La directora de escena bilbaina Marta Eguilior no cabe en sí de gozo. Y de orgullo. Firma una versión contemporánea de la ópera Carmen (Georges Bizet) que acaba de culminar sus representaciones en la Ópera Real de Valonia (Bélgica) con un apabullante éxito de crítica y público. Desde 18 de mayo hasta el 27 de junio más de 10.000 personas han pasado por el escenario valón y los medios locales –también los galos y los alemanes– se deshacen en elogios por la extraordinaria calidad de la relectura del clásico.
Estrenada en París en 1875, Carmen se basa en la novela homónima de Prosper Mérimée y narra la trágica historia entre una atractiva gitana hispalense y un soldado navarro, Don José. Carmen encuentra en el militar a un hombre que se enamora profundamente de ella, pero su amor la limita y, al final, Don José acaba matándola.
Así suele presentarse la ópera al público, aunque, para Eguilior, el amor no es el detonante del asesinato de Carmen, sino que son los propios fantasmas del elizondarra quienes aprietan el gatillo. Por eso, en esta interpretación de la obra Don José se sitúa en el centro de la dramaturgia. Eguillor dice, además, que siempre lo ha estado.
Ópera y psicoanálisis
Conoce bien las Cármenes de Bizet y Mérimée, ya que ambas centraron un extenso análisis que tuvo que realizar en el transcurso de sus estudios en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires. “Por mucho que leía y releía, el personaje protagonista era Don José. El camino del héroe que tiene que seguir cualquier protagonista es el suyo”, asevera. Asimismo, cuenta que su objetivo era entender al personaje y su violencia.
Las respuestas que ofrece esta Carmen a ambas cuestiones se fundamentan en el análisis transaccional, un método de psicoterapia desarrollado por el psiquiatra canadiense Eric Berne que determina que en el interior de una persona habitan diferentes versiones de sí misma.
Esas facetas, contaba Berne, pueden explicar el detonante de un determinado comportamiento y corregirlo. “El padre crítico, por ejemplo, dice que no estás haciendo algo bien; el niño interior, en cambio, sale a relucir cuando alguien siente que algo está mal y le da rabia…”, detalla Eguilior.
Es, precisamente, el niño interior quien acompaña al soldado de Elizondo en esta producción de la ópera. Su madre –personaje que no existe en la versión original de 1875– también se da cita sobre el escenario. Ambos son “una especie de fantasmas del pasado” que muestran su relación y el desarrollo de su “desgarrador apego”. “Para desarrollar completamente el mundo interno de este personaje, también he contado con el empalao, su versión futura. A través del sufrimiento físico intenta redimirse del asesinato de Carmen”, apostilla la escenógrafa y directora de escena bilbaina. l