José Casabán, que pone en valor la importancia de Bilbao en la construcción de galeones, confía en que el hallazgo del San Bartolomé pueda aportar un importante caudal de información sobre la construcción naval de la época.
¿Cómo empezó la búsqueda del ‘San Bartolomé’?
Mi investigación de doctorado me trajo aquí. Además, tengo un buen amigo de Basauri, otro arqueólogo con el que he coincidido en conferencias, José Manuel Matés Luque. Yo le hablé del San Bartolomé y él me habló de Mundaka. Habría que hacer algo, me dijo..
¿Y qué hizo usted?
Pedí ayuda al Institute of Nautical Archaeology (INA). Yo era escéptico. Pero Charlie Steinmetz, que es un director del INA, apoyó el proyecto desde el principio. Nos dio un par de ayudas y nos puso en marcha. Y aquí tuve mucha suerte con la Diputación, se mostraron muy interesados en el proyecto. El entonces responsable de arqueología, Mikel Unzueta, descanse en paz, creyó en nosotros.
En caso de que localice el pecio, ¿qué aportara?
Información sobre construcción naval. Si el galeón aparece y está en el estrato arenoso, lo ideal sería ir viéndolo poco a poco, por secciones, lo que quede. Ver lo que hay, excavarlo, tomar muestras de madera a nivel de dendrocronología , y sobre todo, lo que siempre ha sido el objetivo principal del proyecto, el estudio de la arquitectura naval del pecio. Apenas hay pecios de finales del XVI que hayan aparecido y que se hayan estudiado. Algunos en el Caribe, pero son anteriores o posteriores, más pequeños. Aquí estamos hablando del galeón del siglo XVI. Un buque que formaba parte de una serie de doce que fueron conocidos como Los Doce Apóstoles, de los que la mitad se construyeron en Deusto y el resto en Guarnizo.
Una embarcación icónica.
Estamos hablando de los famosos galeones de guerra españoles que no se han documentado. Los pocos que han aparecido son más tardíos, del XVII, y los han encontrado cazatesoros que los han destrozado. Ese ha sido siempre el objetivo del proyecto. Resulta muy complicado. Es como buscar una aguja en un pajar. Y removido. Incluso, aunque encontremos restos de un buque, habrá que comprobar que se corresponden la época y el tamaño de las maderas. A lo mejor encontramos un buque y no es el San Bartolomé. En esa zona ha habido naufragios históricos durante siglos. Solo en el siglo XIX se producen una ristra de naufragios brutal, que está investigando mi colega Matés Luque.
Ese es el verdadero tesoro.
El tesoro es que se recupere el modo de hacer de una embarcación icónica que se construyó aquí. Y la mayor riqueza del San Bartolomé puede radicar en la propia investigación arqueológica. Aún no hemos llegado a eso porque sabemos que va a ser muy complicado, pero, si el entorno, la profundidad y otros factores son las adecuados, las posibilidades serían infinitas para establecer un lugar de prácticas de arqueología subacuática.
¿Qué impacto tuvo en Bilbao la construcción de galeones?
Grandísimo. Aquí se construyen seis galeones solo en una astillero, el de Deusto. Pero se construyen otros también en Zorrotza, casi de forma paralela. Después de la Gran Armada, tras el fiasco de 1588, no quedaban barcos. Y hay que construirlos.
Hablamos de un diseño muy concreto
Son diseños específicos de buques de guerra. Este es el programa de construcción más grande que se realiza hasta esa fecha. Un buque de 10 meros de manga, 37 metros de eslora y 900 toneladas. Algunos de sus hermanos alcanzaban las 1.200 toneladas. Se creaba mucha riqueza porque no solo se trataba de construir el barco, se trataba de los carpinteros, calafates, herreros, los ferrones, los cordeleros, las velas... Traían el pino para los mástiles desde Suecia, lo que se conocía como pino de Flandes, porque era allí donde se revendía. Era un pino recto y más flexible. No se podían hacer mástiles de roble.
¿También existía una industria del roble?
Había políticas de plantíos. Desde Gipuzkoa hasta Galicia, el roble era un recurso estratégico. Y se producían reticencias. Si llegaba el corregidor y proponía utilizar un bosque comunal para construir galeones, en ocasiones pueblo se negaba. Y de hecho, para encontrar la ubicación de estos Doce Apóstoles, para decidir los astilleros, la cosa se complicó. Querían construir los doce en un solo astillero, pero se dan cuenta de que pueden crear mucho malestar y se van a acabar con toda la madera en la zona. Se plantean dividirlo en tres astilleros. Y uno se encontraba en Gipuzkoa, pero lo descartan por la resistencia que encuentran porque habían conservado un robledal durante mucho tiempo para utilizarlo para construir barcos privados. Un oficial recomienda a Felipe II desistir ante la posibilidad de fuerte oposición. Al final se distribuyen entre Deusto y Guarnizo.