Entraron en tromba y rompieron el silencio sepulcral en el que trabajaban los técnicos de sonido e iluminación de la Sala BBK. No tenían más de 15 años, pero estaban a punto de comenzar el último ensayo general antes de su debut sobre las tablas. Un estreno para el que se han preparado a conciencia. Incluso han participado en el libreto, que narra sus inquietudes y preocupaciones con su relación con la tecnología como hilo conductor. 

Después de 10 jornadas de trabajo, 25 escolares de Bilbao y Barakaldo llevan mañana a escena en esta plaza de la Gran Vía SELFI. Ser joven en la sociedad del espectáculo. 

Basada en el ensayo de Guy Debord sobre los cambios sociales que produjo la irrupción de la televisión en la sociedad, “pretende hacer un retrato generacional tomando en cuenta la voz de las personas retratadas”, explicó Miguel Oyarzun, impulsor del proyecto junto a Juan Ayala. Apuntó que éste ya se ha llevado a escena en otras ciudades del Estado (Madrid y Barcelona) y que ha cruzado la frontera para exhibirse en Oporto (Portugal).

En cada nuevo destino el texto incorpora un 60% de materiales nuevos, porque el objetivo de este proyecto de teatro comunitario es involucrar a los jóvenes en las prácticas artísticas. SELFI es la primera entrega de una trilogía en la que también se abordará su relación con la economía y con la ecología. Este primer capítulo pone el foco en lenguaje indivisible del concepto de la adolescencia en el siglo XXI: la tecnología. 

“Cuando arrancamos el proyecto en el Museo Reina Sofía, preguntamos a los chavales cuáles eran las instrucciones para tener 12 años. Contaban en uno de los ítems que era necesario tener móvil”, explicó Oyarzun a DEIA. A través de este primer acercamiento con el elenco, los dramaturgos descubrieron que es habitual que los adolescentes reciban su primer teléfono cuando desembarcan en el instituto.

Una obra que empodera

En consecuencia, a juicio de Oyarzun, la relación de la juventud está mediada por el vínculo con la tecnología. Cree que es importante ponerles en primer plano para que sean ellos (y no sus mayores) quienes expongan quiénes son y cómo se relacionan con el mundo que habita allende sus pantallas. “Funciona como un punto de partida de conversación que luego va a seguir”, indicó. En ese sentido, también agregó que el proyecto les empodera y les brinda un espacio al que no están habituados. A veces, también les otorga el arrojo necesario para salir del armario. Así ocurrió en Portugal, donde dos adolescentes abrazaron públicamente su identidad “por la libertad y el empoderamiento que les dio el proceso creativo”. 

Así, el quid de SELFI es poner sobre la mesa qué mueve a los adolescentes y por qué. “La obra comienza con una mirada un poco adultocéntrica. Después, cuenta cómo los jóvenes se ven a sí mismos y termina con la mirada de los más pequeños a los adolescentes”, concretó el dramaturgo. Esas tres miradas son el negativo de una fotografía “bastante esperanzadora” de la adolescencia, de acuerdo con Oyarzun, que celebra que esta generación es mucho más empática con la diversidad que las que le preceden.

Mario Pontes, de 14 años e Inti Martínez, de 11, son dos ejemplos de esta hornada de jóvenes que esperanza al dramaturgo. Ambos dijeron sentirse muy cómodos en un proyecto que les ha atravesado de muchas maneras y nunca olvidarán. “Nos sentimos casi como en casa, entre amigos”, trasladó Pontes a este rotativo.

También contó que SELFI les ha dado la oportunidad de hacerse ver, y sobre todo, escuchar: “Hasta ahora no había mucha representación de gente de nuestra edad contando lo que nos pasa en el teatro, y es importante”, reivindicó. Martínez, por su parte, destacó que su participación en el proyecto le ha brindado la oportunidad de hacer nuevos amigos y de hablar de cuestiones que le preocupan. A Marío, en particular, le inquieta la adicción al móvil y tiene la sensación de que “se está perdiendo el respeto por la gente”. Ambos se subirán al escenario junto a los otros 23 actores debutantes para hablar de todo ello mañana en la Sala BBK.