Como el buen vino, Pretenders ganan con los años. Y qué decir de su líder, Chrissie Hynde, que sigue felina, eterna y magnética, tan sensual como peligrosa pasados los 70 cuando regaló a los más de 6.000 asistentes a la primera jornada del Legends Fest clásicos como Time the Avenger, Kid o Talk of the Town sin renunciar a su presente.

Hynde, con vaqueros y botas negras por encima de la rodilla, empezó con un pie en el presente, su disco Relentness, antes de rescatar buena parte de sus clásicos. Ya desde el arranque, con Losing My Sense of Taste, este icono del mejor rock femenino, demostró que no ha perdido el sentido del gusto, ni el oído, ni el amor por el rock’n’roll. Entró con un sonido pesado y reivindicando sus últimas canciones, a la que sumó la marcial Turf Accountant Daddy.

Su música juega con los ingredientes de siempre y suenan cojonudos. Como el primer guantazo de sus orígenes que lanzó a la mandíbula, Kid, al que sumó Message of Love, con sus guitarrazos cortantes e inicio de un torbellino que alternó la electricidad y la fiereza con el lirismo melódico del mejor pop. Facilitó su propósito el sonido contundente, preciso y afilado, así como su sobresaliente grupo, un cuarteto en el que destacó su certero y rockabilly guitarrista, James Walbourne, capaz de rascar y acariciar, y dominador del escenario.

Ya septuagenaria pero con una voz pletórica, la de Ohio, que despuntó en Inglaterra tras hacerse colega de los Pistols y después enamoró a Ray Davies y Jim Kerr, sigue felina y sensual en escena. Ya sin su fiel Phil Chambers a la batería, pero sobrealimentada con la energía del mástil de Walbourne, empezó a subir muy alto a los fans alternado rocks con baladas, piezas de regusto rockabilly y otras de cadencia reggae como Private Life, siempre con un sonido más rudo que en disco.

El cuarteto, arropado en un espacio minúsculo, como en un local de ensayo, nos noqueó con Don’t Get Me Wrong, nos meció con Hymn to her, nos volvió a levantar con Back on the Chain Gang y ya, con la guardia baja, dio el puñetazo definitivo con Middle of the Road antes de cerrar con la batería y el bajo llevándonos a nuestra adolescencia de MysteryAchivement. Una leyenda en buena forma que lideró con nota la primera jornada del festival. El tiempo no se ha vengado de Hynde ni de su grupo.

The Jayhawks

Antes, The Jayhawks rozaron el sobresaliente en su escasa hora de concierto. Quien vaya a uno de sus conciertos no se sentirá nunca defraudado si le gusta la música de raíces USA. Les ha bastado siempre con hacer buenas canciones, sencillas, clásicas, bien construidas y ejecutadas, con sus estrofas y estribillos, sin delirios instrumentales, un buen cargamento de melodía y una hondura emocional a prueba de bombas y modas.

Y a ello se pusieron en el Bilbao Arena. Sin Mark Olson, hoy, con Gary Louris como caudillo, siguen a lo mismo, embaucando con sus melodías prístinas, esas que deslumbraron desde el arranque con Waiting for the Sun, y que siguieron con sus burbujas pop expulsadas del mástil de la guitarra y estallando en la voz del líder –cedió el micro en la delicada Tampa to Tulsa al batería, Tim O’Reagan– en ambrosías como I’m Gonna Make you Love Me, Smile o Angelyne..

Se olvidaron de su último disco, Xoxo, y optaron por ejecutar un grandes éxitos que fue dando tumbos entre el folk, el rock y hasta el power pop, pura orfebrería, para ofrecer 60 minutos donde la guitarra eléctrica, ahora reinante, las armonías vocales y la exquisitez instrumental se dieron la mano en obras maestras de la Americana reciente como Save it for a Rainy Day, Somewhere in Ohio (con sus “parapapás” pop) o la amorosa All the Right Reasons.

Después de la preciosa y esperanzadora Save it for a Rainy Day, también sonó la eléctrica Big Star, tributo con distorsional reverenciado grupo de Alex Chilton, en la que se oyó “voy a ser una gran estrella algún día”. Irónico o no, a sus fans nos basta con que sigan otros 40 años como artesanos destacados de una Americana encantadoramente pop que dijo agur con un Blue que hoyó la cumbre de su belleza melancólica.