, vamos a tocar en el BEC el último concierto. Ese es de momento el único concierto, no hablemos de posibles giras porque no hay nada cerrado.

—A. S.: Aconsejaría a la gente que vaya al BEC, que tiene un aforo de 15.000 personas. Metimos allí ya 10.000 en una ocasión.

¿Se puede avanzar algo de ese recital, será especial, con invitados?

—H. A.: No, no hemos hablado nada, de verdad. Llenarlo significaría mucho.

¿Qué les queda si miran hacia atrás?

—H. A.: Ha sigo un regalo poder disfrutar de tantos conciertos y con tanta gente. No los hemos contado porque somos muy caóticos, pero serán en torno a 800 conciertos.

—A. S.: A mí, lo primero que me viene es la pérdida de Mikel (Caballero, bajista fundador). Fue nuestro compañero 20 años y su muerte fue un golpe fuerte. Y nos queda haber podido presenciar cómo es la vida del resto de compañeros, cómo se casan, tienen hijos…

—H. A.: Juergas también hemos hecho, unas cuantas (risa general). En Euskadi si no las haces, no socializas. Los recuerdos son de disfrutar algo que no nos esperábamos, tener éxito, disfrutar con tanta gente...

¿La música les ha salvado, como sugerían en ‘Musikak salbatuko gaitu’?

—A. S.: Eso era por la pandemia, pero es la puta verdad. Entonces nos dimos cuenta de lo presente que está la música alrededor de la vida de la gente.

—H. A.: La música nos salvó en pandemia, pero el resto de años también. Igual estaríamos muertos sin ella, yo no sé qué haría sin ella. Quizás seguiría bebiendo todo el día y fumando porros, como cuando empezamos, en el mismo bar que Alex, en el Zeppelin (risas).

—G. S.: Hemos metido muchísimas horas y con colegas, pero ha sido un regalo. Sí, la música nos ha salvado, lo sigue haciendo y nos salvará.

¿Tienen pensado qué harán después?

—A. S.: No lo hemos pensado, pero nos dedicamos a la música y no sabemos hacer otra cosa. Supongo que seguiremos en el mismo rollo aunque cada uno con su camino. El grupo ha sido muy intenso y nos ha ocupado mucha energía, no tuvimos tiempo para hacer otras cosas musicales. Hemos grabado 10 discos, uno casi cada dos años y cada uno de ellos con su camino.

Hablemos de pasta. Con su éxito, sin cantar en euskera y en otro mercado… ¿estarían forrados?

—A. S.: Estamos forrados de sensaciones (risas). “Euskadin rokanrolak ez du inoiz dirurik emanen”, que decían Hertzainak.

—H. A.: Es difícil. ¿Se puede? Sí, pero está en manos de muy pocos. Nosotros hemos podido vivir de Gatibu de forma modesta aunque hayamos dado clases de música y hecho otras cosas. Por ello, somos unos privilegiados. Respecto al euskera, nunca sabes qué podría haber pasado. Si hubiéramos cantado en castellano, igual no nos habíamos comido nada: más vale ser cabeza de ratón que cola de león. Además, teníamos claro que sería en euskera y sería raro ver a Alex cantando en castellano. A no ser que se fuera a México.

—A. S.: O a Miami (risas).

Euskera y textos reivindicativos y críticos.

—A. S.: Siempre se ha intentado darle un punto de humor a las letras y no hablar tanto de amor, sino de lo que sucede alrededor.

—H. A.: Le hemos cantado un poco a todo, incluido al apocalipsis que nos rodea. El mundo está bastante jodido, la verdad (risas).

De ‘Musturruk sartunde’, el tema que abría ‘Zoramena’, a ‘EH Distopikala’ ha cambiado bastante el sonido.

—H. A.: Es que te aburres si haces siempre lo mismo. La música está para jugar… bueno, todo en la vida. Un ejemplo de evolución es The Beatles, coge el primer disco y el último. No se parecen en nada. Pasó con Itoiz, también.

Y siempre se han jactado de funcionar de manera libre, sin imposiciones. En el debut había un tema titulado ‘Librea naz’ y después llegó ‘Aske maitte’. Y ‘libreak gara’ cantaban en ‘Zumarragoko trena’. ¿Obsesión?

—A. S.: Euskera, caña y libertad, bai. Ese es nuestro país (risas).

—H. A.: De la libertad se puede hablar en muchos ámbitos, el global y el personal. Es un tema muy recurrente. Y con la industria no nos hemos sentido obligados a hacer un tipo de disco determinado. Con el mercado de Euskal Herria, tan pequeño… si cabemos todos en el BEC. Nuestra industria es un chiste, como para que te obliguen a hacer algo. ¿Para qué, para ganar 500 euros más?

¿En qué ha cambiado la escena musical euskaldun en estos años?

—A. S.: En las condiciones. Al empezar dejamos algún concierto sin hacer. Algún remolque también nos tocó, que parecía el tiro al pichón aquello (risas). Hoy, la gente es más consciente, los equipos son mejores y todos estamos más preparados. Hay más profesionalidad técnica.

¿Y musicalmente, qué escena deja Gatibu?

—A. S.: Hay de todo, puedes encontrar cualquier tipo de música. Es brutal el cambio de la escena y el papel cogido por las mujeres es ya muy protagonista. Que salgan las chicas así, como representantes de la música de Euskal Herria, es muy bueno. Antes solo estaban Aiora Renteria, Sorkun, Zuriñe...

—H. A.: Se hace música sin ningún prejuicio, lo que es bueno. Es cierto que algunas cosas no las entendemos o no nos gustan (risas).

¿Cómo les gustaría ser recordados?

—A. S.: A quien le gustamos ahora, le gustaremos siempre. Y nos volverá a poner cuando sienta un poco de nostalgia, en casa o en el coche. Me gustaría terminar como un grupo que ha estado 25 años y que ha dicho, chicos, hasta aquí hemos llegado.

—H. A.: Creo que nos recordarán como un grupo de personas cercanas. Y nos gustaría que nos vieran como quien ha intentado aportar su granito de arena y con calidad al panorama de la música en euskera.

—G. S.: ¿Quién no conoce una canción de Gatibu o ha bailado con ella? Incluso los niños (les interrumpe un fan y les dice que son “un grupo positivo”). Aquí tienes la respuesta (risas). Damos buen rollo aunque no todas las canciones sean alegres o para bailar. La gente se quedará con eso. Y con el curro y el oficio, también, espero. Hemos sido currelas de la música.