Más de 30.000 personas han visto ya el aclamado musical de Andrew Lloyd Webber El Fantasma de la ópera, en el Teatro Arriaga, en versión de la productora LETSGO. La exitosa obra permanecerá en cartel hasta el 15 de septiembre para volver luego a Madrid.
El fantasma de la ópera está interpretado por primerísimas figuras de los musicales: Gerónimo Rauch (Los Miserables, El Médico), un atormentado Fantasma que siente una pasión secreta por la joven Christine Daaé, a quién da vida Talía del Val, conocida cantante y actriz de grandes musicales españoles (Los Miserables, West Side Story), que acaba de recibir el Premio Talía de Teatro a la mejor actriz de musical por esta producción.
El elenco principal lo completan Guido Balzaretti en el papel del apuesto vizconde Raoul Chagny y Marta Pineda representando a la soprano Carlotta, la prima donna y estrella consentida de la ópera de la ciudad.
Además, forman parte del musical el veterano Fran Ortiz (dando vida al tenor de la ópera llamado Piangi), Enrique R. del Portal y Omar Calicchio (interpretarán a Monsieur André y Monsieur Firmin respectivamente, los personajes son los copropietarios de la ópera), Laura Martín (interpretando a Meg Giry, bailarina del ballet mencionado en la ópera), Silvia Luchetti (en el papel de Madame Giry, la madre de Meg Giry y acomodadora del palco número 5).
El musical, que cuenta con la dirección de Federico Bellone y la dirección musical de Julio Awad, recoge el testigo de una producción que ya se ha representado ante más de 160 millones de espectadores desde su estreno en 1986 en el West End de Londres. Silvia Montesinos es la directora residente y la responsable de la adaptación de las letras. El vestuario, de Chiara Donato, ha recibido el Premio del Público Broadway World Spain en su última edición.
Una delirante historia de amor
La historia es conocida por todos: Erik se enamora de una joven soprano, Christine Daaé, a quien le da lecciones de canto y hace todo lo posible por mantenerla a su lado, y hasta la rapta para retenerla en su morada. A lo largo de la obra se suceden las escenas de emoción: trampas bajo tierra, la caída de la lámpara del majestuoso auditorio, muertes, venganzas... “Mi personaje es muy complicado, resulta vocalmente agotador, pero también a nivel de interpretación. Para mí, el desafío es no rozar el estereotipo. Lo más fácil es caer en una pantomima, en el monstruo. Mi trabajo es humanizarlo, que la persona vea a un ser humano, las purezas de las emociones... Simplemente, es una persona que ha nacido con una deformidad y que no ha podido entrar en la sociedad, es un marginado que se ocultó en un teatro y empezó a autodisciplinarse, a aprender cosas por él mismo, desde la música hasta la ingeniería dentro de las cuevas, la estética... Todo lo ha diseñado para ocultarse porque detrás de la máscara está la esencia de ese ser, que se ha inventado un personaje para sobrevivir”. Rauch confiesa que se emociona sobre el escenario, incluso en alguna ocasión acaba llorando. “ En el musical hay ciertas acciones, ciertos rechazos, ciertos textos realmente dolorosos. En un momento de la representación dice que lo primero que hizo su madre fue taparlo antes de acunarlo. Para mí, esa es la frase más fuerte de todo el espectáculo, donde el público entiende de dónde viene ese ser”, explica Gerónimo Rauch.