Para alivio de bilbainos y foráneos, los mercurios se han desplomado. La asfixiante ola de calor ha levantado su asedio sobre la villa y la ciudad, al fin, respira. Es el último día del mes de julio y el cineasta Gastón Haag se presenta en el Café Tilo al filo de las 12.00 horas. Consigue sentarse en una de las cuatro mesas que el local despliega a un paso de cebra del Teatro Arriaga. Sonríe, tiene motivos para hacerlo: su último cortometraje, Tragedium, se ha hecho un hueco en el Screamfest Horror Festival. Se trata del certamen de cine de terror con más pedigrí de los Estados Unidos. El Sitges de las Américas, que se celebrará sobre el escenario del Chinese Theatre de Los Ángeles entre los días 8 y 14 del próximo octubre. “Estoy asombrado, porque mandamos el corto pensando que no íbamos a salir elegidos”, cuenta el cineasta.
Añade que este es un festival al que es difícil acceder, más aún cuando los medios escasean. “Pero el equipo es increíble, han conseguido que un corto underground se vea como un proyecto de mayor presupuesto”, se admira. Este corto underground se rodó íntegramente en Plentzia. Sobre la localización seleccionada para situar su historia cuenta lo siguiente: “Cuando llegué a Bizkaia [Haag se trasladó de Uruguay a Bilbao hace cinco años], encontré en este sitio un lugar de paz”, cuenta, “un sitio donde me sentaba a leer y que me hacía sentir seguro”, concreta. En este lugar de Plentzia, dominado por la ría de Butrón, destaca un imponente caserón que, cosas del destino, suele alquilarse para rodajes. “Pudimos acceder a él y, al final, la historia se concentró aquí”, apostilla. Esa historia toma cuerpo de la mano de un elenco integrado por Lander Otaola, Aimar Vega, Goize Blanco, Garazi Urkiola, Jordi Aguilar, Ivón Belandia, Eriz Elorza y el propio director.
Juntos, exhiben el periplo de una cuadrilla de matones de poca monta que quiere cobrar lo que se les debe, por lo que invade el domicilio de sus deudores. Craso error. La casa alberga horrores, guarda un secreto que trasciende lo explicable y, en un santiamén, los cazadores se convierten en la presa de algo que habita en las penumbras.
“Mi idea con todo esto era hacer un homenaje a las películas [de terror] de las décadas de los 70 y de los 80, un tipo de largos de serie B, muy lineales que buscan entretener, servir como escape a los problemas que tiene uno”, detalla Haag sobre el trabajo seleccionado. Y es que, a juicio del cineasta, el cine no siempre debe tener un mensaje profundo que empuje al patio de butacas a hacerse preguntas harto trascendentales. Haag reivindica lo absurdo, lo divertido y las películas cuyo único cometido es servir de vehículo para viajar a lugares de fantasía como los que él propone en el filme. El equipo que le ha dado forma, cuenta Haag, destaca por su acento vasco. Excepto una de las productoras –Vivir Rodando Films, con sede en Catalunya–, todas las personas implicadas en el corto son profesionales que viven y se desarrollan profesionalmente entre el Ebro y los Pirineos: “La Escuela de Cine del País Vasco [que coproduce la obra] nos apoyó y ayudó con equipo, luces, etcétera. De hecho, siempre lo hace. Yo nunca he sido alumno, pero me siento como tal porque siempre están dispuestos a ayudarme, lo han hecho en un montón de proyectos”, afirma el director, a quien le gustaría que el audiovisual vasco se pudiera beneficiar más de los jugosos incentivos fiscales que la Diputación ofrece a las productoras. “Me parece muy lindo que el cine esté enfocándose en el País Vasco, porque genera mucho trabajo para los profesionales de aquí”, puntualiza. “Sin embargo, todo este dinero que cae también debería repercutir en el cine, en las historias vascas y sus directores y directoras.”, demanda.
CINE VASCO
Y es que, para Haag, uno de los peligros que asoman en el horizonte es que Bizkaia acabe muriendo de éxito. O, más bien, que este inmenso plató en el que se está transformando el territorio sólo sea accesible a las grandes plataformas de Streaming. “El miedo es que ésto se vuelva un set para otros que en sus lugares de origen, Madrid o Estados Unidos, ya tienen una infraestructura y una industria potente”, plantea.
A lo largo de los siguientes minutos los temas de conversación varían. El uruguayo declara el amor que siente por la ciencia ficción y la fantasía. Y habla de la necesidad de introducir acentos y cuerpos diversos en el cine español. Y de “lo acojonante” que es el territorio vizcaino para rodar historias de todo tipo. Haag tiene cuerda para rato.